Capítulo 26

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Capítulo 26


Antonella

sonrío enviando el último mensaje a Diego y dejo mi celular sobre la mesa de la cocina, mientras, sin decir ni una sola palabra, observo a Bruno entrar a la cocina. Se acerca sin mirarme y yo muero por dentro esperando atención de su parte, un beso apasionado mientras caminamos hacia el cuarto a hacer el amor...

«Ay Dios, que fácil es ser sarcástica con el pensamiento»

Mi querido y amado esposo, toma un vaso de la alacena, y se dirige a llenarlo con agua, y a la par mete una pastilla a su boca, algo que realmente no me preocupa, pues ni deseos me dan de preguntar qué le ha pasado, ya que él siempre me ha tratado mal, y es ahí cuando me formulo la pregunta del millón...

«¿Qué le habrá dicho mi padre a Bruno para que llegara aquella tarde a pedirme matrimonio? Es algo que jamás me dijo, y nunca pregunté»

Miro a cada un minuto la hora en el reloj que está en la pared de la cocina, y el tic tac me vuelve loca a la espera de que Bruno se vaya y me deje sola para correr a los brazos de mi amante. Me levanto de prisa al escuchar el sonido de la puerta principal cerrarse con brusquedad, y corro como la mujer más cotilla que llevo dentro, asomándome por la ventana, verificando que Solcito se ha marchado ya. Sonrío como loca al verlo subirse con un bolso de mano a su auto, y sin que él me vea, muevo mi mano despidiéndome, ya que él no fue capaz, como una persona civilizada, de hacerlo, aunque confieso que no esperaba un "amor, nos vemos mañana", pero, por último, un hasta luego, o más bien, un hasta nunca.

Cuando sé que debo ver a Diego, el tiempo pasa más lento de lo que quisiera, llevando mi ansiedad a las nubes, hasta el punto de caminar de un lado hacia otro como una animalito enjaulado. Cómo ya todo es una locura, me siento en el sofá tratando de tranquilizarme, pero todo es inútil, y lo que es peor, no tengo nada por hacer en casa, algo que me distraiga de la inquietud que se apodera de mí.

Decido ponerme a leer un poco, pero dejo el celular de lado al ver que la protagonista va hacia la cocina por helado, y como soy la chica principal en mi historia de amor, decido hacer lo mismo, con la mala suerte, de que el marrano de mi esposo ha arrasado con el helado. Tomo aire tratando de tranquilizarme, y decido no enojarme, pues no me enoje por este tipo de detalles en el pasado, sería absurdo hacerlo ahora que mi vida ha cambiado, y estoy siendo tan feliz, aunque debo confesar que siento temor a esta gran felicidad, por lo que solo espero que nada, ni nadie arruiné lo maravilloso que estoy viviendo.

El sonido de mi celular me saca del trance, y cuando creo que puede ser Diego, me doy cuenta de que no es, no obstante, es una persona maravillosa e importante en mi vida quién me llama con insistencia... Bruno...

«Una broma de más a mi cabeza»

—¡Hola, amiga! —exclamo con alegría al escuchar la voz de la única hermana de no sangre que tengo.

—¡Hola, amiga! —responde aclarando con su tono de voz que está más contenta que yo, lo que me da a entender que algo ha pasado con el vecino.

—¡Uy que efusiva! ─exclamo─. Déjame adivinar... hombre, guapo, alto, vive al frente de tu puerta, y te habló.

—¡Si amiga! —grita a través del teléfono, provocando que aleje por unos segundos el aparato de mi oreja—. Estoy feliz, ese hombre es mejor de lo que creí. Tiene una voz ronca, muy sexy y vive solo ¿lo puedes creer?

—Quiero más detalles —digo sentándome en el sofá, quedando lo suficientemente cómoda para escucharla.

—De acuerdo, pero no me critiques —advierte antes de empezar con su relato, mientras pienso que soy la menos indicada para enjuiciarla.

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