Capitulo dos

2.2K 111 2
                                    

—Tranquila Paula, todo saldrá bien y tendrás la noche de tu vida. —me dije a mi misma, ante la mirada de una chica.

Me sentí intimidada, al parecer no le agradaba del todo mi presencia. Así que sin mas opté por salir lo mas pronto posible de aquel lugar, aventé a algunas personas en el proceso, pero finalmente estuve fuera del baño y lejos de aquella chica.

Me hice espacio entre las personas, con la única intención de decirle a María que teníamos que salir de ahí lo mas pronto posible. La chica en cualquier momento me encontraba y sacaba alguna navaja para cortar mis intestinos.

Un joven de quizás unos veinticinco años se acercó con intención de entablar una conversación, pero yo ya estaba huyendo de ahí.

Me metí por una sección que sentí un poco mas ligera, para llegar a toparme con un par de ojos color cielo. Una sonrisa se dibujó en el rostro del tío que ya había visto anteriormente.

—¿Si eres? —cuestioné como niña pequeña, en cualquier momento le pedía una foto y un autógrafo. Hasta que recordé en el lugar en el que estaba.

—Si soy. —respondió un poco creído, pero nada que no se pudiera soportar. —Pero ahora dime, ¿quien soy?

Lo miré por unos segundos y me giré a mirar alrededor. Podía decirle quien era y hacerlo sentir la gran cosa, o simplemente hacerme la desentendida.

—No se. —respondí poniendo mis manos en la cintura y cambiando mi actitud optimista por una un poco mas critica.

—Claro que sabes, dime quien soy. —anunció el chico con cierto aire de grandeza, acercándose a mi oído para oírlo mejor.

Negué moviendo mi cabeza y simplemente me encogí de hombros, restando importancia a la situación.

—No lo se, dime quien eres. —seguí su juego, estoy segura de que lo único que me daba este valor era el alcohol. En cualquier otro momento, ya hubiera corrido lejos de este chico.

—Te daré una pista, empieza con A. —soltó mientras ponía su mano en mi cintura, en otro momento habría quitado su mano pero ahora no me molesta.

—No tengo la menor idea. —sonreí con inocencia.

Pero sin darme cuenta de la intención del rubio, simplemente en un hábil movimiento acercó su rostro al mío y nuestros labios se juntaron. Fueron unos microsegundos, pero cuando me di cuenta de que me estaba besando, me quité rápidamente.

Me di media vuelta, dispuesta a seguir por mi camino y alejarme del chico de ojos mar. Fue un momento bastante extraño para mi.

Su mano me tomó por la muñeca y evitó que siguiera con mi marcha de libertad. Lo miré un poco frustrada, pero a él le parecía divertido.

—Vamos a un lugar mas tranquilo a platicar. —me indicó al oído y sin mas asentí.

Mi cuerpo chocó al suyo y pasó su brazo alrededor de mi cintura. Por alguna extraña razón no me molestaba que hiciera eso, al contrario me gustaba ver como estábamos recibiendo mucha atención mientras caminábamos con estilo por aquel abarrotado lugar.

Subimos algunas escaleras y llegamos hasta un lugar con menos personas que la zona de abajo. Había algunas salas, no había tanta gente, pero de cualquier manera cualquiera que estuviera en este piso podía ver.

Sin demorar mucho, pasó su otra mano por mi cintura y comenzamos a bailar al ritmo de la música que resonaba por todo el lugar. Mis manos se colocaron en sus hombros y optaba por siquiera mirarlo a la cara.

—¿Te intimido? —cuestionó burlón, mientras con su mano tomaba mi mejilla y me obligaba a toparme con su arrogante sonrisa.

—No. —respondí moviendo mi cara para que me soltara y esbocé una sonrisa para volver a ver en cualquier otra dirección.

El momento se había convertido en algo bastante extraño, solo bailábamos pero ninguno de los dos nos estábamos viendo. Ni siquiera nos animábamos a abrir la boca y yo no sabía que decirle para que este momento fuera un poco menos incomodo.

—Todavía no me dices quien eres. —reclamé mordiendo mi labio nerviosa.

—No necesitas saberlo. —declaró y sin perder mas el tiempo, repitió lo que había hecho en el piso de abajo.

Su mano pasó a mi cuello y sin permitirme negarme, simplemente atrajo nuestros rostros para que nuestros labios se unieran. Me quedé un poco extrañada, pero por alguna razón que aun no conocía, mis labios inexpertos comenzaron a seguir el ritmo de los suyos.

Lo que había comenzado con un inocente beso robado, se había convertido en algo que jamás hubiera imaginado que se pudiera hacer con la boca. Nos separamos, pero no tarde en apurarme y atraerlo para que nuestros labios se reconocieran nuevamente.

Todo se estaba convirtiendo en algo mucho mas intimo, sus manos se pasaron a dar un pequeño paseo por mi cuerpo y yo ni siquiera era capaz de dejar de probar su boca.

—Ven. —dijo deteniendo cualquier momento, y tomando mi mano.

Lo seguí, era un poco tonta quizás pensando esto, pero lo seguiría a cualquier parte. Bajamos nuevamente las escaleras, la gente aun nos veía con esa luz de emoción ajena.

Reconocí el camino y como nos dirigía a la puerta de salida. Me detuve y él también lo hizo porque yo no continuaría caminando.

—¿Pasa algo? —me cuestionó extrañado.

—¿A donde vamos? —pregunté temerosa de escuchar la respuesta.

—A un lugar mas tranquilo, un lugar donde podamos estar solos. —esbozó una sonrisa intentando tranquilizarme, pero ni siquiera su sonrisa y todo el alcohol que había tomado me haría poner un pie fuera de este lugar con él.

—No conseguirás eso de mi, no soy una de esas. —respondí orgullosa, soltándome de su agarre y dispuesta irme.

—¡Espera! —me gritó, pero ya era bastante tarde. Yo ya estaba de regreso en busca de mi mejor amiga.

Al encontrarla, vi que ella estaba mucho mas pasada de copas de lo que yo hubiera podido estar. Y me preocupaba bastante ver lo que le podría hacer el chico con el que estaba. Jamás me hubiera imaginado ver a aquella chica de trenzas en una situación como esta.

Ni siquiera me hubiera imaginado que yo sería capaz de pasar la noche, dejando que un desconocido me besara y me acariciara. Esta no era yo, esta no era la Paula de siempre. Mas no existía el sentimiento de culpabilidad, al menos no por ahora.

Jalé a mi amiga y como pude la puse de pie. Fue eterno el camino de salida y tenía miedo de toparme con el "desconocido", aunque yo sabía perfectamente quien era. Para mi suerte él ya no estaba ahí, pero ahora me enfrentaba a la dificultad de ver como llevar de regreso a María.

Algún tío amable que se compadeció de mi, me pidió un taxi y finalmente pudimos ir de regreso a nuestro edificio y luego a nuestro piso. No se si podría acostumbrarme a la vida de Madrid.

Wonderland | Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now