La realidad me golpea de repente. Nat llegó anoche y sigue aquí. Está mal y no puede quedarse sola, es más no puedo dejarla aquí sola. Está claro que la persona correcta para quedarse con Nat soy yo, nadie mejor que un amigo para pasar el día. Tengo que consolarla, apoyarla y animarla a sentirse mejor hasta que encuentre otros vaqueros que consigan llenar ese vacío que lleva dentro. Aunque todo me resulta demasiado extraño. A pesar de que Nat ha sido siempre muy sentimental dudo mucho que llore por unos vaqueros, hay algo detrás de todo esto y no me gusta ni un pelo.

—Tranquilos, ya me quedo yo con ella —digo alto para que se enteren.

Todos se giran hacia mí de repente.

—¿Qué? Es mi mejor amiga —les digo.

—Tu mejor amiga cuando te conviene —escucho gruñir a Elena.

—Elena... —le riñe Yoel con un semblante de lo más serio.

Elena se achanta un poco, pero sé que no dejará pasar esto tan fácilmente. Conmigo le gusta pelear.

—Le hiciste mucho daño, fui su paño de lágrimas en el instituto y no quiero que la vuelvas a confundir más de lo que ya está en estos momentos —suelta.

Me quedo un poco anonadado con lo que acaba de decir. ¿Nat está confundida? Sacudo la cabeza y me dispongo a contestar.

—Y yo te recuerdo que Nat me ha perdonado y que volvemos a ser amigos —le recalco—. Así que te puedes ir tranquila —gruño.

Ella aprieta sus puños con fuerza manteniéndolos a cada lado de sus costados, suspira y se marcha de casa sin decir nada más. No sé si he ganado esta batalla con ella o no, pero por ahora es una victoria. Yoel me lanza una mirada de pocos amigos. Sé que odia vernos a ambos pelear así, y sé cuanto desea que esto entre los dos se acabe de una vez. Pero al parecer ninguno está por la labor de dejarlo ir aunque haya alguna que otra excepción por ahí.

Ricky viendo la tensión hay en el ambiente se despide y se va.

—¿Puedes quedarte un rato? —le pregunto a Yoel viendo que aún está en pijama—. Si se despierta y se ve aquí sola seguramente se asustará.

—Claro... —murmura.

Suspiro y me relajo al instante al escucharle. Agarro el proyecto en mano y me dispongo a salir hasta que oigo de nuevo la voz de Yoel.

—¿Cuánto tardarás? Mi examen comienza en un par de horas.

—Solo será entregar el proyecto que acabé ayer y me vendré para estar con ella.

Yoel asiente conforme y me despido sacudiendo la mano.

Camino con rapidez hacia la facultad. Sé que llegaré antes caminando que en coche por los atascos que se forman cada mañana. La gente trabajadora suele salir a la misma hora que entro yo en la universidad. Mientras voy de camino pienso que voy a hacer con Nat. Cuando llegue podríamos salir a desayunar, o mejor aún, quedarnos en casa acurrucados entre mantas en el sofá. Es algo que a ella le encantará y que le ayudará a sentirse mejor.

Cuando llego a la facultad encuentro a todos mis compañeros repartidos por el pasillo de clase. ¿Se puede saber a qué demonios esperan para entregar el proyecto?

—¿Oye qué pasa? —pregunto desconcertado colocándome detrás de un compañero de clase.

—Al parecer el profesor está indispuesto y ha mandado a una de sus ayudantes a recoger los proyectos por orden de lista —me informa.

Maldigo mentalmente al profesor y espero unos cuantos minutos a que la cola avance, pero esta no lo hace y todo esto está consiguiendo sacarme de mis casillas. Necesito entregar ya el proyecto e irme a casa para estar con Nat, ella me necesita y yo la necesito. ¿Por qué siempre hay algo que se cruza en mi camino?

Una rosa para Alex.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora