4. La furia de Nate

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Al día siguiente muy temprano en la mañana Arthur despertó a Kenneth para ir al entrenamiento

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Al día siguiente muy temprano en la mañana Arthur despertó a Kenneth para ir al entrenamiento. En su camino a la sala de entrenamientos se encontró con Jack, que estaba más serio que de costumbre.

—Hola Jack, buenos días —Kenneth lo saludó justo cuando entró al elevador.

—Hola Kenneth, ¿cómo así tan temprano despierto? —preguntó Jack mientras revisaba su reloj para para corroborar la hora.

—Tengo que entrenar con tu padre —contestó Kenneth esperando no incomodarlo—. ¿Y tú como así tan temprano?

—Yo siempre me levanto temprano, de hecho yo paso mucho más ocupado que mi padre, aunque no lo creas —respondió Jack mirando al suelo.

—Y sigues hablando de esa manera sobre tu padre —exclamó Kenneth.

—Y lo seguiré haciendo —Jack alzó un poco su tono de voz.

—Sabes te doy un consejo como amigo... —Kenneth fijó su mirada en la cara de su amigo—. Valora a tu padre, valóralo mucho porque el día en que ya no esté... —la voz de Kenneth se quebró fugazmente—. El día en que ya no lo tengas ese será el día en que querrás verlo, hablarle, pero ya no podrás...quizás no lo entiendes bien, pero yo sí. Al vivir sin mis padres comprendí muchas cosas como esas y también sobre lo importante que son las personas que nos rodean que viven el día a día con nosotros, por eso me gusta ayudar a los demás.

Cuando terminó de hablar Kenneth lanzó un largo suspiro.

—Quizás lo comience a apreciar algún día... —Jack miró al suelo.

—Pero procura que no sea muy tarde... —le aconsejó.

Al llegar a la puerta de la sala de entrenamientos Jack se despidió y se marchó por el pasillo izquierdo que quedaba cerca de la sala.

Kenneth tocó un botón y la puerta se abrió rápidamente.

—Bien... —comenzó Federico, él se encontraba sentado en el suelo esperándolo—. Es hora de comenzar con tu entrenamiento pero antes tengo que decirte que si quieres aprender a dominar el hielo a la perfección o bueno casi a la perfección debes olvidarte y hacer como si no tienes control absoluto sobre el fuego y el agua. Como si nunca los hubieras tenido, no los uses bajo ningún concepto, ni siquiera para calentarte por el frio que hace aquí, entre otras cosas, ¿entendido?

—¡Está bien señor! —asintió Kenneth—. Me olvidaré por completo de mis otros elementos.

En su primer día de entrenamiento Federico le enseñó lo básico sobre el elemento hielo, unas cuantas cosas sobre su historia, sobre la historia de Glaciem, también sobre lo que el elemento hielo significa para la ciudad y para él.

En su segundo día le enseñó a crear bolas de hielo de la palma de sus manos, la posición correcta de sus manos, para evitar que se derritieran con facilidad y además de que le enseñó a que las bolas de hielo no sean inestables.

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