—¿Cómo se supone que le diga a Vid sobre toda esta locura?

En sí, es más una pregunta para mí, que para él.

—No puedes decirle —manifiesta—. No debes involucrarlo en esto, menos informarle sobre nada.

—Pero es mi amigo... y ustedes lo protegerán como lo han hecho conmigo, además, ¿quién nos lastimará? Lyron está desaparecido.

—No lo digo por daños físicos, Nathalia —me observa fijamente a los ojos—. Si quieres hacerlo, entonces adelante, pero no deberías confiar tanto en él.

—Te pareces a mi padre —suelto un resoplido—. Tengo que decirle —recalco—. Debo contarle, aunque le parezca loco y no me crea, y aunque tú o mi padre desconfíen de él.

Puedo percibir en su mirada que trata de decirme algo y cuando estoy a punto de abrir la boca para cuestionarle, él se me adelanta.

—No puedo esperar a que él sea quien hable contigo.

La duda cruza mi entrecejo.

—¿Qué es lo que tratas de decir?

—Tu padre tiene razón en no confiar en él y yo tengo la mía —deja escapar una exhalación cargada de resignación y abre su mano izquierda frente a mí.

Me mira a los ojos y yo hago lo mismo, lentamente levanta su camiseta y de un tirón se deshace de ella, me tenso al ver que está prácticamente desnudo frente a mí otra vez. Traza en su pecho un círculo con su dedo índice y luego vuelve a mirarme, su acción me hace entender que quiere que vea algo, pero no soy capaz de visualizar nada más que los músculos firmes de su pecho.

—¿Qué sucede? —Cuestiono de manera inocente. Mientras mis ojos lo miran directamente al rostro.

—Vuelve a mirar —me señala.

Cuando lo hago, mis cejas se levantan de manera involuntaria. Puedo ver que hay una clase de tatuaje en donde antes no logre ver nada más que piel. Más debajo de su clavícula; un círculo perfectamente dibujado y dentro de este una estrella trazada de manera sutil. Conozco ese símbolo, es un pentagrama. En el centro hay unas palabras escritas, en un idioma que desconozco.

—¿Te has hecho un tatuaje? —Sonrío al mismo tiempo que no entiendo por qué me lo enseña.

—No es solo un tatuaje —confiesa.

Trago saliva al ver que en su rostro no hay una señal que me indique que sea algo bueno.

—¿Qué dice? —Interrogo haciendo referencia a la frase.

Filius ab inferno —pronuncia entonces en lo que parece ser latín.

—¿Qué significa?

—Hijo del infierno.

—¿Por qué lo tienes?

—Una marca de nacimiento —sonríe sin ganas—. Se supone no debía hacerse visible hasta que me convirtiera en un verdadero hijo del infierno.

Me quedo en silencio al escucharlo decir aquello. Quiero decir algo al respecto, preguntarle por qué dice eso, pero decido guardar silencio.

—Tócalo.

Su pecho sube y baja de manera calmada.

—¿Tocarlo?

No sé por qué de repente el calor se apodera de mi rostro y me siento avergonzada, nerviosa y abrumada al mismo tiempo. Entonces él ríe.

—El dibujo, perversa humana.

Ahí están sus hoyuelos de nuevo.

Toma mi mano sin avisar y con sutileza la acerca hacia la marca, cuando mis dedos rozan el tatuaje, puedo sentir el leve relieve que este posee y en cuestión de segundos todo se vuelve oscuro para mí. Me siento como si estuviera dentro de una lavadora, dando vueltas y vueltas tan rápido como una ruleta. Apenas puedo ver toda la oscuridad que me rodea. Presiento que en cualquier instante mi cabeza va a colisionar, así que cierro los ojos, apretándolos con fuerza. Hasta que caigo de golpe sobre lo que parece ser tierra, todo se ve en un azul vibrante.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now