Capítulo 59

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"En el cielo apagado una estrella ardía, una estrella partía, una estrella moría."

–Forugh Farrojzad

Sasha

No me quedó más remedio que llevar a Erin a mi casa.

Un sitio por el que rara vez me pasaba, pero mantenía siempre disponible y en condiciones. Jamás había ido acompañado, la propiedad se situaba en Moscú, apartada de ojos curiosos, había hectáreas de terreno que me pertenecía. Estaba rodeada de bosque, había sido más una cabaña que me encargué de reformar y transformar en una casa lo suficientemente resistente y cómoda, con lo mejor en todos los sentidos, pero manteniendo el estilo original.

Contaba con dos plantas, la habitación principal daba de lleno al bosque, con una ventana en forma triangular que se extendía desde el techo, hasta el suelo, de vidrio resistente y a prueba de balas y con la privacidad para que nada del exterior pudiera penetrar su curiosidad hasta el interior; sin duda, era mi lugar favorito en toda la casa.

Por ahora era seguro aquí, Andrey revisó el perímetro y colocó gente de fiar a través del bosque y asegurándose de extender la seguridad por varios kilómetros. No tendríamos a nadie viniendo hacia acá sin saberlo antes; me comunicó que la persona que ayudó a Dominic, fue el guardia que se encargaba de alimentarlo de vez en cuando, al parecer crearon algún tipo de amistad retorcida y bueno, Andrey se limitó a darle una muerte a la altura de su crimen. La traición se pagaba cara.

—Es muy hermoso —susurró a mi espalda. Ambos mirábamos el paisaje blanco que iluminaba cada rincón al que miráramos.

Me rodeó el abdomen con sus delgados brazos, posé mi mano encima de la suya, calmándome al sentirla.

Con bastante cuidado la traje hasta Moscú, una médica viajó con nosotros para atender a Erin ante cualquier situación que pudiera acontecer en torno a ella o mi bebé, capacitada para hacerse cargo del mínimo riesgo y tomando todas las precauciones adecuadas.

Afortunadamente pudimos llegar hasta aquí sin nada que lamentar, quedarnos en Nueva York no era una opción, por mucho dominio que tuviera en la ciudad, no eran del todo mis territorios. Me sentía más seguro aquí.

—Deberías estar en la cama —recordé. La ginecóloga recomendó que guardara reposo y evitara las emociones fuertes, tuvo una amenaza de aborto y el peligro todavía no pasaba.

—Me duele la espalda de estar acostada.

—Sabes que es por él.

—O ella —agregó. La miré por encima de mi hombro, sus vivaces ojos azules lucían divertidos. Fruncí el ceño.

—¿Crees que sea una niña? —Volví el rostro hacia al frente de nuevo— No lo había contemplado.

—Supongo, sea lo que sea, será amado.

—Demasiado —coincidí.

Pensar en tener una niña no cruzó por mi cabeza, ridículo, pero en mi mente solo podía llamarlo él. Ahora, sostener esa posibilidad, me preocupaba. Podía crear cientos de escenarios donde me veía asesinando en cada uno de ellos a cualquiera que quisiera ponerle sus manos encima a mi hija.

Joder. Mi hija.

—Todavía no nace y ya le has matado a todos los pretendientes. —Sonreí, pero ella no me vio. Me conocía bastante bien.

—Es algo que sucederá.

—Sasha...

Di la vuelta, sosteniéndola de la cintura y empujándola contra la cama antes de que siguiera riñéndome por cosas que estarían fuera de su alcance, nada evitaría que mantuviera a los hombres alejados de mi hija, tanto como lo hacia con ella.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora