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Camine un millón de millas antes de llegar a ti,

el cielo grande sobre mi cabeza, arena bajo mis zapatos,

la vida es la canción mas triste, pero no era nada hasta que llegaste,

porque cada camino en le que he estado, me lleva de vuelta a ti.

Back to you.

──────• § •──────

  K Y L A N 

No se muy bien como explicar la adrenalina que correr me deja en las venas. Y ya era una adicción por si sola. Comenzó como un juego al que me metí sintiéndome invencible. Quería que algo me venciera. Como esos pasatiempos suicidad en los que uno se mete solo porque parecen geniales. Luego me descubrí a mi mismo incapaz de dejarlo. Porque dentro de todo el caos que era mi vida, parecía ser lo único sobre lo que yo tenia el control. Incluso cuando no lo tenia. Dependía de mi.

Pero que se me fuera de las manos. Suficientemente peligrosa es en sí, y se volvió letal cuando decidí mezclarla con todas mis otras adicciones. Pero era estúpido, y estaba tan trizado que las piezas se mantenían unidas solo porque los chicos las sujetaban, y yo buscaba que algo me terminara de romperme. Que me quebrada de una forma que fuera imposible volver a armarme. Le había perdido el gusto a la vida y el respeto a la muerte.

Cuando lo dejé, lo hice como forma de castigo contra la versión de mi que quedo, y como recordatorio de lo que nunca debía volver a ser. Pero lo anhelaba tanto.

Principalmente, porque dentro de todas las cosas a las cuales quería volver, esta es sin duda la menos peligrosa.

Y luego de hablar con Ty e intentarlo una vez mas, no quise detenerme. Pero no fue hasta que la llevé a mi lado que no entendí que podía volverse aun mas adictivo.

La veo balancear la cabeza al ritmo de la musical en el camino de vuelta después de la carrera. Parece incluso mas inyectada en adrenalina que yo mismo. La sonrisa en su rostro es una que he visto muy pocas veces.

—Gracias por esto.

Se gira a mirarme en silencio. Ella no tiene respuesta para mí, simplemente me observa observarla. Allí, con ese increíble cabello anaranjado y sus ojos pardos, oscuros ante la noche.

—No me mires como si no supieras de que hablo, T— no sé ni siquiera lo que está pensando, pero es lo que me está haciendo sentir; como si no entendiera nada y no correspondiera mis sentimientos. Comienzo a sentirme aterrado. Aprieto el volante y vuelvo la vista al frente. —Gracias a ti estoy aquí— sonrío. —Joder. No se como lo haces, pero me das una clase de impulso que no sabía que me estaba faltando. —¿Impulso para que?

—Para vivir. —Vuelvo a mirarme. —Eres eso que me detiene y me impulsa al mismo tiempo.

Guarda silencio y se voltea al frente pero con una sonrisa que no desaparece ni siquiera de sus ojos. Su cuerpo se encoge bajo la falda. Aquella acción corporal me da a entender todo lo que necesitaba saber. La música inunda él automóvil, los parlantes hacen maravillas con los sonidos, vislumbro a T cerrar los ojos por el rabillo de los míos. Su cabeza se balanceaba de derecha a izquierda con el ritmo de Falling down que corta nuestra conversación sin dejar silencios incómodos, sin necesidad de escuchar una respuesta. Alcanzo su mano y ella la aprieta suavemente, una corriente eléctrica se genera entre nosotros cuando nuestros dedos se entrelazan, mi corazón se acuerda de volver a latir.

A 180 kilómetros por hora, sin dirección fija, dejándonos llevar por la deriva. Sin mencionar como nos estamos alejando ni lo rápido que vamos. Su mano derecha abre el vidrio, el frío azota nuestros cuerpos y sin previo aviso me suelta, saca su cuerpo por la ventana y se sienta en la puerta para dejarse llevar.

Perfecto Desastre | Titanes I |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora