8. Demasiado buena.

ابدأ من البداية
                                    

—¿Has hecho la cena, Mickie? —Miré el reloj de mi muñeca, observando que era mas tarde de lo que había pensado. Me levanté rápidamente del sofá, no sin antes recibir una mirada alentadora de Ashton.

—Se me ha pasado, papá. Ahora lo har... —Me sostuvo del brazo cuando pasé a su lado con demasiado fuerza, cerré los ojos, apestaba a alcohol.

—Todo lo que pido cuando vuelvo de trabajar todo el puto día es tener la mesa puesta, ¡¿tan difícil es de entender?! —Me zarandeó, aumentando su agarre en mi brazo y gemí de dolor.

—Papá... —rogué ante su duro toque.

—¿Qué? —Rió roncamente. —¿Te duele esto? —Volvió a zarandearme y Ashton se levantó. —Es lo mínimo que te mereces, solo tenías que tener hecha la puta cena, ¿tan difícil era?

—Papá, suéltala... —habló Ashton de manera calmada, para no alterarme más, pero no funcionó, la mano de mi padre voló al cuello de Ashton apretando allí.

—No me digas lo que tengo que hacer. —El rostro de Ashton se tornó rojo y, sin pensar o importarme las consecuencias, agarré el brazo del cuello de mi hermano, recibiendo un golpe en la mejilla que me hizo caer al suelo. Ashton se arrodilló a mi lado mientras yo tocaba con mis manos la zona golpeada y contenía mis lágrimas por el dolor físico, pero más por el psicológico.

—Ashton, no te atrevas a ponerte en medio de nuevo —amenazó mi padre, confirmando que no había parado, sabía que volvería pegarme. Pero entonces Ashton me rodeó con sus brazos impidiendo que mi padre volviese a golpearme—. Quítate, Ashton —impuso mi padre con su tono de voz roto. Mi hermano ni siquiera de movió y entonces oí un gruñido de su parte y, segundos después, me soltó. Abrí los ojos y observé como mi padre lo tenía acorralado en la pared mientras le agarraba del cuello de nuevo y entonces, cuando la cara de Ashton no podía estar más roja debido a su falta de aire, le golpeó el estómago y le soltó haciendo que Ashton se doblase sobre sí mismo. Mi padre salió del salón mientras nos insultaba en susurros y decidía que no cenaría, corrí hacia donde estaba Ashton que a penas podía respirar.

—Lo siento, Ash, lo siento —sollocé observando su rostro contraído por el dolor. Se incorporó y me miró, intentando sonreír pero solo pudo mostrarme una mueca que me hizo sentir peor—. De verdad, yo... yo no quería... —susurré y sus manos fueron a los lados de mi cabeza.

—Eh, M, todo está bien, ¿vale? —intentó consolarme con su voz saliendo quebrada de su garganta casi seca y me abrazó mientras yo lloraba una vez más sobre su hombro. Como siempre hacía cuando mi padre nos sometía a aquellos abusos. Como siempre hacía desde hace dos años atrás.

(...)

—Venga, pequeña, arriba —dijo Ashton mientras me mecía un poco en la cama y me giré para mirarle. Después de la pelea con mi padre el día anterior le había pedido a Ashton que durmiese conmigo, le necesitaba—. ¿Te duele?

—Un poco. —Caminé hasta el espejo de la habitación para observar mi cara donde un moratón era la repercusión de anoche, el cual cubriría con maquillaje. —¿Y a ti?

—No, estoy bien. —Pero sabía que estaba mintiendo. Siempre me ocultaba cuando estaba mal para no hacerme sentir peor o culpable. Él era fuerte por los dos.

Caminamos hasta el instituto y miré el móvil por primera vez desde ayer por la mañana, miles de llamadas de Luke colapsaban mi pantalla junto a algunos mensajes como "¿Estás bien? ¿Por qué no coges el teléfono?" "Pensaba que estábamos bien" "Basta ya, Mickie, si estás intentando preocuparme lo estás consiguiendo, ¿quieres coger el maldito teléfono de una vez?" Me sentí culpable por no haber mirado el móvil antes, seguramente, Luke estuviese de un humor de perros debido a que mis respuestas a sus mensajes y llamadas brillaban por su ausencia.

Entramos en el instituto y me separé de Ashton, me tocaba matemáticas y tenía que llegar temprano y coger buen sitio puesto que no era muy buena en la materia. Entré en clase antes de que el profesor llegase y entonces le vi, rodeando con su brazo a la Barbie con la que le vi el primer día. Mujeriego. Sabía que Luke era un mujeriego, lo que no sabía era por qué me importaba. Me miró, pero esta vez sus ojos mostraban molestia, enfadado, ¡vaya, el señor estaba enfadado por no responder a sus llamados! Qué pena, tendría dos problemas, enfadarse y desenfadarse.

Me senté en primera fila dispuesta a atender toda la clase cuando le sentí a mi lado, justo a en la mesa de mi derecha. El profesor entró en clase.

—¿Por qué no has respondido a mis llamadas? —acusó mientras se acercaba un poco a mí y susurraba. Le miré, con indiferencia, él no era el único con un humor fácilmente irritable—. ¿Mickie? Oh, vamos, nena, ¿qué coño pasa ahora?

—¿Quieres dejarme en paz? —Le eché una rápida mirada y mis ojos volvieron delante donde el profesor explicaba.

—No, maldita sea, yo tendría que ser el jodido molesto aquí, Mickie —volvió a insistir.

—¿Pero quieres callarte?

—No, no quiero.

—Irwin, Hemmings, salgan de mi clase —ordenó el profesor y, si no tuviese la mandíbula que sujetaba mi boca, esta hubiera caído al suelo. No podía hacerme eso. No.

—Perdón, señor Thomas, ya me callo, de verdad —rogué.

—No lo repito más, fuera de mi clase, tengan la tertulia fuera, no aquí.

—Al menos será más divertida que está mierda de clase, con respeto, Thomas —dijo Luke pronunciando despectivamente "Thomas" y, después de coger su mochila, salió de clase, cogí la mía malhumorada y me retiré de allí al igual que él.

—¡¿Pero tú eres idiota o qué te pasa?! —grité nada más salir de clase y verle recostado en uno de los casilleros.

—Eh, tranquilízate.

—No, no voy a tranquilizarme.

—Vayamos por ahí y hablamos mejor, ¿te invito a un té? —pronunció con diversión y cerré los ojos conteniendo mi enfado.

—Voy a perder clase por tu culpa.

—Eres demasiado buena,... ángel —respondió mientras me miraba con diversión.

—¿Ángel? ¿Primero te crees Romeo yendo a mi balcón y ahora Patch Cipriano? —pregunté al acordarme de cómo Patch llamaba a Nora en Hush Hush.

—¿Cómo?

—Patch Cipriano, un personaje de un libro, Hemmings —le hice saber obvia.

—Oh, vamos, nena, yo no leo esas cosas —contestó y rodé sus ojos ante aquel despecho por los libros.

—Entonces no encuentro la explicación a ese apodo. —Él volvió a acercarse, casi acorralándome en la pared, ¿cuándo había dejado de estar enfadada para mostrarme tan débil ante él?

—Eres responsable, odias romper las reglas, eres demasiado buena para mí, pero los retos siempre me han gustado, ángel —confesó y acortó el poco espacio que quedaba pegando nuestros cuerpos y nuestras miradas. 

Rebeldía (Luke Hemmings)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن