Kageyama se enojo bastante y hasta amenazo con tirarla a la basura cuando me reí de él y su llanto de niñita, pero lo convencí de que me la regalara y luego de convencerlo de que no lo usaría para humillarlo públicamente, puedo jurar que lo vi sonrojarse cuando apreté la foto contra mi pecho.

Tener una foto de Kageyama me hacia demasiado feliz, recordarle simplemente era algo suficiente como para sonreír todo el día. Así de tanto me gustaba.

Me gustaba tanto que ya era estúpido siquiera decirlo en voz alta, todos lo sabian, y si no lo notabas al verme, o eras ciego o idiota.

Como Kageyama que era idiota.

*** narrador externo ***

Ya eran las 6:30 y el reloj comenzaba a sonar con unos molestosos pitidos que parecían salir del las entrañas del infierno.

Shiro se levantó costosamente y por partes de su blanca y alineada cama.

Se quejo del despertador y luego de disipar las pequeñas nubes de sus ojos logro ver al uniforme de Karasuno perfectamente planchado y colgado en su placard en frente a su cama.

Una pequeña sonrisa se coló por sus labios.

Volvería a verlo después de tanto.

Y solo eso hacia saltar su corazón como un conejito feliz.

Shiro se vistió, alisto su mochila, se peino el cabello dejándolo suelto y luego de un rápido desayuno salio rumbo a su nueva escuela, observando todo a su paso para recordar por donde volver.

3 hermosos árboles de cerezo, un bonito perro marrón en la casa de la abuela, una pequeña casita roja que parecía de una familia de trolls, una chica emo con su novio en una esquina irradiando demasiado amor y un delivery de pizzas en la esquina eran todo lo que había grabado en su memoria para su regreso a casa.

Al llegar al portón de la amplia escuela media se abrió paso en la multitud y cuando comenzo a disiparse freno en seco comenzando a golpear su pequeño piecito contra el suelo nerviosa.

Tic tic tic tic.

Aquel sonido lo hizo alertar a los sentidos del pelinegro que ya se encontraba por entrar a la escuela. Se detuvo con cuidado de no chocar a nadie y dirigió una mirada furtiva hacia atrás para que sus nervios dejaran pasar aquello.

Pero sus ojos viajaron exactamente donde él no pensaba.

Allí estaba.

Aquella chica que por dos años lo había hostigado para que la llamara amiga, aquella que se le había reído en la cara cuando tenia 8 por llorar por no querer usar moño en una boda.

Aquella que rechazo cuando tenia 10 y que entre lágrimas y con el alma en pena le pidió por favor que lo olvidara una tarde de lluvia bajo los juegos del parque que frecuentaban aquellos días.

Aquello le había roto el corazón también a él.

¿Porque no había podido amarla en aquel tiempo?

Tal vez si la quería, pero ya no importaba, no creía que la peliblanca siguiera enamorada de él como antes.

Recordaba que luego de pedirle que olvidara que se le declaro, todo volvió a la normalidad entre ellos de golpe.

Como si se desenamorara solo si lo quisiera.

Como si su amor hubiera sido tan efímero que solo lo olvido luego de dormirse. Como cuando te despiertas de un sueño feo y lo olvidas durante el día .

Ella era así y siempre había sido así.

Todo lo que sentía era profundo pero parecía ser siempre efímero.

Y allí se encontraba, con sus típicas raíces blancas y su teñido casero de color negro, con un pequeño cuerpo como recordaba y su zapateo nerviosos que habia prendido de la madre de él. Parada en la entrada de su escuela media.

Shiro correspondió al poco tiempo su mirada y sonrió con una sensación de calidez en el pecho.

Ya todos los alumnos habían ingresado al establecimiento y los únicos en el panorama eran ellos.

Su sonrisa era blanca y para los ojos de Kageyama parecía un destello del sol.

Hasta que un pequeño estornudo de la peliblanca rompió aquel transe de miradas entre ambos.

Se tapó la boca y nariz con sus pequeñas manos y se sintió el sonido de un gatito estornudando.

Al volver la mirada sonrió como disculpa y lanzo risilla al aire tan típica de ella mientras retomaba su camino, esta vez, hacia el pelinegro que ahora se veía mas alto, mas maduró y más guapo que antes.

Kageyama sintio la calidez de la rutina con ella de nuevo, y sin siquiera pensarlo o sentirlo, cuando Shiro llego a su lado le lanzo una sonrisa mezclada con una risa que hizo que el corazón de la chica diera un vuelco, las palabras se amontonaron y luego de escapar un torpe balbuceo de la boca del alto rendido se avergonzó.

Que bueno volver a verte se dijeron con unas cortas miradas y al sonar el timbre de entrada Shiro ya estaba tomada del brazo de su ahora más alto y más guapo amigo de la infancia.

Sin importarle nada exterior, le vio como si viera el sol mismo.

Desde que vio la leve sonrisa del pelinegro no quería volver a soltarlo nunca más.

Shiro Heart (Kageyama Tobio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora