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- Escucha Dawn, necesito que vayas por tu hermano a la escuela, pero hagas lo que hagas no dejes que se ensucie el auto, lo acabo de lavar.

- No puedo manejar y hablar por teléfono al mismo tiempo, tengo que colgar mamá.

Mi querida madre tenia una insana obsesión por mantener todas sus posesiones perfectamente limpias. Probablemente, si llegaba con nuestro coche ligeramente sucio me haría lavarlo con un cepillo de dientes. De nuevo.

Me toco detenerme por un semáforo en rojo en una avenida, había un grupo de chicos con productos de limpieza, paños y demás.

Los enemigos de mi madre...

Le recé a todos los dioses, en los que creía y en los que no para que ninguno de ellos se me acercara, pero como que no me funcionó. Uno alto, delgado y rubio venía hacia a mi.

- ¡No me laves el auto!- Exclamé.

Y antes de que pudiera hacer algo más, me llenó el parabrisas con jabón.

No me laves el autoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora