Fünf/Pyat/Cinco/Five

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Louis tenía 15 añoscuando lo vendieron a Anarquía 99.

Ser un omega no era fácil, peor uno hombre. Su familia era pobre, y cuando su padre fue asesinado a balazos frente a su casa por un cobro de deudas, su madre cayó en las drogas y el alcohol, y sus hermanas estaban desprotegidas.
No tenían otra opción.

Ningún alfa cerca para apoyarlos, salvo las visitas ocacionales del hermano de su madre. Él tenía tres hijas, dos de ellas omegas y una beta; aparte, su único hijo varón era omega. Se llamaba Zayn. Este era de piel morena y unos increiblemente hermosos ojos color miel. Su primo era dos años mayor que Louis, y siempre se preguntó qué habría sido de él, ya que no lo veía desde hace año y medio.

Los celos eran lo peor. Desde los catorce años se hicieron insoportables. Lo despedían de sus trabajos por faltar los tres o cuatro días que duraban cada vez. Si no fuera por la carta que su padre le había dejado...

Y fue justo cuando sus celos comenzaron a hacerse realmente fuertes, que su hermana Fizzy fue a su cuarto con los ojos agrandados y el cabello desordenado.

— ¿Fizzy, qué...? —comenzó Louis.

—He escuchado a mamá hablar por teléfono —dijo, claramente con dificultad, quería darse a entender lo mejor posible—. Al parecer no era la prime...la primera vez que tenía conversaciones con...con quién sea que estaba tras la línea.

— ¿Sí...?-preguntó más alerta—. Dime de una vez, Fizz.

Ella tomó una gran bocanada de aire.

—Te van a vender a una mafia.

Ninguna palabra salió de su boca. En otra situación, Louis se hubiera reído, pero si no fuera por la expresión de su hermana y el hecho de saber que su madre sería capaz...

—Es un grupo...

—Cállate Fizzy, ahora no. No quiero saber.

—Lo siento mucho, hermanito —susurró la omega y se fue a abrazar a su hermano en su cama, y así se quedaron. Louis lloró en silencio. Solo esperaba que no le hicieran eso a sus hermanas. Él podría soportarlo, pero no ellas.

***

Una camioneta con lunas polarizadas lo esperaba en la puerta. No sabía si se irían todo el camino en carro o tomarían un avión. Ellos debían de tener su propio jet privado. Louis sostenía sus maletines negros y ya desgastados con todo lo que pudo llevar. Sus zapatillas grises, unos pantalones holgados, un polo que le quedaba varias tallas más grande y una chaqueta abrigadora.

—Tu tío me dio la idea —le dijo su madre—. Es por tu bien y el nuestro, Lou. Eres el hombre de la casa.

Entró a la camioneta blindada y estaba solo en la parte de atrás. El olor a alfa se le hacía insoportable. Le raspaba la garganta y le ardían los pulmones. Nunca había sentido una esencia de alfa tan fuerte. Uno estaba conduciendo, otro en el asiento del copiloto y tres más en la parte de atrás, ya que el carro tenía tres filas. Todos estaban llevando traje y Louis estaba muy seguro que tenían armas.

Después de como una hora y media, con las ventanas cerradas, Louis sentía que ya no podía respirar. El olor era tan fuerte que le incomodaba al punto máximo. Uno de los alfas de atrás le gruñó algo que no llegó a entender. Louis estaba hecho un ovillo, apegado a la puerta. Solo quería hacerse más chiquito, cada vez un poco más para poder desaparecer, como los átomos de los que le hablaban en la clase de Química en la secundaria, que ahora supuso, nunca terminaría. La había dejado hace un año, porque puso como preferencia a sus hermanas menores. El recordarlas solo aumentaba el nudo en su garganta. Recordó su despedida con ellas, todos abrazándose, durmiendo juntos como familia una última noche, porque nadie sabría cuándo Louis volvería, si es que lo hacía alguna vez y no terminaba muerto. Recordó sus ojos tristes al mirarlo irse en la puerta de su casa, temerosas y abrazándose entre sí. Recordó como su madre cerró la puerta y perdió de vista a sus hermanas que corrieron a verlo a través de la ventana mientras la camioneta arrancaba. Lottie era la mayor y la única beta. Ella tendría que velar por la familia ahora, todas sabían que no podrían confiar en su madre.

Louis soltó un gemido lastimero mientras se encogía más en el asiento acolchado de cuero. Resistió el impulso de esconderse en los espacios que eran para los pies entre los asientos de adelante y los suyos ante el gruñido de los tres alfas de atrás.

Dovol'no! [Suficiente!]-había dicho uno de ellos en un acento fuerte y grave. Y tenía razón, podían llegar a arrancarle las ropas y violarlo allí mismo si no deseaba de emanar tanta esencia de omega desesperado por un alfa que lo calmase.

—No falta mucho para llegar al aeropuerto —dijo el conductor con un acento que Louis reconoció: alemán, diferente al primero.

—Necesito un poco de aire —murmuró Louis, por poco no rogando y aguantándose otro gemido lastimero.

Zehn weitere Minuten [Diez minutos más] —soltó secamente el conductor y después de eso no volvió a hablar.

Louis se limitó a encogerse aún más, esperando poder dormirse pero sin lograrlo realmente.

El avión los llevó a Bélgica, donde estuvo un par de meses, luego en Lituania, Rusia, Alemania hasta asentarse en la República Checa. Cada poco viajaban mucho los del grupo pero no fue hasta que Yuri le tomó cierto agrado que comenzó a viajar con ellos. Ya después de haber pasado varios periodos de tiempo en Rusia y Alemania, podía diferenciar el acento y palabras de un idioma y otro, pero aún no hablarlo perfectamente, no hasta que sin darse cuenta, ya habían pasado aproximadamente cuatro o cinco años.

Y aún no se olvidaba de la carta de su padre.

Tienes una misión, decían sus palabras al comenzar esta.

Anarchy 99 ~[En Edición]~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora