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Rose se miró nerviosa las manos mientras observaba el baúl lleno de ropa y de sus cosas que se encontraba a sus pies. Escoger lo que llevarse se le estaba haciendo demasiado difícil, entendía que en cualquier momento que le faltará algo su madre o su padre se lo podían enviar, ya que podía dejar que viniese volando Livi, su lechuza, y escribir una carta con lo que quería específicamente. Llevaba meses esperando ese día pero ahora que había llegado, Rose ya no lo veía tan seguro.

Sabía que no le pasaría nada en Hogwarts, casi la familia al completo estaba allí  y si pasaba algo Neville y la profesora Mcgonagall lo arreglarían perfectamente. En realidad tenía todo lo que necesitaba en el baúl, o al menos eso le había dicho su madre.  Pero siempre había esa posibilidad que la cosa más estúpida y importante se la dejase.

Si pensárselo dos veces se giró para mirar su habitación, estaba diferente. Desde fuera todo estaba en su sitio, si escritorio estaba impoluto y su cama perfectamente hecha. La pared estaba decorada con diferentes fotografías de la família Weasley,  Potter, Longbottom, Scamander... Y más. En una fotografía hasta salía un pequeño Scorpius Malfoy junto con sus padres.

Se hizo un día en la Madriguera,  cuando el tío de Rose, Harry Potter, decidió hacer una fiesta de ex-alumnos.  Ron,  el padre de Rose se puso a chillar mil atrocidades cuando la família Malfoy llegó a la fiesta. Pero a Harry le dio igual. Es por eso que Rose la tiene enganchada en su pared, porque su tío Harry nunca había podido ser más listo al invitarlos. A los Weasley les encantaba reírse de un Ron irritante y James y Fred disfrutaban mientras conseguían hacerle un par de bromas.  Observó con detenimiento la fotografía, esta de hace dos años.  Salían todos,  Weasley,  Potter, Malfoy, Longbottom, Scamander, y más. Su padre  cruzado de brazos y tan rojo como su cabello.

Miró a Albus,  sonriente mientras le pasaba a la pequeña Rose el brazo por la espalda para hacerle los cuernos a James y como el hermano sonreía mientras el mismo se lo hacía a Lily y así hasta llegar a todos los Weasley tener cuernos en la cabeza. Vaya família. Después se detuvo en Scorpius.  Un niño de 9 años casi albino y con los ojos grises. No sonreía pero si que cogía con fuerza la mano de su padre mientras este lo miraba orgulloso. Sin pensárselo dos veces arrancó la fotografía y se la guardó en una libreta pequeña que utilizaba para organizarse los días de la semana. Ese año la iba a necesitar más que nunca, la libreta.

Llevaba demasiado ahí sentada así que se levantó y se decidió por cerrar el baúl de una vez por todas. Llevaba la túnica, los pergaminos, sus plumas y toda la ropa que tenía en sus armarios.

Bajo las escaleras hacia el salón lentamente para que no se le fuera escaleras abajo el baúl y lo dejó en la entrada de casa para tenerlo todo preparado, quedaban menos de diez minutos para irse. Fue en dirección a la cocina y escuchó como su madre hablaba con Hugo, el que no paraba de gritar.

—No entiendo porque no puedo ir a Hogwarts. Ya soy mayor, tengo 9 años —su cabeza pelirroja se movía de lado a lado mientras que sus manos hacían lo mismo. Rose no pudo evitar reírse— tu no te rías —se cruzó de brazos mirando a su hermana.

—Cariño —empezó a hablar la madre de ambos mientras preparaba unas rápidas tortitas para Rose—. Dentro de poco te tocara a ti. Además, ¿que haríamos papá y yo sin alguien con quien jugar a Star Wars?, ya sabes que a papá no se le da muy bien ese juego muggle. 

A Hugo le encantaban esas películas muggles,  nunca le había gustado tanto algo, así que al escuchar esas palabras el pelirrojo de 9 años asintió mientras admitía que sin el no había juego y que su padre jugaba de pena.

—Lo ves,  te necesitan aquí, hombrecito —Rose le revolvió el pelo rojo mientras se sentaba a su lado y su madre le tendía un plato con dos tortitas perfectamente igual de redondas pero un poco chamuscadas. Algunas cosas si que se le escapaban a Hermione Granger, aunque pareciese mentira.

Cuando el mal se detengaWhere stories live. Discover now