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Aún no había amanecido, era alrededor de las cuatro de la mañana. La niebla de la humedad mañanera cubría el suelo, el ambiente era frío, pero dos cuerpos dormidos dentro de aquel lugar de madera estaban a temperatura ambiente, ayudandose el uno al otro.

Lentamente, el esclavo comenzó a abrir los ojos, y al notar que aún seguía oscuro, respiró de alivio. Miró como su esposa seguía acurrucada en su pecho, y sonrió "Hm... Esposa, hasta se siente raro". Se movió levemente, y confirmo lo que quería: sus heridas estaban curadas, aunque no del todo, pero no le dolían.

-Levy... Levy- susurro, tratando de despertarla. Sólo se acomodó mejor en su desnudo torso, a lo que el río -Enana... Levántate, hay que evitar los problemas-

-Ññh... Cinco más...-

-Gee~hee ¿Quieres que haga algo para que despiertes?- Captó el segundo sentido de sus palabras, y abrió los ojos automáticamente.

-¡Gajeel!- Le golpeo el pecho, ambos riendo. Después de un tiempo, Gajeel tuvo que convencerla de atarlo otra vez. Era demaciado riesgoso el que llegarán y lo vieran suelto, sano y repuesto. Ella solo lo amarró, no iba a azotarlo como él quería. Lo miro con duda, no quería irse, dejarlo denuevo. Sus manos otra vez sobre su cabeza, los pies en el aire ¿Como podía estar así por horas? -Oe Enana...- Ella solo lo observó, el Redfox persiviendo el dolor en su alma. -acércate...-

Levy obedeció, buscó algo en que poder apoyarse para estar a su altura -Estoy bien, gracias a ti... Además, no subestimes al Hombre de Hierro- Aquello, aunque no quería, le había causado gracia. Acaricio su mejilla hasta llegar a la barbilla, tocando las dos incrustaciones de metal. Finalmente, dejo un casto beso que los envolvió a ambos, y poco a poco se alejó.

-Cuídate... Te amo- y cerró las puertas. Justo antes de salir tomó la lámpara que trajo ayer, y sin más, la ilumino para volver en su camino de regreso a su casa, lugar donde comenzaba el hoyo negro...

*.*.*.*

Estaba terminando de doblar las sábanas de su cuarto, al volver decidió seguir con el sueño, seguía si riendo su calidez. Levy deslizo la mano por el pliege de su cama, y suspiró. Aún tenía los papeles que dejó anoche incompletos, aquellos que tenían sus ideas, sus planes, los acuerdos... Con lo que lograría su objetivo.

Le agradecía a Juvia y Natsu por todo lo que hacían, ni ella pensaba, cuantos estaban de su lado...

~ -Entonces hablé con él, y me dijo que quiere conocerte- Ambas peli-azules se taparon la boca sorprendidas.

Waaaa! Levy, por fin los veremos libres... Libres- La Loxar tomó las manos de su amiga, sus ojos algo nublados. Levy también comenzaba a sentirlos aguados, esto era algo increíble.

- ¿E-Enserio me quiere conocer?-

-Mjm, y lo que más le atrajo la atención era que eras una McGarden... Je, y ni que se diga cuando le dije que mi Tío era familia de los Marvell, hay entró en cólera. Rogue lo tuvo que controlar, pensaba que enviaba hasta espías- El peli-rosa río recordando aquello, justo después de haber escuchado toda la historia de él y su fallecido amigo Laxus. Sus compañeras se sintieron algo mal por el al saber tal noticia, pero les dijo que no se preocuparán, pues él también se encargaría de terminar su deseo...

- ¡Oh! ¡oh! Natsu, Juvia también desea unirse ¿Rogue podrá hablar con él para que Juvia sea abolicionista?-

-Claro Juvia, de hecho, me lo puedes pedir a mi, ya soy miembro oficial- Mostró su amplia sonrisa, y Levy no pudo hacer más que agradecer a Kami-sama por todo... Porque se estaba cumpliendo, lo
lograría.

-Ahora... Ya que Rogue no pudo venir ¿Te puedo pedir, Levy, que inicies todas tus expectativas? Quizás nos puedan ayudar, él las puede conciderar y hablar con los demás al mando-

Claro Natsu! Ahorita mismo comenzare... Te lo agradezco de corazón casi hermano...-

-Si Natsu, Juvia también agradece todo... Que todos estemos en esto, es alucinante-

El Deagneel se inclinó, y pronuncio con voz de locutor -No hay de qué señoritas- y ellas rieron ~

Sonrió recordando, el inicio de su nueva vida, junto a él. Porque más que darle amor, quería darle su felicidad, su libertad... Y no solo la de él, sino la de todos. Ya no más esclavitud, no más denominación por color, ya no más abusos... Uno donde sabía que podía hacer su familia.

Bajó la mirada a su vientre, y se tocó con delicadeza. Respiró -Si lo logro... Sé que ambos estarán sin barreras...- Cerró los ojos, y pensó muy profundo... Tomando la decisión. -Debo decirle... Igual, lo descubrirá- Y era que, mientras el estaba en el monte trabajando, ella llevaba al fruto se su unión, ya de tres meces. Incluso Sexta había pensado en reducirle las raciones de comida, ya se notaba algo su barriga.

Los mareos, las naunceas, su apetito había aumentado. Sintió miedo, no se lo quería decir a nadie, así que se adentró en sus libros, para confirmar sus sospechas... Estaba embaraza de su marido: un esclavo.

Se sentó, aún pensando en su decisión. No sabía que pasaría, como reaccionaria, las consecuencias que traía... Pero estaba decidida. Lo tendría, incluso si tenía que huir junto a él, ir a donde Gildarts, o hasta a España, pero no dejaría que su hijo viviera aquella vida... Comenzó a fantasear, en el futuro..

Ya veía como su pequeño o pequeña corría por los prados, una pequeña casa de madera quizás escondida en la montaña. Allí, Gajeel lo cargaba y caminaban hacia ella... O quizás en alguna revolución de los abolicionistas... Tenía miedo, temor a lo que pudiera sucederle a él, aquel pequeño ser que venía en camino... Su destino prácticamente estaba en sus manos; pues aunque era española, hija de hacendado, sabía que él la destituiría tan pronto lo supiera. O peor... Quizás lo... Movió la cabeza rápido, borrando todo la mezcla de pensamientos de allí. La McGarden decidió solo pensar en el ahora.

Tomó las inmaculadas ropas de cama que terminó de doblar, y las colocó en una cesta al lado de su mesa de noche, al subir la vista, ésta se detuvo en la pequeña figurilla de porcelana, El hada. Aquella que su actual esposo le había obsequiado sin saber cómo. Miled de recuerdos la invadieron, hasta sentimientos encontrados... El valor sentimental que había desarrollado era imposible de superar... Pero el momento colapsó al oír tres golpes en la puerta, rápido se volteó y dijo "Entre", para su alivio, era la anciana, su dulce mentora.

Respiró para calmarse -Sexta, eres tu...- No dijo nada, solo se abrazaron en silencio. La esclava se separó y besó la frente de la joven como muestra de afecto.

-Dime miamol...¿Cómo eta él?- preguntó sin soltar el abrazo, la McGarden solo pudo sonreír con melancolía mientras acomodaba su rosyto en el hombro de la mujer.

-...Ahora, mejor- rompió el abrazo y tomó sus manos-Todo está bien... Aunque fue algo fuerte, lo deje lo mejor que pude-

-Mi niña...- Le acarició el cabello-Tu ere' su mejor medicina... Gracias- Ambas se sonrieron, era lo más que podían hacet en estas situaciones, darse fuerza mutuamente-Pero lamentablemnete, no vine a decilte' eso na mah'- Sus rasgos camviaron a confusión, Sexta frotó sus dedos enen las manos de la chica con la cabeza agachada -Eh' tu papá... Quiere velte...- La sangre se le congeló. Eso, nunca, eran buenas noticias...

*.*.*.*

Cerró la puerta detrás de ella. Recostandose de esta algo insegura, encontró valor para que sus cuetdas vocakes producieran palabras, sin ssbes lo mucho que le costaría aguantarlas, sin saber lo que el destino le guardaría... Subió su semblante, enfrentándose a lo que para su mala suerte, no podía evitar

-Padre.... ¿A que debo tu llamado?-

Rompiendo las cadenas... {Gajevy/GaLe A.U.} *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora