Capítulo 34

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☆☆Un hasta pronto☆☆

El dolor regresó más punzante, sintió de nuevo el frío, un leve mareo y el peso de su cuerpo,... pero ya no tenía miedo. Luna volvía a la dolorosa realidad mientras el impacto producido por el diario hacía todavía imposible que se divisara bien el estropeado habitáculo debido a los destellos cegadores que lanzaba el poderoso objeto. La magia que desprendió fue tan fuerte que hizo que Bellatrix y el duende Griphook fueran empujados al otro extremo del sótano. Poco a poco, tomando aire, Luna se fue incorporando sintiendo punzadas en la espalda hasta quedar apoyada a los pies del oxidado camastro.

Draco por su parte, ya repuesto de esa pequeña visita al diario, abrió la puerta del sótano y se aproximó unos pasos al camastro, tomando aire y conteniendo sus emociones todo lo que podía. Miraba de reojo a su tía que, confusa y muy furiosa, se puso en pie ágilmente y se volvió a acercar a Luna para cogerla de la muñeca con brusquedad.

-¡MALDITA SEA! –exclamó Lestrange- ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué actúa así? ¡Explícame lo que ocurre con este maldito diario, traidora a la sangre!

Le daba igual que Luna estuviera sin aliento y con la mirada casi perdida por la maldición Cruciatus, la mortífaga quería todas las respuestas en ese mismo instante.

Mientras, con disimulo, Draco se iba aproximando más a ellas y sacaba su varita, preparándose para destruir el diario, notando cómo su corazón latía frenéticamente. Sí, lo sabía, a él aún le quedaba corazón, puesto que guardaba en él un sitio para Luna. No pudo evitar lanzar un leve suspiro a la vez que apretaba los puños.

-Ah, Draco, estás aquí, querido –dijo la tía Bellatrix ladeándose para mirar a su sobrino, mostrando una extraña media sonrisa mientras seguía sosteniendo a la joven con firmeza-. Vienes en un buen momento. Hoy te enseñaré una nueva táctica de tortura, y esta chica será tu conejillo de indias.

Draco y Luna compartieron de nuevo una mirada, ella intentaba estar lo más tranquila posible, incluso parecía intentar darle ánimos, pero él se iba poniendo más nervioso. Un sudor frío impregnó su frente, intentaba dar la impresión de que no conocía a la dulce muchacha. Odiaba que su tía la acabara de calificar como "conejillo de indias", sentía un intenso deseo de aturdirla y ponerle unos grilletes para después sacar a Luna de allí.

Bellatrix se incorporó y se aproximó a él, siguió hablándole afectuosamente posando una mano en hombro:

-En cuanto la chica se quede callada o no coopere como es debido, le lanzarás un crucio, mientras, yo le iré dejando un pequeño mensaje en el brazo, para que no olvide a quién se enfrenta –explicaba tranquilamente mirando a Luna con los ojos muy abiertos, transmitiendo una expresión amenazadora a la par que desconcertante-. Tú observa, querido, luego probarás a hacerlo tú.

La sola idea le hacía hervir la sangre, pero debía mantener la compostura. Buscó el diario con la mirada, estaba a su derecha, a unos centímetros del camastro, casi a los pies de Luna. Se disponía a apuntar, pero debía de esperar a que Luna no cooperase con su tía y así tener un motivo para destruir el poderoso objeto, quedando a ojos de la mortífaga como un acto de castigo. Eso significaba que no podría evitar que Bellatrix jugara un poco más con Luna de una manera más sádica, lo que hacía que la inquietud del muchacho se acrecentara.

-Habla de una vez, traidora a la sangre –dijo Bellatrix arrodillándose frente a Luna de nuevo- ¿Por qué hay tanta magia acumulada en el diario? ¿Para qué la necesitas? ¿¡QUÉ ESCONDES EN ÉL!?

-Recuerdos –dijo Luna con la voz algo quebrada-. Ya se lo he dicho, solo es un diario, el diario de una niña...

-¿Desde cuándo lo tienes? –habló la mortífaga apresuradamente.

Secretos en la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora