Capítulo 19

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Capítulo 19


Diego

Antonella me hipnotiza, me hace sentir que vale la pena volver a enamorarse, y aunque esté prohibido este sentimiento que crece dentro de mí, no quiero dejar que muera, al contrario, es algo que me hace bien.

Desciendo entusiasmado del escenario para reunirme con Antonella, pero me encuentro con Ambra, algo que claramente no esperaba, haciéndome enfurecer al sentir sus labios sobre los míos, un acto que no vi venir. No alcanzo a reaccionar y descaradamente coje una de mis manos posándolas sobre sus pechos, diciendo incoherencias, que me aclara que está ebria, además, su aliento la delata. Al mirar hacia un costado, me encuentro con la mirada de Antonella, y un escalofrío recorre mi cuerpo, pensando en que ha visto un acto inequívoco, por lo que decido ir tras ella para explicarle la situación, pero Ambra se tambalea y enreda sus pies en los cables que rodean el escenario. Me disculpo con la gente que ha visto la escena montada por mi esposa, y decido sacarla del recinto antes que la situación empeore. Al llegar al estacionamiento, le indico que suba al auto, pero su estado de embriaguez la hace estar juguetona, por lo que debo sentarla yo mismo en el asiento del copiloto y abrochar el cinturón de seguridad. Conduzco enfurecido hacia casa, con sus constantes toqueteos que me incomodan, un acto que me agradaba en el pasado, y ahora, lo veo como una agresión hacia mí persona.
Las luces del interior de la casa están apagadas, indicándome qué Roberta y Marcus deben estar dormidos, por lo que tomo a Ambra de la mano para que no haga un escándalo y subo con ella para dejarla en su habitación. Una vez allí, empieza a desabotonar mi camisa, pasa su lengua por mi cuello, haciéndome sentir excitado, pues debo reconocer que es una experta en el sexo, pero el sentimiento que ha nacido por Antonella es más grande que el placer carnal que Ambra me puede brindar está noche, por lo que decido dejarla sola en medio de la que era nuestra habitación.

La cabeza me da vueltas pensando en Antonella, en su mirada perdida ante el acto que debió presenciar, por lo que decido enviar un mensaje aclarando la situación, pues no deseo que piense cosas que realmente no son, aunque es absurdo creer que puede enojarse, pues soy solo su amante y no hay sentimientos de por medio, por su parte por lo menos, pues yo, ya estoy perdido.

* Siento lo de Ambra, quiero verte, responde por favor.

Los segundos se hacen minutos y no responde mi mensaje, dejándome desolado, sin embargo, no insisto y decido esperar hasta el lunes próximo, y dejarla descansar el fin de semana.

Abro los ojos al escuchar golpecitos en mi puerta, y aunque creo que se trata de Marcus, decido ser cauteloso, pues no deseo encontrarme con Ambra.

—¡Hola, papá! —escucho al abrir la puerta, y lo primero que veo es a mi hijo sonriente, feliz llevando la corona de rey sobre su cabeza.

—Hola Marcus, o, ¿debo decir su majestad?

—No —responde largándose a reír—. ¿Por qué no estás con mamá?

—Esta con dolor de cabeza —miento.

—Ah, está bien, porque a ella siempre le duele la cabeza, es mejor que sigas durmiendo aquí.

—Tienes toda la razón, es mejor que siga en este cuarto hasta que mamá se mejore.

Sonrío con un destello de tristeza, sin saber hasta cuando seré capaz de sostener esta mentira sin lastimar a Marcus, aunque por lado, sufre creyendo que algún día será aceptado por su madre—. Cuando subiste al escenario ¿Estabas nervioso? —pregunto queriendo cambiar de tema.

—Si, pero... —dice haciendo una pausa —... Laeticia tomo mi mano.

—Es una niña muy bonita —comento al verlo sonrojarse —, y debe ser una excelente compañera.

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