Capítulo 38.

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—¡Mi hija! —lloró mi madre. Me preocupé por verla en ese estado. No sabía si estaba feliz, triste, decepcionada u otra cosa.

Mi padre se quedó sentado, asimilando la situación antes de parpadear rápido para alejar un par de lágrimas que yo había logrado detectar. Se levantó y levantó a mi hermana con una fuerza que creo que no midió. Casi la ahogó cuando la abrazó.

Lágrimas saltaron de mis ojos al verlo, mucho más cuando mi madre por fin reaccionó y se unió al abrazo que le daban a América y a Maxon, a quien habían dejado excluido por unos minutos.

Me giré en el asiento para abrazar a Alan por la cintura. Besó, de nuevo, mi coronilla.

—Tus padres se lo tomaron bien.

—América lleva casi diez años con Maxon, a ellos les cae bien, y ya son adultos como para tomar la decisión a consciencia. Claro que están felices.

—¿Diez años? —Pareció desilusionarse—. Vaya, llevan mucho tiempo ¿No crees?

—Sí, pero parece funciona entre ellos. Es admirable y lindo.

—Tu familia tiene suerte, todas parecen encontrar pronto a los hombres de su vida. —Levanté mi cabeza de su pecho sonriendo.

—Sí, todas lo hemos hecho. —Me devolvió la sonrisa—. ¿Me regalas un beso? —Sacudió su cabeza como si lo pensara.

-—Tu padre me mataría si me ve besándote de nuevo.

—Uno pequeño, pequeñito. —Rio, antes de presionar su boca en la mía por un pequeño instante.

—¿Feliz? —Asentí. Se inclinó hacia mi oído sin yo esperarlo—. Me iré pronto, pero deja tu ventana abierta para mí, debemos hablar.

La alegría que sentía por mi hermana se esfumó. Asentí, en acuerdo, y tal como había dicho, se fue pocos minutos después.

No pude dormir ni una hora. A la una de la madrugada llegó Alan, vestido con un pantalón de pijama y una camiseta de algodón.

Me tiré a sus brazos aun en la oscuridad y él no demoró en recibirme.

—Podríamos hacer otras cosas en vez de hablar de la profecía —sugerí, queriendo librarme del tema por el lado que sabía que más le gustaba a Alan.

—En otro contexto sería tentador, pero creo que no. —Suspiré. Él nos guio hasta la cama y encendió la linterna de su teléfono para que no iluminara mucho. Con esa luz sus rasgos se veían casi tenebrosos, pero era Alan, nunca lo vería como el villano—. Tienes que contarme más lo que sucedió ese día.

Lo pensé, pero en realidad no había mucho que decir.

—Solo pensé que era una chica normal, Alan. Halagó la cadena, pidió verla más de cerca y ya. Lotty también la vio, pero puede que haya pasado como con Alice y no la recuerde. —Torció los labios, pensativo.

—No entiendo por qué eliminó de su mente su presencia, pero no de la tuya. No entiendo por qué te dejó desprotegida y sin la oportunidad de protegerte...

Tragué saliva. Alan lo escuchó y, sabiendo que algo me tenía indecisa, me miró. Yo bajé los ojos, intimidada.

—No necesito el vínculo para saber que me estás ocultando algo. —Gemí, tomando su mano y bajándola de mi mejilla. Me concentré en sus dedos y no en sus ojos para decir lo que tenía por decir.

—Es que... Cuando estuvimos separados no solo veía tus sueños, o estaba en tu mente, también... Alan, hay algo que no te he dicho, pero creo que puede darle un poco de sentido a la historia. Mi madre decía que solo era una historia, pero ahora pienso que si persistió por tanto tiempo es porque necesita ser recordada.

Lunas escarlataOnde as histórias ganham vida. Descobre agora