-Mucho!- responde ella abriendo sus manos lo más que puede.

-Se nota- dice riendo.- Toma, esto es para ti.

Le entrega el oso y ella rodea su cuello con sus brazitos apretándolo con fuerza. Luego lo suelta y abraza al oso con más fuerza, sin dejar de sonreír. 

-Y esto es para ti- dice mamá y me entrega los chocolates.

-Gracias, son mis favoritos!- digo observándolos. 

Le doy un abrazo y luego guardo la caja en mi bolso. Charlamos un rato pero luego decidimos que era mejor continuar la charla en casa. Mamá tomó una de las maletas para ayudarme y papá se encargó de cargar a Mia. Caminamos fuera del aeropuerto hasta el lugar del estacionamiento donde se encontraba el auto. 

Mamá se sube a la puerta delantera y papá me pasa a Mia para que la acomode en el asiento trasero conmigo mientras el ponía las maletas en la cajuela. Subimos al auto y minutos después papá abre la puerta del conductor para entrar y acomodarse en dicho asiento. Arranca y partimos a la casa.

  En el camino pude observar que la ciudad, a pesar de haber crecido, sigue igual. Los edificios siguen igual de imponentes, las calles y tiendas siguen igual de concurridas y las luces  siguen igual de brillantes. Ya es tarde en la noche, y justamente ese es mi momento favorito para observar la ciudad, aquella que nunca duerme.   

Entre charla y charla para ponernos parcialmente al día con mis padres no me doy cuenta que ya hemos llegado. Me giro para decirle a Mia que ya estamos acá, pero veo que está completamente dormida. Me quito el cinturón y luego se lo quito a ella. La tomo en mis brazos y con cuidado la acomodo en mi hombro para no despertarla. Bajo del auto y mi mamá me dice que ellos llevarán mis maletas, que yo entre a la casa para acostarla.

Recorro el camino del porche hasta la puerta y la abro con una mano. Al entrar, prendo las luces ya que todo está oscuro, y una enorme nostalgia me invade al estar en la casa que me vió crecer después de cuatro años. Observo toda la planta baja, y por más que me gustaría hacerlo por más tiempo, el peso de Mia me está adormeciendo los brazos, por lo que continúo subiendo las gradas en dirección a mi antigua habitación, dónde dijeron que vamos a quedarnos.

Abro la puerta de ésta y prendo la luz. Todos los muebles siguen en su lugar, las paredes siguen del mismo color y las pocas cosas que dejé aún siguen ahí. La única diferencia es que el cubre camas es diferente y hay más almohadas de las que había antes. Wow, realmente nada había cambiado.

Avanzo hacia la cama y recuesto a Mia con cuidado sobre ésta. Levanto las mantas y la cubro. Me siento un rato a su lado y acaricio su cabello mientras continúo observando mi habitación. El estar aquí me trae muchos recuerdos. Son tantas cosas las que pasé aquí que realmente es abrumador todas las imágenes que se vienen a mi cabeza.

-Ya está acostada?- susurra mi mamá mientras entra a la habitación con sigilo para no despertarla.

-Así es- digo saliendo de mis pensamientos y prestándole atención.- Es raro estar aquí.

-Raro de buena o mala manera?- pregunta.

-Buena- respondo y esbozo una leve sonrisa.

-Tienes hambre? Preparé un poco de pasta- dice mamá señalando hacia la puerta.

-Si, muero de hambre- admito.- Enseguida bajo.

-De acuerdo, te esperamos.

Se da la vuelta y sale del cuarto, dejándome sola con mis pensamientos otra vez. Suspiro. Estos tres meses van a ser extraños. Me levanto de la cama después de dejar un suave beso en la frente de Mia y voy hacia la puerta del cuarto. La miro por última vez y luego apago la luz para después salir del cuarto y bajar a comer con mis padres. 

Caminos CruzadosWhere stories live. Discover now