Detengo el movimiento de limpiar la mancha y lo miro a sus ojos verdes.

—No es una cita

—Debería.

Niego con la cabeza aguantando una risa y sigo limpiando la mancha que esta apunto de salir.

—Estas hermosa hoy —dice mientras boto el papel en la basura. Esas tres palabras me hacen sentir cosquillas, hace mucho que no escuchaba a un mismo chico decírmelo más de una vez.

—Gracias, señor Müller —sonrío acercándome a él y abotonando su camisa—. Ya está.

—Gracias, señorita Green.

Nos miramos por varios segundos y el efecto gelatina ya esta llegando a mis piernas.

¿Qué mierda me hace éste hombre?

Acomodando mi falda y bajándola un poco más suspiro para luego observarlo.

—Nos vemos, señor Müller.

Paso por su lado pero detiene mi andar colocando su mano en mi cintura. El calor que emana de ella me pone nerviosa.

Joder.

Coloca su otra mano al otro lado de mi cintura y me empuja suavemente, recostandome del mesón de los lavamanos y posicionándose delante de mí.

Su mirada verde logra hipnotizarme y yo solo me quedo ahí, como piedra, sin saber cuál será su próximo movimiento.

Sube una de sus manos hasta mi mejilla, acariciándola, para luego colocar un mechón de pelo detrás de mi oreja. El calor aumenta y noto que él está sintiendo todo lo que yo siento porque sus labios están entreabiertos para respirar mejor y sus hombros están tensos.

Recuerdo mi reportaje y ya debería estar con Esteban.

—Señor Müller...

Su pulgar recorre mi labio inferior haciéndome callar. Junta su frente a la mía y suspira.

—¿Saldrás conmigo el viernes?

—Sí...

—Me iré por cinco días, no quiero que cambies de opinión.

—Y ¿qué pasa si lo hago? —digo solo para chocarlo, sonriendo un poco.

Devolviéndome la sonrisa, toma ambos lados de mi rostro mirándome fijo a los ojos.

—Te buscaré y te arrastraré hasta mi auto.

—Eso sería un secuestro, puedes ir preso.

—Correría el riesgo —dice viendo mis labios.

Nunca.

Nunca en estos dos años he querido besar a ningún otro hombre y no sé qué sucede con este alemán americano, que pareciera que tuviera un imán en sus labios, pero no puedo hacerlo y no lo haré.

Cuando noto que se aproxima por mis labios lo detengo con mis manos en su pecho.

—No. —Digo firme.

Lo escucho suspirar frustrado.

—Eres la mujer más dura que conozco, y no sé por qué eso me gusta —sonrío—. Al menos dime que el viernes podré hacerlo.

—Señor Müller, solo saldremos. No ocurrirá más nada. Y le aclaro de una vez, en caso de que bebamos un par de copas —me acerco tanto a su rostro que su nariz choca con la mía—, nunca se le ocurra besar mis labios.

Me alejo y me mira confuso con su ceño fruncido.

Hago el ademán de caminar pero posa su brazo en el mesón del lavamanos impidiendo mi paso.

Perdón, pero Tú eres Mía  I  [ REALIZANDO CORRECCIONES ]Where stories live. Discover now