Capítulo cinco

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Sin ganas, coloqué maquillaje en mi rostro. No estaba segura de que fuera una buena decisión, después de todo el vestido lograba llamar demasiado la atención, como para aun agregarle detalles a mi rostro.

No estaba segura de cuanto tiempo había tardado en estar lista. Estaba segura de que no había sido poco, pero tampoco había tardado mucho tiempo. Y nuestro piso ya estaba invadido por miles de personas, de las cuales ni siquiera recuerdo haber visto su cara con anterioridad.

Busqué alrededor de la habitación, pero ni de esa manera logré encontrar a mi mejor amiga. Por lo tanto, caminé entre la multitud y me dirigí a la mesa de cristal que estaba en una de las esquinas de la habitación.

Había vasos de plástico color rojo, tomé uno y serví un poco de la botella de cristal, de la cual había logrado leer que era vodka.

—Es una broma, ¿cierto? —escuché una voz masculina, sonaba familiar pero no la identificaba de ninguna parte.

Giré mi cabeza para por fin descubrir quien hablaba y si se estaba dirigiendo a mi. Me topé con un par de ojos perfectamente marrones, mi mirada descendió por su rostro y se encontró con bello facial, en medio de este una agradable sonrisa.

—¿Qué? —cuestioné soltando una leve risa, no siempre era una persona amable con los extraños. Pero se trataba de une extraño bastante atractivo y no me costaba nada ser amable con él.

—Déjame ayudarte. —anunció quitando de mi mano la botella de cristal y de la otra mano el vaso color rojo.

Sin quitar su mirada de mi y esbozando una sonrisa divertida, comenzó a servir mucho mas del liquido transparente al vaso de plástico.

—Suficiente. —dije quitando el vaso de su mano, cuando me di cuenta de que ya era demasiado alcohol el que estaba sirviendo en mi vaso.

Seguí en lo mío y busqué un poco de zumo de arándano para servir en mi vaso, para que de esta manera el liquido que estaba en mi vaso tuviera un poco de sabor.

—Eres un tanto minuciosa. —indicó mientras se recargaba en la mesa de cristal, justo a mi costado.

En ese momento solo quise decirle como en la posición en la que estaba podría voltear la mesa, terminar tirando todo lo que tenía sobre esta y romper el cristal. Pero si quería convencer al chico de que no soy un "tanto minuciosa" y que si quiero puedo llegar a ser un poco divertida, no era lo mejor que podía decir.

—No lo soy, solo soy un poco...

—¿Calienta braguetas? —intervino una voz de fondo.

El chico sin nombre me miró sin comprender y después ambos miramos sincronizadamente a la persona que se había atrevido a intervenir en la conversación y haciéndolo de la manera menos acertada.

—¿En serio? —solté con un gran gruñido.

—¿Os conocéis? —cuestionó el de perfecto acento madrileño.

—No. —negué al instante.

—Si, aunque probablemente no lo recuerde. Tomó de mas esa noche. —se dirigió al desconocido, como si yo ni siquiera estuviera presente.

—Eso no es verdad. —reclamé frustrada.

—Lo es. Y te pido un favor, deja de negarme; Hieres mis sentimientos. —respondió de manera sarcástica.

—¿Sentimientos? Creí que no tenías. —dictaminé cruzándome de brazos y demostrándole que yo también podía jugar su juego.

—Te doy un consejo. Mejor huye mientras puedas, con esta tía no pasas de un buen morreo y ya. —en esta ocasión se dirigió al chico con bello facial, quien no tardó en mirarme confundido.

—Entiendo. —comentó el joven, antes de darse media vuelta con la intención de alejarse de donde estábamos.

—¿Que entiendes? —cuestioné perdiendo quizá un poco de dignidad, pero prefería eso a quedarme sola con Griezmann.

—Que vosotros estáis liados, no te preocupes. Todo perfecto. —aclaró el de cabello oscuro como si nada.

Esbozó una media sonrisa, como si eso fuera a servir de algo. Y como ya había hecho, nuevamente se dio media vuelta y en esta ocasión si se fue.

—¿Que tienes en la cabeza? No puedes ir arruinando los flirteos ajenos. —reclamé en tono de cansancio, no estaba ni siquiera como para enojarme. Porque al parecer, esta mañana descubrí que enojarme no funciona.

—Ya lo hice. —respondió tranquilo, cruzándose de brazos y demostrándome desafío.

—Ve, búscalo y dile que todo lo que dijiste no era cierto. —exclamé como una orden.

—No le mentiré. —respondió esbozando una media sonrisa burlona.

—Excelente, entonces voy yo. —dije ya harta de esta pequeña discusión y me di media vuelta dispuesta a ir en busca del chico.

—¿A donde crees que vas, muñeca? —cuestionó tomándome por el brazo y sin dejarme opción que quedarme ahí.

—Si tu no vas a ir, yo lo haré. —farfullé moviéndome para ver si de esta manera lograba soltarme de su agarre.

Pero no funcionaba, puesto que era mas la fuerza que él tenía en su brazo que la que yo pudiera hacer con todo mi cuerpo. Él comenzó a reír, hasta parecía un desquiciado. No se que podría divertirle tanto.

—No vas a venir, coquetear y negarte a darme lo que quiero. Simplemente no, no estarás con nadie hasta que yo consiga lo que quiero. Después me vale lo que hagas con tu vida. —declaró con autoridad.

—Eres un enfermo. —solté y sacando fuerza de quien sabe donde, logré soltarme de su agarre y escapar.

Caminé alrededor de la habitación, ya no buscaba encontrar al de antes, solo estaba buscando un lugar donde no tuviera que encontrarme nuevamente con Griezmann. ¿Que pasa por su cabeza?

—¿Que tal la sorpresa? —cuestionó mi amiga, quien se acercó a mi en un salto.

—¿Que sorpresa? —cuestioné esperando no escuchar algo que no me gustara.

—No me digas eso, ya te vi con él. —hizo un ademán y en ese momento me hizo odiarla.

—No tienes la menor idea de lo que hiciste. Es un enfermo, solo me quiere como un polvo. Acaba de amenazarme que no estaré con nadie mas, hasta que consiga lo que quiere. Dios, esto es una locura. —exclamé mientras golpeaba levemente mi cabeza con mis manos, esto se estaba saliendo un poco de control.

—Estás exagerando todo. Pero si la única solución es esa, pues tíratelo y ya. —propuso mi amiga y soltó una sonora carcajada, mientras salía corriendo a envolverse en brazos de un desconocido.

Wonderland | Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now