Capítulo 18

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A medida que él bajaba la velocidad, el alivio que sentí por escucharlo llegar desaparecía, y daba espacio al entumecimiento. El balde de agua fría cayó de nuevo en mi cabeza al recordar la noche pasada. Todo lo que sentía ahora era una tensión entre nosotros.

De todas las razones por las cuales se acercó a mi casa las menos probables eran: porque me quería, o porque había cambiado de parecer y quería lo que yo le había ofrecido ayer. Cuando despejé mi mente de la discusión con mi madre, esto había tomado su lugar dentro de la neblina.

Estaba agradecida que me hubiera sacado de casa, de escuchar rugir a la Ducati de nuevo, pero esto no eran esas noches de disfrute. Me dije que esto debía ser una despedida. Paseos en motocicleta, noches divertidas, chapuzones en el oceano, risas contagiosas y conversaciones interminables. Todo fue parte de una bonita y corta aventura que recordaría con una sonrisa en mis labios. Aquél hombre que me dio la confianza de ser yo misma. Quien me dijo que podía hacer algo estúpido, beber y bailar todo lo que quisiera, si eso se sentía correcto.

En mi cabeza todo estaba bien, podía pasar página, podía despedirme.

─¿Dónde estamos? ─pregunté tensa mientras me bajaba de la moto por mí misma. Me quedé a un lado y metí mis manos en los bolsillos traseros de mis pantalones al terminar de secar mis mejillas de las lágrimas derramadas en el camino. Mi corazón había dejado de correr por mucho. Estaba entumecida esperando lo que pasaría.

─El estacionamiento de mi departamento ─respondió. Lo escuché acercarse y estar a un paso de mí.

─¿Por qué llorabas? ─Su voz era profunda y calmada mientras deslizaba una mano en mi mejilla. Mi piel se erizó al escucharlo tan cerca de mí. Esto no estaba bien, él no me quería. Di un paso hacia atrás dejando caer su mano.

─Mamá se enteró ─le dije firme.

─¿Te hizo daño? ─Él se mantuvo dónde estaba.

─Al menos no físicamente. ─Me encogí de hombros y giré mi cuerpo dándole la espalda y dando unos pasos. Dejándole implícito que podíamos terminar con esto lo más rápido posible.

Escuché sus pasos acercarse y sentí su mano tomando la mía y dirigirla a su hombro. Empezó a caminar, e igual lo hice yo en un silencio y una tensión absoluta.

Subimos a lo que supuse era un ascensor, por el tiempo que tuvimos dentro también supuse que era un piso de los más altos. Escuché como las puertas se abrieron y me recibió un fuerte olor a pino y a colonia de hombre. Olía como él, estaba rodeada de él. Estúpidos pisos de solteros. ¿A cuantas habrá traído hasta aquí?

─A ninguna. Eres la primera. ─Di un salto de sorpresa cuando lo escuché responderme. Lo había dicho en voz alta.

─Lo siento, yo no... ─comencé a disculparme hasta que él me calló.

─Sé lo que todos dicen de mí, Eloise. No tienes que fingir que no has escuchado nada. ─Esta vez su cálido aliento se mezclaba con el mío. Era tan potente su presencia que sin un dedo en mi cuerpo, lo sentía en cada rincón de mi piel. Tenía la sensación de que sus ojos no se apartaban de mi rostro. Fijé mi mirada hacia abajo—. Y lo más importante. No creas ni por un segundo que eres una de ellas, Elie. Jodidamente no lo hagas.

Hubo un deje de frustración en esa profunda voz. Trague intentando despejar la sequedad d emisión garganta, y le respondí.

─No hay cosa más segura que esa, Daniel ─le confesé con mi voz raposa. Mi corazón se estrujaba cada vez que recordaba que no me quería de esa manera. Que no me veía con deseo como esas mujeres que se le lanzan en el bar. Que no era suficiente para él.

Una Vida Contigo © Terminada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora