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El Troll de Halloween.

Cuando Cyrine se encontró con Draco la mañana siguiente, parecía no creer que Ron y Harry aún estaban en Hogwarts. No podía creer a las artimañas en las que había caído su primo como para hacerles eso a un par de chicos tan simpáticos como ellos, pero suponía que Draco lo hacía por su orgullo herido.

Por lo demás, creyó que seria buena idea hablar con él. Pero se dio por vencida cuando ningún Slytherin quiso darle una respuesta amable cuando fue a su mesa y preguntó.

Irritada comió de mala gana sus cereales viendo como Ron y Harry hablaban en voz baja del incidente de anoche y sacando conclusiones que incluían el robo en Gringotts.

Por lo demás, ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que había debajo del perro y la trampilla. Lo único que le importaba a Neville era no volver a acercarse nunca más al animal.

Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero no con Cyrine, le hablaba igual que de costumbre. Lo que realmente deseaban en aquel momento era poder seguir hablando con su primo sin dormir con el temor de no ser reconocida por él al día siguiente.

Y sus deseos fueron oídos al momento de ir caminando por el pasillo sin la compañía de nadie más que de su propia consciencia y Draco se quedó charlando con ella, insinuando sutilmente lo aliviado que estaba de no verla envuelta en problemas por su culpa y, como era de esperarse, despotricando contra la celebridad de Harry. Todo se relajó al momento en que Cyrine soltó una broma haciéndolos reír como en los viejos tiempos. Y, antes de irse, Draco sacó una cajita de su túnica dándosela como un presente de cumpleaños.

Cyrine no sería la misma si no contara con la compañía de Draco aunque fuera de vez en cuando o de simple coincidencia, y casi llorando, se abalanzó sobre él en un fuerte abrazo.

Pasó una semana antes de que una grata sorpresa llegara con el correo.

Doce espléndidas lechuzas cargaban dos paquetes alargados que llamaban la atención de todos en el Gran Comedor, y empeoró cuando un paquete se le fue dado a Harry y el otro a Cyrine. Harry fue el más sorprendido de los dos.

Cyrine se veía encantada mientras tomaba la carta que le dejó una de las lechuzas sobre su regazo. Sin hacerse esperar, leyó la nota en silencio.

Querida Cyrine:

Ignorare el hecho de porqué necesitabas una escoba con tanta urgencia, pero en dado caso de que, sólo por casualidad hayas logrado entrar al equipo de quidditch, te deseo mucha suerte y que trates de no matarte en el intento.

Sinceramente confusa,

Narcissa.

PD: Dado al tiempo, te deseo un feliz cumpleaños y espero goces de tu regalo adjunto. Éste es solo una insignificante cosa que nos encargaste.

Ocultó la cara en sus manos sonriendo con las mejillas rojas, viendo el otro paquete que cayó segundos después en su regazo.

—¡Una Nimbus 2000! —gimió Ron con envidia al otro lado de la mesa—. Yo nunca he tocado ninguna.

Y fue cuando Cyrine se preguntó si la suya también era una Nimbus, pero no tuvo la ocurrencia de abrir el paquete allí sobre la mesa y a la vista de todos los curiosos. Tomó ambos paquetes con las manos temblando y salió a paso apresurado del Gran Comedor, podía oír los pasos de Harry y Ron repiquetear detrás de ella.

Sin embargo, se detuvieron abruptamente. Draco y sus secuaces le cerraron el camino y tomó con brusquedad el paquete de las manos de Harry examinándolo, ignorando que Cyrine estaba más cerca o simplemente no queriendo meterse con ella para evitar lo inevitable.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora