Capítulo 63

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Si no actualicé es porque quise dejar descansar a mis bebés y también porque bajaron mucho en comentarios y votos. Así no me motivo🫠en fin, los dejo leer.

"A pesar de tanta oscuridad, a pesar de tanta sombra, a pesar de tanto dolor, sigues en batalla, luchando."

–Los Cafres

Sasha

Esta era la primera navidad que celebraba.

Probablemente los tres primeros años de mi vida junto a Elena y Alexander también celebramos este día, pero no había recuerdos de eso; así que contaba como esta la primera de toda mi vida.

A lo largo del día Erin y Marian quisieron hacerse cargo de la comida, yo no quería que estuvieran metidas en la cocina, pero al parecer, querían hacerlo y fue una imagen agradable ver a mi muñequita feliz con su mamá, como si nada malo hubiera sucedido. Después, los cuatro como una familia y esperamos que fuera media noche. Erin entregó los regalos a sus padres, ellos hicieron lo mismo con ella y sonreían al abrirlos. Estaban felices, compartiendo momentos y creando nuevos recuerdos, dejando atrás el dolor que hubo en sus vidas y que hoy se resarcía con creces.

Los observaba desde el otro lado de la sala, apoyado contra el marco de la ventana, con un vaso de vodka en la mano y la mente perdida en la oscuridad que no se iba.

Las últimas palabras de Sergey antes de morir continuaban rebotando en mi cabeza, de un lado a otro, me causaban una gran molestia, e incluso así, no las soltaba; lo que vivía era un sueño, la personificación perfecta de una familia y un hogar, pero no podía sentirme parte de esto, es como si solo fuera un intruso en la felicidad de estas personas que habían sido heridas por el hombre cuya sangre corría por mis venas.

Mi hijo también llevaría su sangre.

Di un trago y deshice el nudo en mi garganta. Me preguntaba si mi bebé heredaría algo de Sergey, esperaba que no, prefería que hubiera en él o ella, solo bondad, la misma que Marian, Carlos y Erin poseían.

Erin

Este mes me mantuve ausente, ella me dio mi espacio, sin presionar; la confesión de Vania me torturaba y dolía, evitaba dormir solo para reducir las oportunidades a mis pesadillas de recordarme de una manera más real lo que sucedió en mi pasado y de lo cual mi padre fue culpable, esto último aún no lo asimilaba, pero entre más lo pensaba, más me convencía de que era verdad.

Sergey siempre fue un hombre cuidadoso y vigilaba todo lo que sucedía a su alrededor. Nada se le pasaba por alto. Conocía las consecuencias de dejar a un niño de tres años encerrado en una habitación con guardias que carecían de escrúpulos o una mínima pizca de humanidad.

Sergey me rompió de todas las maneras en las que puedes romper a alguien.

Sería muy difícil para mí despojarme de toda la oscuridad que él puso dentro de mí, quizá jamás se iría y sabía que en algún momento cuando las sombras emergieran a la superficie y el sádico ocupara su lugar, la lastimaría, a esa muñequita de ojos azules que merecía más que ser la mujer de un hombre perverso.

—Sasha —abarqué la dulzura de su rostro contraído por la preocupación—, ven con nosotros, tienes regalos por abrir.

Situé mis dedos en la curva de su rostro y despacio la atraje hacia mí. Su pequeña barriga destacaba bajo la tela del vestido color vino que se ajustaba a sus curvas, se presionó suave contra mi estómago.

—Lo haré después, cariño —besé su frente—, ve con tus padres.

—Somos una familia, Sasha, tú también perteneces a ella, no te alejes. —Su tono aterciopelado me llenaba de calor el pecho.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora