Capítulo dieciséis

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Me debatí internamente entre descargar o no la aplicación, pero finalmente lo hice. Mi exceso de tiempo libre me había llevado a buscar formas de pasar el rato y había decidido intentar con Tinder; algo había en esa aplicación para que tuviera tanto éxito y ahora me tocaba probarla a mi misma.

Esperé un par de minutos en lo que la aplicación se descargaba, finalmente el cuadro con fondo blanco y una pequeña flama color roja, se vea claramente.

Seguí los pasos que me indicaba, desde elección de fotos y opté por no poner información sobre mi; nunca se me había dado eso de describirme en pocas palabras. Algunos minutos y ya estaba empezando con la función de la aplicación.

Me aparecían miles de opciones, al parecer medio Madrid utilizaba esta aplicación. ¿A caso la vida amorosa de todos era tan despreciable, para terminar de esta manera?

No niego que había tíos atractivos, pero al momento de leer un poco sobre ellos me arrepentía. Estaba siendo muy selectiva, así no tendría nada de suerte.

Pronto recibí un par de mensajes, indicándome que había hecho match con dos hombres diferentes. Sentí cierta emoción, pero ¿ahora que sigue?

Esperé a que algo pasara, pero nada pasó. Así que continué en mi búsqueda de citas, era divertido ver los perfiles de diferentes hombres y descartarlos con tanta sencillez; si la vida real fuera así.

Recibí un mensaje privado, al parecer alguno de los hombres con los que había hecho match, se había decidido a hablarme.

Había sido amable y me contaba un poco de su vida. Yo había intentado no soltar información privada, porque realmente no estaba segura de quien estaba al otro lado del móvil. Pero se ganó mi confianza cuando me contó respecto a su ex novia.

Su ex novia le había roto el corazón y estaba intentando rehacer su vida, pensaba que entrar a Tinder era un gran paso; por un momento me sentí conmovida y hasta cierto punto me identifiqué con su situación.

Yo que aun no entraba a clases y él con su insistencia, habíamos pasado una semana entera hablando a todas horas. Se sentía bien ser escuchado y aunque todavía no me animaba a contar mi historia personal, al menos tenía alguien con quien hablar.

Lo que en serio no esperaba, es que tuviera la idea de vernos tan pronto. Una cita a ciegas, no es lo que esperaba, pero si era lo único que podía hacer, me arriesgaría.

Además de que me encontraba en el síndrome premenstrual, unas ansias me invadieron y la idea de sexo casual dejó de parecer mala idea. Aunque también podría simplemente conocerlo, quizá y nos dábamos cuenta de que podríamos ser grandes amigos y terminaba siendo el padrino de mis hijos; hijos hipotéticos, obviamente. No me cerraba a todas las posibilidades.

Fui a la cocina y serví una copa de vino, necesitaba un poco de valor. Pablo, el tío que había conocido gracias a Tinder, pasaría por mi solo unos minutos después.

—Estoy frente a tu piso. —dijo al otro lado del móvil.

—Vale, ya voy. —di un ultimo sorbo a la copa de vino y salí de mi piso.

Al salir del edificio solo pude ver su auto y una figura dentro del auto, mi mayor error no fue fijarme con mas claridad en el hombre que estaba dentro.

—Hola. —dije abriendo la puerta, pero en ese momento quise salir corriendo.

Era él, claramente era él. Pero supongo que tenía una habilidad fotogénica tremenda, porque el tío atractivo de las fotografías había desaparecido por completo.

—Paula, ¿como estás? —respondió a mi saludo y no me quedó de otra que entrar al auto.

—Bien. —respondí insegura.

Me hubiera gustado poder decir que el camino había sido silencioso, pero fue todo menos eso. Había sido un monologo por parte de Pablo y su voz era horrorosa, era mas chillona que la mía.

Todo el camino había ido planeando la excusa perfecta, podría pretender que me daba un ataque y así poder escapar; pero ya habíamos llegado a un bar.

Al bajarnos, me di cuenta de que le sacaba media cabeza de altura. Comprendí porque la gente normal no tiene citas a ciegas arregladas por una estúpida aplicación.

Entramos al bar, fuimos directo hasta una mesa. El lugar era incluso mas pequeño que el meñique de mi pie izquierdo. Él pidió una cerveza y yo aproveché para intentar planear nuevamente otro escape.

—Voy al baño. —murmuré y caminé a paso apresurado hasta el baño del bar.

El plan era basicamente este, salir huyendo de ahí y regresar a casa para eliminar Tinder. Aunque había algunos problemas, el bar era tan pequeño que con solo estirar su diminuto brazo me obstruía el paso; podría intentarlo de cualquier manera.

Lo que no esperaba que me pasara, es dejar mi bolso en mi casa. No se si fue el síndrome o la copa de vino que me tomé antes de venir, pero había olvidado el bolso donde cargaba mi dinero. Sin un solo euro, no tendría manera de regresar a casa, no agarraría ningún taxi y jamás llegaría a casa caminando.

No me quedaba de otra, tendría que regresar con Pablito. Podría tomarme una cerveza y esperar a que él decidiera regresarme a casa.

—Has tardado bastante. —mencionó Pablo—. Creí que te habías escapado.

Comenzó a reír y no me quedó de otra que seguirle la broma, que mas que broma era nada mas que la realidad.

—Lo intenté, pero no tuve tanta suerte. —él comenzó a reír con mas fuerza.

—Cuéntame de ti. —pidió el moreno y vi mi oportunidad de zafarme de esta.

—Mi relación anterior terminó porque le fui infiel a mi pareja, con otros cinco... al mismo tiempo. —inventé intentando arruinar la conversación.

—¿En serio? Supongo que eres una mujer insaciable. —asentí—. Yo igual.

—Mi pasatiempo favorito es echarme fratulencias, la mas larga ha sido de tres minutos. —declaré segura de mi misma, intentando buscar que es lo que me haría escapar de una cita.

—Eres tan divertida. —respondió riendo nuevamente.

Un par de cervezas mas y le parecía aun mas la mujer perfecta, este hombre soportaba todo. Por fin pude sacarlo del bar, para que así me regresara a casa.

Pero solo había una cosa mas que nos podía pasar, control de alcoholemia. Un oficial lo obligó a bajarse del auto y lo hizo soplar al alcoholímetro. Para mi gran fortuna, la prueba dio positiva. ¿Cuánto había tomado este pobre imbécil?

—Tendremos que llevarnos el vehículo. —mencionó el oficial.

En ese momento quise subirme del lado del piloto y manejar dejando a todos atrás, tenía que escapar de ahí.

No tenía ni un centavo para ir de regreso a casa, además tenía a un lado a la peor cita que pueda existir.

Me bajé del auto y me acerqué a una oficial mujer, ella al menos en algún momento de su vida debió tener una mala cita y podría entenderme.

—Salí en una cita a ciegas con este tío; la peor decisión de mi vida, oficial. He tratado huir, pero he dejado mi bolso en casa y no tengo como regresar. Tenga un poco de clemencia, no por él, por mi. Se lo ruego, no le deseo a nadie que se encuentre en mi lugar. —expliqué intentando ablandarle el corazón a la mujer.

—No puedo hacer nada por ti. —respondió la mujer.

—Póngase en mi lugar, vea la cara de idiota que tiene, no pueden dejar aquí tirada en la acera con ese gilipollas. —lo señalé, ya no me importaba si escuchaba lo que decía.

Me miró con lastima y se acercó a hablar con su compañero, al parecer ambos se apiadaron de mi y nos dejaron seguir con nuestro camino. Esa mujer se merecía el cielo.

Llegamos a edificio, ni siquiera esperé a que el auto se frena completamente y ya estaba abriendo la puerta. Corrí y me adentré hasta mi edificio, indicándole al vigilante que si alguna vez veía ese hombre por aquí, jamás lo dejara entrar. 

Wonderland | Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now