Capítulo· 10 La noche que Annlisse desapareció

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—Pero no le puedes decir a nadie, debes jurarlo —. Lo decía la hermosa niña mientras lo miraba directamente a los ojos.
—Lo juro.

Lo que pasó fue que la noche anterior, como a la 1 de la mañana, escuché un fuerte ruido cerca de mi casa. Sabes que nunca me duermo temprano y ese día no fue la excepción, así que decidí asomarme, y era un auto nuevo, color gris, que había estacionado cerca del buzón de los Feiderzon, los vecinos contiguos a la casa de Annelisse. Mientras observaba las razones por las que creo que niños de 16 años no deberían conducir, vi cómo la luz de la habitación de Annelisse se encendió. Al principio, veía una sombra pasar de un lado a otro; era la de ella, puedo asegurarlo. Esa noche yo tenía que sacar la basura y no lo había hecho. Sabía que si amanecía en casa, mamá me mataría, así que encontré una perfecta excusa para mirar más de cerca lo que estaba aconteciendo. Claro está que la idea no surgió de inmediato y en ese trayecto, vi cómo el carro se estacionó al frente de su casa y ella apagaba la luz; entonces, me tranquilicé porque supuse que fue una simple coincidencia. Salí con la basura y la tiré en el cesto. Sabes que está algo lejos de la puerta de mi casa, así que tuve que caminar descalza por la acera que atraviesa el jardín. Pero, Noel, algo realmente me aterrorizó. Cuando deposité la basura, escuché una voz que susurraba mi nombre —Victoria —llamaba. —Victoria.

Me asusté tanto que empecé a correr, pero vi cómo se movían los arbustos. Entonces, frené; era Annelisse, que parecía un fantasma. Hace cinco minutos estaba en su habitación y ahora en mi jardín. Perpleja, recuerdo que le pregunté:
—¿Annelisse qué haces aquí? —Hizo una señal con su dedo frente a su boca, para que no hablara fuerte, después agregó—. No digas mi nombre —. Al salir un poco del arbusto, pidió que la ayudara. Dijo que alguien había entrado a su casa y que intentaron llevársela, pero escapó por la puerta de atrás. No pudo decirme nada más porque las luces del auto se encendieron, y unas sombras empezaron a salir del jardín de los Richardson. En ese momento, me jaló del brazo y me dijo que por favor me metiera junto a ella en el arbusto. Su cara y su voz lo reflejaban todo; tenía pánico. Podría decir que esa no era Annelisse, olvidó por completo la máscara que siempre andaba puesta y con la sinceridad más grande me pidió ayuda. Sabes que la casa de la chica es un espacio muy grande de césped alrededor, además de que si cruzas la cerca blanca y te vas por el lado derecho, llegarás justo debajo del cuarto de la niña. Bueno, pues de allí venían los tipos. Le dije que tenía que ver lo que estaba sucediendo. Mi casa, como sabrás, tiene una cerca hecha de arbustos que da justo hacia la calle, así que le dije que me iría gateando hasta llegar allí para ver lo que ocurría. Me repitió varias veces que no lo hiciera, que ellos eran peligrosos y podían hacerme daño y a ella.

Pero no, yo tenía que saber qué era lo que querían. Así que gateé hasta los arbustos. Debo decirte que me hice la valiente para darle algo de fuerzas; ella iba a morir del miedo, pero por dentro rezaba para que no me escucharan ni me vieran. Puse mis dos manos en el húmedo césped y caminé lo más sigilosa posible. Trataba de que no sonara el crujido del zacate al pisarlo y emprendí carrera; en pocos segundos ya estaba del otro lado. Hice un pequeño hueco en el arbusto, vi cómo los hombres venían desde la parte derecha de la casa y empezaron a buscar algo. De pronto y sin preverlo, se agacharon a buscar debajo del carro; me aterré. Después de un tiempo prudencial, volví a abrir el hoyo y aún seguían buscando. Rodearon la casa de Annelisse y de pronto uno se empezó a acercar de manera amenazante hacia mí. De nuevo, la presión del pánico sucumbió mi cuerpo; el hombre se colocó justo al frente, movió un poco los arbustos, yo solo estaba inmóvil, mis manos no paraban de sudar y sentí el mayor miedo de mi vida, luego agregó:

—Aquí no está, de seguro huyó.

A lo lejos se escuchó que alguien le respondió.

—Esta niña nos da demasiados problemas —dijo el hombre ofuscado.

Los hombres se subieron al auto, yo vi cuando arrancó a gran velocidad y se alejó. Así que aún agachada, porque sabía que podía ser una trampa, regresé con Annelisse y le dije:

—Ya se fueron.

—¿Segura?

—Sí —. La tomé del brazo y aún agachadas entramos a la casa por la ventana del costado que da a la sala, se sintió un gran vacío, pero estábamos a salvo.

—Vamos a mi habitación.

Ella asintió con la cabeza, empezó a caminar y luego dijo:

—¿Podemos cerrar la ventana con seguro?—. No quiero que entren.

Asentí y después de subir las escaleras fue imposible no preguntarle sobre lo que estaba ocurriendo, pero no obtuve respuesta, me evadió con otra pregunta.

—¿Crees que regresen?—. Seguidamente le pregunté si no se sentiría más segura en su casa. Tonta yo, era obvio que con semejante susto nadie nunca querría cruzar esa calle y volver a casa donde sabía que la estaban buscando.

Obviamente se negó rotundamente, de hecho le asustó el solo pensar en volver allá, así que cometí la estupidez de preguntarle si quería pasar la noche en mi casa.

Ella aliviada respondió que sí, pero antes me hizo jurar con mi vida que yo nunca le contaría esto a nadie y menos a la policía. En el momento no entendí ya que la policía podría ayudarnos a encontrar a esos sujetos, pero ella agregó:

—Hay demasiadas cosas que no sabes y la policía solo podrían arruinar todo lo que he hecho, promételo, Victoria, júramelo.

Mira, Noel, sé lo que dirás y sí, la odiaba aún en ese momento, pero ¿qué me crees? Esa niña estaba aterrorizada y por alguna razón ni sus padres ni la policía le daban esa calma, por eso creí que estaría más tranquila en otro lugar que no fuese su casa, le prometí que no le diría a nadie.

—Victoria ¿Qué más pasó?—. Interrumpió él.

—Eso es lo más extraño, dormimos juntas en la misma cama ya que era demasiado tarde y peligroso buscar otra solución. Le presté una de mis pijamas y antes de dormirnos le pregunté —. ¿Qué demonios pasa? Pero por más que pregunté, ella no respondió, dijo que tenía sueño, así que supuse que ya no quería hablar más de ello y pensé que me contaría al día siguiente. Ella dio media vuelta y se hizo la dormida; me dio tanto miedo que solo quería descansar y esperar que fuese otro día para que se fuera, anhelaba ver ya la luz del sol.

—¿Por qué no preguntaste más? ¿Acaso es lógico que dos hombres anden buscando una niña de 17 años en medio de la noche para llevársela?

—Estaba asustada, no lo sé, ella estaba peor que yo, claro que no tenía cabeza para un interrogatorio de mi parte. Además, Noel, seamos honestos, nunca me ha soportado y ni yo a ella. ¿Crees que me diría la verdad?

–Al final le pregunté que de qué huía, pero solo respondió: De mi cruda realidad. Después agregó: Gracias, Victoria. Y nos dormimos.

Lo peor de la historia fue que al día siguiente ella ya no estaba ahí, como si de un fantasma se tratara, solo desapareció. ¿A dónde demonios se fue? Había dejado mi ropa doblada, salí corriendo a revisar la ventana y estaba cerrada; eso me dio miedo.

Después de ese día no la volví a ver, hasta el día que se dio por desaparecida.

AnnelisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora