Capítulo 25

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No puedo apartar la vista de él.

Mis ojos están clavados en la figura imponente que se encuentra medio sentada en una cama del hospital y me siento extraña, ligera, ajena a todo lo que me ocurre y, al mismo tiempo, plenamente consciente de cada uno de sus movimientos.

Él tampoco deja de mirarme. Sus impresionantes ojos verdes están clavados en los míos, mientras que sus cejas espesas los enmarcan un gesto contrariado y duro.


No sé cuánto tiempo hemos permanecido así; yo aquí, recargada contra la puerta; y él allá, elevado en su torso sobre la cama.

Su cabello largo cae sobre sus hombros en ondas desordenadas y alborotadas, y no puedo evitar notar cómo enfatiza los ángulos duros y afilados de su rostro. Sus manos están sobre sus muslos, en un gesto relajado; pero sus dedos están crispados sobre el material de la sábana delgada que lo cubre.

Harry luce tenso, ansioso, nervioso... Y no me siento capaz de acercarme para aliviarlo. Ni siquiera me siento capaz de dar diez pasos para llegar a la silla que he colocado junto a su cama.

— ¿Estás enojada? —El sonido de su voz ronca y arrastrada, hace que mi corazón se detenga para reanudar su marcha a toda velocidad.

Una roca se instala en mi estómago en ese momento, pero me las arreglo para contestar con voz débil—: No.

Su nuez de Adán sube y baja cuando traga saliva. Su expresión irradia confusión y aturdimiento, pero no deja de mirarme a detalle. Es como si intentara grabar mi rostro en su memoria. Como si estuviese cerciorándose de mi bienestar.


— ¿Qué fue lo que pasó? —Pregunta. Suena más tímido que hace unos instantes.

—Te dispararon por la espalda —mi voz suena tranquila y neutral. Un claro contraste con la sensación vertiginosa que ha comenzado a invadirme—. Te trajeron a un hospital. Estuviste casi dos semanas inconsciente. Tu estado fue crítico los primeros días. La bala perforó tu intestino y dañó un riñón ligeramente. Perdiste demasiada sangre. Los médicos no estaban nada optimistas.


El silencio nos envuelve cuando termino de hablar, pero ninguno de los dos se atreve a romperlo.

Mi corazón parece estar a punto de perforar un agujero en mi pecho y mi estómago parece estar a menos de dos segundos de estallar debido a la tensión nerviosa que se asienta en él; sin embargo, me mantengo firme y serena mientras espero a que asimile la información.

Al cabo de unos segundos, su vista baja hasta sus puños cerrados y noto cómo su mandíbula se aprieta.

— ¿Cómo está tu amigo Jeremiah? —Su voz es apenas un susurro inestable.

—Bien —asiento y hago una mueca para agregar—: Dentro de lo que cabe, claro está. Le fracturaron el brazo y le desviaron el tabique pero, gracias a Dios, no fue nada de vida o muerte.

—Me alegro —dice, mientras alza la vista para mirarme—. ¿Qué ocurrió con el operativo?, ¿se logró el objetivo?

La esperanza que veo en sus ojos me quiebra por completo. Mi pecho duele de pronto y me siento miserable. No quiero ser yo quien le diga que Tyler ha escapado. No quiero ser yo quien tenga qué pronunciar que Liam está muerto. Me rehúso por completo a romper con la atmósfera tranquila que nos ha invadido...


—Hay... —digo, al cabo de unos instantes. Mi voz suena áspera y tensa, pero me obligo a aclararme la garganta—. Hay cosas que debes saber, Harry.

MONSTRUO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora