Capitulo 2. 1/2

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Me lavaba los dientes mientras Kell se duchaba.
Teníamos ese tipo de confianza a pesar de nunca habernos visto si quiera desnudos. Y todo acabaría esta mañana cuando diéramos comienzo a la competencia.
Acordamos poner fecha y hora para iniciar con esto, decidimos que el día lunes sería perfecto y como ambos nos despertábamos tarde desde que abandonamos la universidad, a las una de la tarde en punto las cosas cambiarían.
Así que aprovechábamos estos momentos en que seguíamos como si nada.


—Kell, se acabó el cereal y la leche, hay que comprar más. Iré al supermercado esta tarde —le dije.


Yo no era cobarde, de lo contrario jamás hubiese aceptado la competencia, pero no podía negar que tener a Kellin en el mismo departamento que yo y en plan de seducción no era una idea muy atrayente, porque tenía que admitirlo, Kellin era increíble en todos los sentidos – físicamente- y ya sabía como funcionaba cuando iba al acecho de alguna chica. Lo mejor era estar lejos de él cuanto pudiera al comienzo, después se relajaría y esperaba que olvidara todo el asunto y diéramos por cerrado el tema.


—Te acompaño, tengo que comprar unas cosas para mi cabello —maldije por lo bajo y me enjuague la pasta dental. Kell cerró el grifo de la tina y me fui del baño antes de que saliera, no tenía la necesidad de adelantarme al juego.


Desayunamos en silencio, tomamos café y unas galletas, no había mucho para comer por lo que la compra de esta tarde era de vida o muerte.
Pero ya no tenía hambre cuando vi el reloj y me di cuenta de que faltaban diez minutos para que fueran la una.
Mi estómago se revolvió y por un momento me arrepentí de haber bebido esa taza de café.


—Ya va a ser la hora —dijo Kellin de pronto. Asentí y ambos nos dedicamos una mirada de arrepentimiento.


Nos sentamos en el sofá a ver televisión durante los minutos que faltaban, era algo habitual pasar más de la mitad del día sentados viendo televisión.
Estuve esos diez minutos pensando en maneras de evitar a Kellin o de hacerlo caer antes de que él lo hiciera conmigo. Las cosas eran complicadas, podíamos acostarnos, ese era el trato, pero si en algún momento uno le pedía al otro tener sexo, perdía automáticamente. Y sólo se podía los viernes y por decisión mutua, por condiciones de Kellin que se empeñaba en complicar toda esta competencia.
Era un idiota, no se conformaba con hacer de nuestra amistad añicos, sino que estaríamos en abstinencia durante una semana hasta que llegara el día en que podíamos hacer lo que quisiéramos, siempre y cuando fuera entre nosotros dos, o de lo contrario romperíamos la Regla n°5 y perderíamos de inmediato.
De pronto, sentí la yema de sus dedos en mi cuello acariciando mi nuca. Me separé de un salto y lo miré asustada, ¿qué le pasaba?
Entonces vi su sonrisa petulante y luego el reloj. Las 1:02. Que comience la locura.

(…)

—¡Kell, voy a comprar! —le grité desde la puerta, con ésta abierta y lista para irme. Escuché sus pasos desde el pasillo y corrió hasta mi lado con una chaqueta y la billetera en la mano.

—Estoy listo —me dijo. Y nos fuimos.


Me pareció raro, pero sabía que tramaba algo, porque después de la caricia en mi cuello, no intentó nada más en toda la tarde. Y no quería ser yo quien diera el primer gran paso o descubriría mi estrategia.
No fuimos en auto, el supermercado quedaba a tres cuadras del edificio –una de las ventajas de vivir en el centro de la ciudad-. Caminamos sin decir nada, Kellin parecía en otro mundo, miraba todas las cosas con sumo interés como si nunca antes hubiese visto un árbol o un poste.
Al llegar al supermercado, no nos tardamos mucho. Pusimos comida para toda la semana en el carro, Kellin buscó sus productos para el cabello y listo, no tardamos ni media hora.
Pero se presentó un problema en la caja al momento de pagar. Más bien, un problema para Kellin. Y quería ver como lo solucionaba.
Una chica pelirroja atendía, y a pesar de llevar el uniforme –un delantal rojo con una placa en el pecho donde estaba escrito su
nombre- tenía un escote muy pronunciado y era muy desarrollada, hasta una chica se podía dar cuenta que ella podía revolucionar las hormonas de cualquier chico heterosexual.
Sin embargo, Kell hizo acopio de una fuerza que no sabía que tenía, porque en ningún momento miró a la chica. Aunque se mordía el labio constantemente y eso no pasó desapercibido por la pelirroja, que parecía muy interesada en la indiferencia de Kellin.
De un momento a otro, Kellin me dijo que se adelantaría y que me esperaría afuera del supermercado. Cuando se marchó, la chica no dejó de mirarlo hasta que salió.


—¿Es tu novio? —preguntó muy interesada.


Y se me ocurrió una idea que podía darme la victoria sin necesidad de arruinar la amistad que tenía con Kellin.


—No, está soltero. Pero te digo un secreto… él está muy interesado en ti, siempre me acompaña a comprar, pero nunca antes se había atrevido a entrar al supermercado porque lo pones muy nervioso, ya lo has visto, salió casi corriendo —y se tragó toda la mentira.


Lucía como una chica fácil, así que era pan comido. Esta noche Kellin perdería.


—Si quieres, te puedo arreglar una cita con él —eso le fascinó.


Aceptó encantada y le di la dirección del departamento, le dije que podía pasarse por allí como a las ocho o a la hora que saliera del trabajo, estaríamos todo el día allí de todas formas. Nadie hacia fiestas los lunes.
Cuando salí, Kellin me ayudó con las bolsas.
Por un momento creí que me había equivocado de persona, porque él nunca en su vida me había ayudado a llevar algo.
Podía tener diez bolsas en las manos y él observaría como las cargaba.


—¿Kell, eres tú? ¿O fuiste abducido por algún alienígena? —ser rio de mí, pero no me dijo nada.


Algo andaba raro en él, algo se traía entre manos y si no hacía un plan aparte del de la chica pelirroja, podía perder.

Reglas del sexo. • Kellin Quinn.Where stories live. Discover now