Capitulo 5.

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Ir al cine con Kellin, antes de la competencia, era divertido. No reíamos de las parejas y les lanzábamos palomitas de maíz, incluso a veces, bebida o cualquier dulce que tuviéramos a mano. Pero ahora era tan incómodo y tenso, que lo menos que disfrutaba eran justamente, las parejas a nuestro alrededor, ya que sabía que de un momento a otro podríamos.terminar igual, acurrucados y abrazados mientras nos besábamos, y aunque esto último no sonaba tan mal… no era nuestro estilo.
Sin embargo, ya no sabía lo cuál era el de Kellin, ni en lo que pensaba.
Antes estaba segura de que si veía un escote, iría tras la chica, o que si aparecía una rubia, enloquecería. Pero ya no, sólo tomaba mi mano, me guiaba por las calles de una tienda a otra y listo, no miraba a nadie y era atento conmigo. Y eso me estaba enloqueciendo.
No estaba acostumbrada a aquello a menos que fuera para coquetear, así que mucho menos con Kellin.
No tenía nada que ver la competencia, mientras ésta duró como sólo eso, algo en el plano sexual, las cosas eran sencillas. Manos por aquí, toqueteo por allá, una noche a la semana y amigos al otro día.
Suspiré agobiada, rezando para mis adentros que a Kellin no se le ocurriera utilizar el truco de pasar el brazo sobre los hombros de la chica, era ridículo y no lo entendía.
Ni siquiera sabía que películas veíamos, sólo estábamos allí.porque no me quería quedar a solas con Kellin en el departamento, me ponía los pelos de punta el saber que estaríamos cercas, él intentando enamorarme.
Era una idiota con I mayúscula; tenía bien claro en lo que me metía cuando le dije esas palabras a Kellin y aun así no me detuve ¿por qué? Claro, porque una parte de mí también lo quería, también quería estar con él.
Aunque lo que más me fastidiaba era el hecho de que recién me daba cuenta de que tal vez ese
sentimiento siempre estuvo allí, enterrado bajo capas de bromas y una amistad sólida. Hasta el día en que iniciamos esta locura.
Ahora, no podía concentrarme en la maldita película, hacia un calor de los mil demonios allí adentro y todos se besuqueaban como si no hubiera un mañana. Y Kellin tenía
su hombro pegado al mío, con su mano demasiado cerca de la mía.


—¡Tengo que ir al baño! —grité de pronto, al borde del colapso.

Me coloqué de pie y salí de la fila de butacas hasta el pasillo. Algunas personas comenzaron a gritarme para que me volviera a sentar, pero los ignoré y seguí mi camino.
Me lavé la cara y dejé que la sangre de mis mejillas descendiera. No podía, Kellin aún no hacía ninguna jugada y ya sentía su efecto en mí. Eso era lo peor, me sugestionaba a un punto inexplicable, me diagnosticaba signos de amor ante cualquier cosa, cada detalle, cada gesto y reacción que tuviera Kellin, y con eso una persona comenzaba a enamorarse.
¿Quién lo diría? Kellin el mujeriego y yo, la cualquiera. Una linda pareja si nos poníamos a pensarlo.
Me senté en el lavado, mis pies colgaron y me mojé un poco un costado del pantalón con agua,
pero no me importó, no iba a volver a esa sala con Kellin en la oscuridad, ni aunque me arrastraran. Me puse a jugar con mi celular, pasaron alrededor de diez minutos y nadie entraba al baño, seguro todas las chicas estaban ocupadas viendo las películas o con sus novios. Sonreí un poco, casi con timidez al pensar en la palabra novio, y me pregunté como se ajustaría en Kellin. Él no tenía novia hace años.
De repente, escuché que la puerta se abría de golpe y casi me caí del lavado. Me afirmé del borde y mi celular cayó al suelo, por suerte no se despedazo.


—¿Te duele algo? —quedé congelada ante su aterciopelada voz. Fue como una caricia y un
golpe a la vez.


—Kellin, ¿qué haces en el baño de mujeres? No me digas que tienes complejo de transformista —solté, con una risa al final para que entendiera que sólo bromeaba.

Pero él hizo caso omiso a mis palabras y se acercó peligrosamente a mí. Se posicionó entre mis piernas y con una mano tocó mi frente.

—Tienes un poco de fiebre —no quise contradecirlo o de lo contrario podría quedar en vergüenza, pero en algo tenía razón: me sentía algo enferma.


—No es nada, Kellin. Vamos a ver la película mejor —no quería ir allí de nuevo, pero al menos en la sala estaríamos rodeados de personas y no solos en un baño.


—Sería mejor si regresáramos a casa, te ves extraña —me dijo. Sus labios se movían y yo sólo los
miraba, apenas lo oía. Aunque sabía que eso no era por el hecho de sentirme agotada, sino porque me turbaba su cercanía.
Ahora era peor que al principio, donde sólo disfruté de su tacto y de las noches donde podíamos
hacerlo. Esta vez era como una descarga eléctrica que me exigía a gritos y a golpes al corazón, que me dejara llevar por Kellin. Pero no podía, por más modificada que estuviera la Regla 4, seguían existiendo tres anteriores. Y no estaba dispuesta a perder por más que lo deseara.

—Kellin, en serio… no quiero irme todavía.


Me rodeó la cintura y me obligó a mirarlo a los ojos. Ok, estaba perdida. Me rendía, era demasiado
para mí, llevábamos alrededor de dos meses con la competencia y no lo soportaba más.

—Escucha, D… —y lo besé y di fin a toda esta locura. Lo callé de la mejor forma posible y pasé mis
manos por sus hombros, acaricié su cuello y me dejé llevar por su aliento fundido contra el mío.


Me agarró de las piernas y me levantó sin suponer el menor esfuerzo. Me aferré a él con mis piernas y las crucé tras su espalda, todo eso sin dejar de besarnos.
Me estrelló contra la pared con algo de violencia, pero no protesté, me encantaba cuando sacaba ese lado salvaje.
No me importaba en lo más mínimo estar en un baño público, quería a Kellin en ese momento y la sociedad y los mirones no me detendrían. En menos de un minuto le quité la camiseta y
admiré su torso desnudo. Su respiración era cálida y cada vez
sentía más calor en mis mejillas.
No fue necesario quitarnos toda la ropa, podíamos hacerlo a medias.
Le bajé el cierre del pantalón mientras el besaba mi cuello.
Cuando estábamos a punto de hacerlo, hizo un movimiento brusco y, aún en sus brazos, corrió dentro de un cubículo y nos encerró.
Alguien había entrado, dos chicas conversaban sobre una comedia romántica. No las podíamos ver, pero sí oír, y parecía que no se irían nunca.
—Lo siento, no lo resisto más —me susurró Kellin contra mi oído y no entendí a qué se refería hasta que lo sentí chocar contra mí. Gemí fuerte, lo sabía, y seguramente las chicas se habían asustado.
Para hacerme callar, Kellin me besó conteniendo la respiración. Moría por que se moviera, que hiciera algo, pero que no se quedara quieto porque me desesperaba.
Oímos los tacones de las chicas y
la puerta cerrarse, y sólo ahí, Kellin se soltó por completó y me hizo gritar contra sus labios.
Era sumamente incómodo hacerlo
así, él de pie y yo en sus brazos,
mitad colgando de su cintura. Pero
no importaba porque era excitante
el pensamiento de que podríamos
ser descubiertos en cualquier
momento.
—Kellin… —gemí en su oído, casi como un susurro.
Y me di cuenta de que éramos
brutos, unos irresponsables. Lo
estábamos haciendo sin
protección.
—Kell… detente…no, espera… —
trataba de decírselo, pero él seguía en lo suyo y parecía decidido.
Intenté separarme, pero estaba
entre su cuerpo y la pared sin
siquiera milímetros de espacio
vacío.
Fue demasiado tarde cuando se
vino y gruñó de placer. Lo abracé
del cuello, esperando no haber
cometido un error y lo besé otra
vez.
—Dios, deberíamos venir al cine
más seguido —me dije. Esbocé una
sonrisa, derrotada y agotada.
—Kell… perdí… caí ante ti —le
dije cuando me dejó sobre la tapa
del excusado.
—¿Te enamoraste de mí? —
preguntó con firmeza. Titubeé un
poco, la verdad, es que sí, tal vez
desde el principio al igual que él,
sólo que estaba demasiado ciega
para verlo más allá de mis narices.
Pero mi orgullo seguía siendo más
grande y no quería que esto se
terminara.
—Un poco… en parte… tendrás
que seguir intentándolo —le dije
con una sonrisa. Él me la devolvió.
—Sería todo un honor, ¿y sabes
cuál la mejor parte?
—¿Cuál?
—Que hoy es viernes —me guiñó
un ojo y supe que a pesar de
haber perdido desde que lo besé
por primera vez, esto no acabaría
tan pronto.

Reglas del sexo. • Kellin Quinn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora