Capítulo 24: Pequeñas acciones.

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Si me comentan subo el próximo🫶🏻💙

Sasha

Envié a Natalie de vuelta a mi club, Erin no solo me echó a perder una follada con ella, sino que también me dejó satisfecho, quitándome las ganas de meterme entre las piernas de su reemplazo. No le mentía cuando le dije que quería follarla solo a ella, sin embargo, no era podía ser tan bestia y desvirgarla contra la pared, pese a todo, comprendía que merecía algo mejor que eso.

Entré a su habitación sin tocar, hacia una hora le traje ropa para que se vistiera, la cual consistía en unos leggins negros, un suéter de lana y unas botas hasta los tobillos, sin tacón. El sentido de coordinación de Erin no era el mejor, en aquella ocasión casi se rompe un pie al bajar de las escaleras, prefería reducir cualquier tipo de accidente.

La encontré cepillándose las hondas pelirrojas y sedosas. La habitación olía a ella, a su esencia, incluso ante la falta de perfume, no lo necesitaba para desprender ese bonito aroma que me hacía suspirar disimuladamente. No podía evitarlo.

—¿Al fin me dejarás libre? —Averiguó con una media sonrisa. Al mirarla, solo pensaba en lo mucho que me gustó correrme entre sus muslos blancos.

—No se te ha ido el sentido del humor.

Avanzó hasta quedar de frente conmigo, su rostro carecía de maquillaje, a excepción de la línea oscura que trazó en los parpados superiores y el labial rosa que acentuó aún más la forma perfecta de sus labios.

—Me acompañarás a mi club —sostuve uno de sus mechones entre mis dedos, era muy suave—, tengo asuntos que atender y no queremos que te aburras, ¿verdad? Mucho menos que tu locura se desarrolle más y me hagas acabar con la mitad de mis hombres por tus estúpidos arranques de celos.

—Qué considerado, te preocupas por mi salud mental, aunque primero deberías atender la tuya —desplegó sus labios en una sonrisa burlesca—, qué dice de ti el matar solo porque me miran.

Le devolví la sonrisa y en un gesto tosco la agarré del cabello, acercando su cara a la mía. La diversión se esfumó de sus ojos en cuanto notó la seriedad en los míos.

—Matar sería un regalo muy piadoso de mi parte para el que ose poner sus ojos sobre ti, provócame, y te prometo que los haré suplicar para estar muertos. —Tiré más duro y ella se quejó—. No comprometas a mi gente, ni a tus amigos —enfaticé esto último, refiriéndome al francés.

La solté displicente y agarré firme su muñeca, sacándola de la habitación y posteriormente de la casa, el suéter de lana no era suficiente para combatir el frio de Moscú, pero dentro del auto había calefacción y en mi club también, no era necesario protegerla tanto de la noche helada. Además, si intentaba escapar, lo pensaría dos veces, con esa ropa moriría congelada en minutos.

La arrastré sin cuidado dentro del auto, no se quejó en lo absoluto y decidió interponer una distancia entre nosotros, como si eso fuera a servirle de algo. El chofer se puso en marcha, Erin desvió la vista hacia la ventanilla, me dio la oportunidad de admirar su perfil; la escasa luz escondía sus facciones, pero predominaba mucho el brillo en sus labios. Era capaz de fantasear con ellos y llevar a mi imaginación a un plano más real.

Necesitaba reclamarla, poseerla, arrastrarme bajo su piel hasta que no pudiera sentirse ella misma si no me tenía cerca. Quería hacerla mía.

Y lo haría, más de lo que ya lo era.

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Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora