11:46 pm

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Me encontraba sentada en la orilla de mi cama que al igual que yo, estaba totalmente deshecha. Los eventos ocurridos hace apenas unas horas daban vueltas dentro de mi cabeza. Me sorprendió la manera en la que tomé la situación, tal vez fue el peso de la verdad lo que me hizo entrar en razón, eliminando la posibilidad de querer llorar hasta quedarme dormida, o simplemente mi tristeza había llegado a tal grado de superar lo exterior, es decir, al grado de no poder llorar "por fuera", pues en mi interior se desataba una tormenta.
No me cabía en la cabeza cómo podía haber dejado que él se volviera tan parte de mi y ahora sufría las consecuencias, pues sentía como si me hubieran arrancado, sin anestesia, el corazón.
Era tan difícil imaginar que ya no recibiría un mensaje de buenas noches y mucho menos uno de buenos días.
Me quejaba tanto de la rutina, la verdad es que la detestaba, siempre lo había hecho. No soportaba la sensación de tener que vivir lo mismo día tras día, sin ninguna emoción aparente. Y luego llegó él.
Llegó y volteó mi mundo al revés, dejándome sin aliento desde el primer instante que cruzamos miradas.
Él hacía que mis días se pintaran de mil colores, deshaciéndose por completo de mi perspectiva a blanco y negro.
Y no sé en qué momento todo empezó a tratarse de él; cualquier canción parecía hablar de él, cualquier frase de alguna película o serie, hasta los personajes de los libros que tanto disfrutaba leer comenzaban a parecerse a él...
De pronto mi vida se había transformado, de alguna manera él había logrado que yo ansiara levantarme temprano para ir a la escuela, solo porque eso significaría verlo.
Se volvió tan parte de mi rutina que acostumbrarme a no tenerlo cerca parecía imposible.
Y es que, no me puedo culpar, cualquiera se podría enamorar de un alma tan libre como él. Un alma que tenía el poder de prender el cielo en llamas.
Tan solo recordar la manera en que los ojos se le iluminaban cuando hablaba de algo que le apasionaba, hacía que se me tensara el cuerpo.
Esos ojos.
Tan fuera de este mundo que hasta parecía que las estrellas estaban celosas de su belleza.
Hasta ahora no he podido encontrar las palabras para describir lo que sus ojos me transmitían. Era una sensación eléctrica, irresistible, un tanto hipnótica.
Era como si con tan solo mirarte, pudiera leer tu mente y desenmascarar tu propio misterio.
Él era una paradoja, un enigma.
Y me costaba tanto trabajo comprender que no era yo quien podría resolverlo.
Enredada en mis pensamientos, finalmente decidí recostarme. El amanecer que anunciaría el inicio del fin de semana, estaba cerca. Por última vez recordé con detalle su risa, la manera en la que me abrazaba y hasta me permití retroceder al día que nos dimos nuestro primer beso.
Finalmente susurré un último "adiós" y cerré los ojos para enseguida hundirme en un profundo sueño, esperando no verlo en mis sueños.

Crónicas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora