Capítulo 18| Recuerdos (especial)

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—Bien. —no dice más, solo concentra su atención en la pantalla frente a nosotros, sin embargo, parece que solo estuviera viendo un punto en la pared. Observo la expresión de añoranza que se extiende por rostro con cierta aprensión.

—Hablas raro —dice Daniel, alejándose como si tuviese una enfermedad contagiosa.

— ¿Desde cuándo las cosas te parecen raras? Es más, lo normal es aburrido —afirmo. Al decir esas últimas palabras Nick vuelve a mírame fijamente, incomodándome de pies a cabeza.

— ¿Qué tanto me miras? ¿Tengo un moco? —toqueteo toda la cara de forma desesperada.

—Nada, solo te me pareces a alguien, pero nada significativo. —le resta importancia, volviendo a su punto fijo: la pared.

— ¿De dónde sacas esas palabras y dichos raros? —Will interrumpe, fijando su atención en mí.

— ¿Qué cosas? —respondo, más bien le respondo con una pregunta.

—Sí, no es la primera vez que dices algo así de... raro. —frunce el entrecejo, intentando explicarse. Daniel y Nick se fijan en mí, expectantes.

—Siempre lo hago y siempre lo he hecho. Yo tengo mi propio diccionario o vocabulario con las palabras que invento. Y eso no les incumbe, idivesiles.

Los chicos callan.

—Tranquilo. —me tranquiliza Will, con una gran sonrisa en su rostro, le devuelvo el gesto.

Tyler

—Yo tengo mi propio diccionario y a ustedes no les incumbe, idivesiles —la niña de cabello como león nos señaló a Nick y a mí con su dedo índice, mientras achinaba sus ojos azules.

Si bien intentaba lucir intimidante, solo me hacía gracia, pues su rostro angelical me distraía. No sabía cómo esa niña podía ser un ángel y un demonio a la vez. Lo que más llamaba mi atención eran esos ojos tan claros como el cielo, chispeantes y vivos que me hacían sonreír. Su gran carácter que encanta, pues jamás se dejaba vencer, pero al mismo tiempo me desesperaba en cierta forma. Era la única que se atrevía a retarme y eso me gustaba.

—Nick, tu melliza es rara. Dime que no es contagioso. —me acerqué al oído de mi mejor amigo para susurrarle, sin despegar la vista de la niña, quien solo cruzó los brazos sobre su pecho, abriendo ligeramente la boca. Seguro escuchó.

—Tu cállate, Wirthman, lo normal es aburrido —me señaló la pequeña Dylan, con aires de superioridad—. Deja de comportarte como retrasado, Mr. Princeso. —se quejó, soltando un resoplido.

Era gracioso cuando me llamaba Mr. Princeso, solo ella lo hacía, según porque me creía superior a los demás. Esa niña tenía algo especial, pero lograba sacarme de mis casillas con facilidad. Era mi enemiga de bromas. No entiendo cómo nos llevábamos tan mal, aunque en cierto modo puede que sea mi culpa.

Al escuchar a Dylan decir esas palabras llegan a mi mente un millón de recuerdos y estoy seguro de que Nick también recordó. No solo por la cara de idiota que trae, sino porque le hace varias preguntas a nuestro amigo Dylan. Sin embargo, ellos no habían notado mi presencia, para ellos yo seguía encerrado en mi dormitorio. Intento recordar todas y cada una de las bromas que le hice y que me hizo Blue, ese era el apodo que le tenía a la niña con la que tanto me divertía en mi infancia. La chica que cuando mi mejor amigo me la presentó como su hermana melliza –cuando yo tenía siete años y ellos cinco– le pregunté que si era chico o chica. Gracias a eso recibí un golpe justo en la cara y unos insultos en francés de parte de ella. Ella amaba Francia, por esa razón aprendió el idioma.

Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now