Capítulo Siete: Manos Traviesas

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—Pensé que no vendrías —admito en un susurro. Sus brazos se aferran a mi cintura, acercándose mucho más a mí; suelto un bufido —. ¿Qué quieres, Claudia? —pregunto, porque es ella quien ha vuelto a buscarme.

Puedo sentir los latidos de su corazón en mi espalda, de la misma manera en puedo sentir sus preciados pechos ahí también. Dios Derek, concéntrate. Comienza dejando un beso en mi cuello, pero luego aquel simple beso se vuelve en una cadena con miles de ellos, los cuales llegan hasta mi oreja. Es entonces en dónde pierdo el control, absolutamente todo cuando me susurra:

—Quiero lo mismo que tú.

CLAUDIA

No he podido parar de pensar en él desde que dejé la cocina, no siendo capaz de dormir por el recuerdo de sus labios sobre los míos, de sus manos tocando aquel lugar el cual solamente he tocado yo. El rubor me invade al pensar en que yo soy una completa inexperta en todo este tema, mientras que él parece ser el más experimentado de los hombres, dejándome a mí como una niña.

Mis dedos actúan por sí solos y le escriben un rápido mensaje que delata mis intenciones, a lo que el suyo me dice mucho más de lo que esperarías leer en un mensaje con tan pocas palabras y careciente de intenciones. No sé qué me sucede, el por qué estoy actuando de esta manera. Pero me gusta, y aquello me da un poco de miedo. Me gusta que él haya despertado un lado que yo no conocía de mí misma.

Lo encuentro tratando de dormir, no teniendo éxito en lo absoluto, así que me aseguro de cerrar la puerta con pestillo para que nadie nos interrumpa. Camino hacia su cama con pasos lentos, echándome a su lado y rodeando su cuerpo con mis brazos, acercándome todo lo posible a él.

Su voz es un susurro cuando me pregunta qué quiero de él, algo que yo también me cuestiono mientras le continúo abrazando. Hay un incendio entre mis piernas ahora mismo, y es una sensación completamente nueva para mí, pero se siente tan dolorosa y placenteramente bien que no quiero que pare.

Mi respuesta puede ser la más inesperada, pero no me atrevo a decir nada más por no querer sonar desesperada. Él no necesita nada más, ya que se voltea y coloca una de sus manos en mi cadera, acercándome a su cuerpo hasta que no hay ni un centímetro separándonos. Muerdo mi labio inferior al volver sentir aquella presión implicada por él en mi vientre, cerrando los ojos ante el contacto.

No dice palabra alguna, lleva sus dedos a mi camiseta y se deshace de ella. Es en aquel momento en el que recuerdo que me deshice de mi sujetador, y el rubor se empieza a apoderar de mis mejillas. Nunca me he sentido cómoda con mis pechos, ya que son demasiado pequeños comparados con los de otras mujeres. Pero la forma en que Derek me observa me hace sentir demasiado poderosa y deseada.

—Lo has hecho para provocarme —gruñe mirándome a los ojos. Niego con la cabeza, ya que no tenía ni la más mínima idea de que esto iba a suceder —. Joder, no tienes ni la más mínima idea de cómo amo esto. 

Cierro los ojos cuando sus manos se posan sobre ellos, y no que causa más deseo en mí, el hecho de que él me mire con demasiada lujuria o que no pueda controlar su acelerada respiración. Muerdo mi labio inferior, soltando un bajo jadeo, entregándome completamente a su toque.

—Derek... —lloriqueo su nombre, a lo que esconde su rostro en el espacio entre mis pechos, dejando besos húmedos.

Por más que quiero continuar, el miedo me invade por completo, lo cual causa que mis manos tiren de su rubio cabello en un intento de alejarle de mí. Derek gruñe, y sonrío internamente al pensar en que he encontrado su punto débil de la misma manera en que él ha encontrado el mío.

—Te juro que voy a perder la cordura si dices que me detenga —dice entre dientes. Puedo ver como se le han dilatado sus pupilas —. Claudia, estoy que ardo de deseo en este momento, no me puedes dejar así —suplica entre dientes.

Dangerous Woman ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora