Capítulo Veintisiete: Tuyo

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DEREK

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DEREK

Ambos entramos a mi casa con una sonrisa y sin decir nada más. Le ayudo a quitarse su chaqueta para luego dejarla en el sofá. Me rodea con sus brazos tomándome completamente por sorpresa, pero aquello no me impide colocar mis manos en su cintura. Claudia sube la mirada y después de estar segundos rozando sus labios con los míos me besa, acabando con mi tortura. Entre abre la boca cuando rozo sus labios con mi lengua, la cual entra a jugar con la suya en un delicado beso.

Sin romper nuestro beso subo mis manos empezando a desabotonar los pequeños botones rosados que tiene su blusa, ella no pone ningún tipo de resistencia. Juego con sus labios mientras retiro la prenda con delicadeza, viéndole morder su labio inferior con una sonrisa para luego volver a besarme. Bajo mis manos a su pantalón, quitando el botón de su lugar. Me deshago de ellos dejándole en ropa interior, viendo cómo sus ojos solo destellan más que deseo, destellan amor y me dicen que continúe tocándole. Y yo no soy nadie para no volver eso realidad.

Me vuelvo a acercar a ella y me agacho solo un poco haciéndole entender mi idea. Acomoda sus piernas alrededor de mi cadera y acaricia mi cabello, ninguno de los dos rompiendo contacto visual mientras nos subo a mi habitación, la cual se ha sentido vacía sin ella conmigo a mi lado todas las mañanas.

Cuando llegamos a mi habitación vuelve a juntar nuestros labios, a lo que sus manos se van a mi camiseta, haciendo un ademán para que le ayude a subirla. Alzo las manos dejando que la retire y continúo besándole mientras que ella se limita a quitarme mis pantalones, los cuales le ayudo a quitar.

Sus manos regresan a mi rostro acercándome más a ella si eso es posible, nuestro beso comenzando a subir de tono poco a poco cuando ella empieza a morder mis labios buscando de algo más que solo delicadeza de mi parte. Llevo una de mis manos a su cabello, quitando la liga que lo sostiene dejando sus bellas ondas castañas caer por sus hombros. Muerdo mi labio inferior bajando mi mano hasta su nuca para así volver a atraerla a mis labios, los cuales están deseando probar el mejor de los manjares: ella.

Da un salto que veo venir y mis manos van directo a sus muslos sosteniéndole, a lo que suelta una pequeña risa ocasionando que su pecho vibre. Río en su boca al igual que ella y nos guío a ambos hacia mi cama, lugar en el que la deposito con delicadeza. Bajo mis besos por su cuello viéndole sonreír, mis manos traviesas recorren su bella figura ansiosas de tocar cada rincón de su cuerpo. Llevo mi mano derecha hacia su espalda encontrando el broche de su sujetador, el cual abro ofreciéndole una pícara sonrisa robándole el primer jadeo de muchos.

Retiro el sujetador y suspiro al verle. Dios es hermosa, lo es demasiado y no importa cuántas veces le vea desnuda, siempre me voy a quedar sin respiración. No espero mucho más y escondo mi rostro entre sus pechos, besando el dulce espacio, mis manos acarician sus senos con delicadeza, escuchándole soltar uno que otro suspiro. Es como si cada vez le que viese el mundo a nuestro alrededor parase de girar, desapareciendo todo y quedando solamente nosotros dos juntos.

Beso por todos los lugares que me son posibles, mientras que escucho aquellos dulces sonidos que me inspiran a seguir continuando, los que me provocan a seguir con mi trabajo. Llego a la tira de sus bragas y coloco una mano en aquel lugar, empezando a bajarlas sin romper contacto visual con ella en ningún segundo.

Suelto un suspiro mezclado con una pequeña risa cuando le veo completamente desnuda delante de mí, repitiéndome una y otra vez que es solo mía y que siempre lo será. Vuelvo a juntar nuestros labios en un beso que nos roba el aliento a ambos, los dos tratando de demostrar el amor que nos tenemos y el cual jamás morirá.

Sus manos van a mi cintura y nerviosa baja la única prenda que separa sus ojos de mi desnudez. Le ayudo a quitarlos, pero no admira más que mis ojos, solo me ve a mí de la misma manera en que yo solo la veo a ella. Muerde su labio inferior al sentir aquella presión sobre su vientre, sus ojos destellando mucho más que deseo.

Mi padre alguna vez me dijo que cuando se ama a una mujer de la forma en que él ama a mi madre, solo existían aquellas dos personas en todo el universo cuando se entregaban entre sí. Hace un tiempo no entendía ni una de aquellas palabras que me dijo, pero ahora, son las palabras más ciertas que he escuchado en toda mi maldita vida.

—Te amo —le susurro en el oído.

Llevo sus manos a la altura de su cabeza entrelazándolas con las mías, apoyo mi frente en la suya y ella sonríe depositando un corto beso en mis labios el cual me roba una sonrisa. Suelta un lloriqueo de placer cuando muerdo el lóbulo de su oreja, rogándome que continúe sin más rodeos.

—Te amo mucho más —me asegura mordiendo su labio inferior.

Claudia día a día me da una lección de vida más, y aquello es algo que me enamora de ella sin pensarlo. Quiero estar con ella toda mi vida, y eso ella lo tiene muy bien en claro. Yo aprendo de ella, y ella aprende de mí. Ambos algún día llegando a saber todo del otro, por qué de aquello se trata nuestro amor, un amor el cual está hecho a base de confianza y de respeto mutuo.

Nos vuelvo uno solo sin más preámbulos, recordando una vez más lo dulce que es poder sentirla completamente mía y de nadie más. Admirar sus retorcidos gestos y las muecas que hace cada vez que realizo un nuevo movimiento. Mi única intención es tratar de trasmitirle todo el amor posible que existe en mí, mostrándole que no solo quiero sentir su cuerpo, si no que la quiero sentir a ella. Quiero hacerle el amor y por su rostro puedo ver que ella recibe cada una de las emociones que ella me está haciendo sentir a mí en estos momentos.

Jadeo en su oído cuando mi cuerpo me pide —me exige —ir más rápido, mis manos apretándose a las sábanas. Nunca he tenido que ser tan delicado con ninguna de las mujeres que solía estar antes, pero con ella es diferente. No quiero ser rudo con ella, quiero demostrarle que soy aquel hombre delicado que ella merece.

Ruedo los ojos cuando clava sus uñas en mi espalda, haciéndome sentir una sensación entre el dolor y el placer. Muerdo mi labio inferior al pensar en el ardor que sentiré en mi espalda el día de mañana, pero no me importa, no me interesa sentir aquello. Eso será un recordatorio de que todo lo sucedido hoy es mucho más que realidad.

—Eres hermosa —suspiro mientras beso su cuello, a lo que sus manos acarician mi cabello —. Hermosa y mía, solo mía.

—Solo tuya, siempre tuya —me asegura con una sonrisa.

Cuando dice aquello, la imagen de mis padres viene a mi cabeza por una milésima de segundo, recordándome aquella famosa frase que siempre suelen decirse. A pesar de todos estos años aquella tradición no ha muerto y me hace pensar que yo puedo tener todo aquello con Claudia, y que existe la posibilidad de que tenga mucho más de lo que alguna vez soñé.

Río con ella entre nuestro beso y su agarre en mis manos se ajusta cuando tiro de su labio inferior entre mis dientes, ofreciéndole una pequeña y pícara sonrisa. Claudia me rodea con sus brazos acomodándolos alrededor de mi cuello, pegándome más a ella si hay posibilidad alguna.

Al abrir mis ojos sonrío al encontrarme con ella a mi lado, mis brazos rodeando su cintura y su espalda pegada a mi pecho. Acaricio su cabello con una sonrisa en los labios y deposito un beso en su cien, despertándole de su sueño.

—Hola —ambos sonreímos —. ¿Qué sucede?

—Nada, acabo de despertar —admito en un susurro, mi voz sonando ronca y áspera —. Te amo.

Se voltea quedando cara a cara conmigo y besa mis labios en un corto beso, ofreciéndome una sonrisa de aquellas que me enamoran cada día más de ella si aquello es posible.

—Así como tú eres mía, yo soy tuyo —le susurro acariciando su rostro.

—¿Mío?

—Completamente tuyo

Dangerous Woman ©Where stories live. Discover now