- ¿Os imagináis al pequeño, pegando con un juguete al otro niño? Dios mío, si este ha quedado así, no me quiero imaginar la cantidad de chichones que puede llegar a tener el otro- y con esto, volvió a reír escandalosamente, mientras se apretaba la tripa.

-También es cierto, que el pequeño no suele compartir... A mí, por ejemplo, no me deja coger su libro de conejitos, ni siquiera me deja acercarme, cada vez que lo intento grita como loco. – James comenzó a reír también, recordando cómo el pequeño defendía ese dichoso libro de sus manos, solo podía cogerlo Mia.

Esto hizo que el ambiente, de aligerara hasta llegar al piso de Mia, donde bajaron todos y, James como un verdadero maestro sacó el cochecito negro del pequeño, del maletero del coche. Era impresionante la admiración con la que lo hacía, Mia no podía evitar mirarlo. Subieron en silencio hasta el piso de Mia, esta abrió la puerta, dejando que pasará la Sra. Black con el pequeño en la silleta, esta se había fijado como la madre de James, se aferraba al cochecito al montar en el ascensor, estaba claro que muy buena impresión no le había causado el edificio.

-Bueno, esta es mi casa, Sra. Black. – Mia no sabía si mirarla con miedo o con respeto, no parecía un sitio habitual donde una mujer de su categoría pudiera frecuentar a menudo. La incomodidad que no había sentido en el coche ante el ambiente tenso después de salir de la guardería, la tenía ahora.

-Jane, querida te he comentado que me llamases Jane. Es una casa, acogedora. Pero entremos y así me la enseñas mejor. – dicho esto, la Sra. Black entró con el pequeño en el cochecito, seguidos de un James algo inquieto.

Realmente Mia no estaba preparada para eso, no estaba preparada para que la madre de James fuera a su casa, no estaba preparada para enseñar su casa ante el caos de la mañana, ni siquiera había limpiado, la cama creía que sí que la había hecho, pero ahora dudaba, esto era un verdadero caos. Los lunes quedaban decretados como el día negro oficialmente. Mia miró hacia el pequeño salón, y señalándolo empezó a comentar el piso.

-Mmmm... bueno, este es el salón, en el pasillo tenemos la cocina y enfrente está el cuarto del pequeño, al lado mi dormitorio, y enfrente el cuarto de la colada y el baño. – lo dijo todo de un tirón, intentando que fuera lo más rápido posible el momento y pasar la menor vergüenza posible mientras lo hacía.

-Bueno, yo solo veo un acogedor salón, así que, por qué no me muestras todas las habitaciones Mia, eso sería fantástico. No te preocupes por mi opinión, simplemente quiero saber dónde pasa la mayor parte del tiempo mi hijo cuando no está en la oficina o en algún bar de mala muerte. – La Sra. Black quitó al pequeño de la silleta y lo cogió aúpa, alisándole el flequillo y avanzando mirando todo lo que había en el cuarto de estar.

-Sí claro, si viene por aquí, tengo la cocina, es pequeña, pero la verdad que es suficiente para nosotros, además desde que James me lleva todos los días a desayunar fuera, solo la usamos para cenar. Aunque a veces, traemos comida de fuera. – Mia respiraba tranquila ante la vista de la cocina, mentalmente puso un tick en la limpieza.

-La verdad que está organizada y equipada para ser tan pequeña. – el ojo crítico de la Sra. Black no podía faltar durante la visita.

-Bueno el cuarto de enfrente es el del pequeño. Elegí esta habitación por la ventana, además está pegado a mi habitación y si el walki falla, es más fácil oírle. – Los cuatro entraron dentro, el pequeño vio sus juguetes y se puso a balbucear reclamando su hora de juegos.

Lo dejaron dentro de la cuna con un par de juguetes y se dispusieron a ver el resto de la casa, donde gracias a dios, James había dejado la toalla con la que se había secado a la mañana en la cesta, Mia creía que era la primera vez que estaba, dentro de lo que cabía, el baño organizado. Si es verdad que le espejo estaba sucio de las gotas, y había pasta de dientes cerca del grifo... Pero era un mal menor. El problema vino, cuando Mia abrió la puerta de su cuarto, la cama estaba hecha perfectamente como cada mañana, pero la ropa de James se había acumulado durante no sabía el tiempo en una esquina, que ya no era esquina, ahora era una masa de trajes caros desperdigados en un rincón. Los trajes sin estrenar estaban colgados en las puertas de los armarios, donde se veía perfectamente toda la ropa que tenía Mia, eso sí, muy bien doblada, pero bonita, no era la imagen.

Es míoWhere stories live. Discover now