Capítulo 5

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Mis dedos acariciaron la fina porcelana de aquellas tazas humeantes mientras eran transportadas hacia el salón sobre unos pequeños platitos blancos del mismo material.

Al llegar vi a Harry sentado en el centro del sofá, sus ojos recorrieron cada uno de mis movimientos, desde el momento en el que aparecí por la puerta hasta que decidí sentarme a su lado.

Dejé mi taza en la mesita de cristal que había en frente del sofá y la otra se la di a Harry, haciendo que nuestros dedos se rozaran en cuanto la cogió.

-Gracias –habló sonriéndome amablemente.

Le devolví la sonrisa y cogí el azucarero para endulzar mi bebida.

-¿Azúcar? –le ofrecí una vez me hube puesto a mi taza.

-Por favor –pidió amablemente.

Le di el azucarero con cuidado de no volver a tocar su mano y seguidamente cogí mi taza para comenzar a mezclarlo todo con una cuchara.

-Le he estado dando vueltas a lo que hemos estado hablando –comenté.

El rizado imitó mis gestos con la cuchara y me miró antes de darle un sorbo a la bebida humeante.

-¿Qué tema en particular? –preguntó al separar los labios de la blanca porcelana.

-El Cielo, El Infierno, los ángeles y demonios y todas esas cosas raras.

-¿Has llegado a alguna conclusión? –sonrió levemente.

-Ajá –bebí un poco-. Tengo una hipótesis.

Arqueó las cejas divertidamente a la vez que seguía bebiendo.

-Interesante –se relamió los labios-. ¿Te importaría compartirla?

Sonreí tímidamente y me aclaré la garganta al mismo tiempo que dejaba la taza de té sobre mi regazo, aguantándola con los dedos.

-Creo que tanto El Cielo como El Infierno se trata de algo psicológico –comenté y él puso expresión divertida-. Me parece que la mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Es decir, todo son leyendas que alguien decidió inventarse algún día, nadie puede saber lo que hay después de la muerte. La gente necesita aferrarse a alguna creencia para poder darle sentido a su vida.

-Como la mitología griega –añadió.

-Exacto. Nadie sabe el motivo de la lluvia, así que deciden inventarse a un Dios que la represente.

-Entonces, ¿eres un hombre de ciencias? –rió-. Todo tiene una explicación lógica, y si no la tiene, no existe.

Me mordí el labio inferior reprimiendo una sonrisa.

-Eso creo.

-Supongo entonces que ni los ángeles, ni los fantasmas, ni los vampiros ni nadie que no sea considerado humano están permitidos en tu filosofía.

Negué con la cabeza orgullosamente.

-Éste mundo es para los vivos, quien no lo sea que se vaya a su casa.

Ambos aprovechamos para beber un poco de té antes de proseguir con la conversación.

-Y… ¿los ángeles guardianes?

Sentí como la bebida se me iba por otro lado, haciéndome toser repetidamente, mis ojos aguándose por la misma falta de aire repentina.

-Sobre eso… –ladeé la cabeza para mirarle a los ojos-. Me… me he dado cuenta de algo bastante… curioso. Es gracioso, si lo piensas.

Black SnowflakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora