Capítulo 35

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La vejiga me va a reventar. Tengo tantas ganas de ir al baño, que eso hace que despierte abruptamente. La pesadez en mis párpados, sin embargo, es casi tan intensa como la necesidad imperiosa que tengo de hacer mis necesidades primarias.

Parpadeo un par de veces, aún aturdida y adormilada, y me confunde un poco la oscuridad en la que está envuelto todo.

Me toma unos instantes acostumbrarme a la tenue iluminación que entra por la ventana, y es sólo hasta ese momento que me doy cuenta de que aún es de noche. Un bostezo largo y pesado me asalta y estiro mi cuerpo involuntariamente.


El peso que se ha asentado en mi cintura se hace más presente ahora que todos mis músculos se han tensado para desperezarse, y es sólo entonces cuando giro la cara para encontrarme con la visión de una melena enmarañada. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando estiro el brazo para apartar el cabello del rostro de Harry y él suelta un sonido grave cuando mis dedos acarician su mejilla deliberadamente.

Su brazo descansa sobre mi cintura, mientras que el edredón se enreda en su torso a la altura de los omóplatos. Sigue desnudo y eso sólo hace que mi rostro se caliente debido a los recuerdos de nuestra noche más temprana.

Aún me arden los labios por el contacto furioso de sus besos. Aún me duelen los músculos por toda la actividad que tuvimos. Estoy agotada y, al mismo tiempo, me siento como si estuviese llena de energía, danzando sobre una nube; como si el mundo entero empezara a tomar el rumbo correcto.

Nunca antes había sido tan feliz. Nunca antes me había sentido así de bien...


Las exigencias de mi cuerpo me traen de vuelta a la realidad y dejo escapar un suspiro cansado mientras que me deshago del brazo que me envuelve y de las cobijas que me mantienen a una temperatura decente.

El frío me pone la carne de gallina en el momento en el que me incorporo, así que me abrazo a mí misma y camino a tientas por la habitación para ponerme algo de ropa. Soy plenamente consciente de la desnudez de mi cuerpo y, por idiota que parezca, eso me hace sonreír. Me hace sentirme como una adolescente enamorada.


No me toma mucho tiempo enfundarme en las bragas limpias que tomé de la maleta antes de meterme en la ducha con Harry, y la sudadera con la que planeaba vestirme para dormir. Una vez que estoy lista, salgo de la habitación y avanzo hasta llegar al baño.

La luz de la pequeña estancia me ciega durante unos instantes, pero eso no impide que cierre la puerta a tientas y me disponga a hacer mis necesidades primarias. El agua helada muerde la piel de mis manos cuando las lavo, y murmuro una maldición antes de secarme con la austera toalla blanca que se encuentra colgada junto al lavamanos. Entonces, salgo al pasillo y me encamino hasta la cocina para tomar un poco de agua.

Las baldosas heladas de la estancia me hacen avanzar de puntillas hasta el apagador de la luz y, una vez que lo enciendo, me muevo dando brincos para no congelarme.


Una alacena tras otra es abierta en mi búsqueda de algún vaso, pero no es hasta que hurgo en las que se encuentran en la repisa superior, que encuentro uno.

Sin perder el tiempo, me encamino hasta el grifo del agua y lo lleno antes de beber todo el contenido de un solo trago. Al terminar, lavo el trasto que utilicé y lo dejo en la rejilla para encaminarme de vuelta a la habitación de Harry.

MONSTRUO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora