Capitulo 50

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—¿Cómo? —pregunta el comisario, confuso.

—¡ELLA FUE QUIEN DISPARÓ A ÁLEX! —con la preocupación por su estado de salud nadie ha preguntado qué es lo que ocurrió. Todos han dado por hecho que los responsables han sido el Carnicero y sus hombres.

—¿Estás diciendo que Erika estaba allí? —el agente se pone en pie y viene hacia nosotros, alarmado.

—¡SÍ JODER! —pongo las manos sobre mi pecho—. ¡Y Natalia va para allá! —el comisario mira al agente con un gesto poco amigable.

—Señor, no teníamos conocimiento de esto —se disculpa—. Debió de escapar antes de que llegáramos. Nuestros hombres han limpiado y revisado la casa y allí no había nadie más.

—¡Vamos! —grita el comisario, y los tres corremos en la misma dirección. Protestan por mi presencia, pero finalmente consigo subirme al coche con ellos. No pienso dejarla sola. Mientras el agente conduce, el comisario hace un llamamiento por la emisora y activa a varias patrullas. Intento ponerme en contacto con Natalia, pero mi desesperación aumenta cuando no contesta a ninguna de mis llamadas.

—¡Corre! —grito. Por el tiempo que ha pasado, ya debería haber llegado—. Corre, por Dios. Algo está pasando —mi garganta se cierra por los nervios.

Los minutos se me hacen eternos. No dejo de intentar contactar con mi amiga, pero para mi desgracia, no lo consigo. Cuando estamos a punto de llegar, vemos varios coches de policía aparcados en la puerta. Antes de que el agente pare por completo, me bajo del vehículo y corro hasta la casa.

—¡No puede entrar, señorita! —alguien me retiene.

—¡Suéltame! ¿Dónde está mi amiga? —me muevo violentamente, intentando escapar.

—Aquí no hay nadie —responde. Justo en ese momento llega el comisario—. Comisario, hemos revisado de nuevo la casa y está despejada. Asiente poco conforme y mira hacia el jardín.

—¿Y Natalia? —pregunto. Mi corazón bombea con fuerza—. ¿Dónde está Natalia?

—No hay nadie. Cálmese —vuelve a hablarme el agente—. Quizás todavía no ha llegado.

—¡No es cierto! —mi piel se eriza—. ¡Ella debería estar aquí! —algo me dice que Natalia está cerca, puedo sentirla.

—Lo único que podemos hacer nosotros ahora es esperar.

—¿¡Qué!? —no puedo creer lo que oigo.

—La ley es así, lo siento. Deben pasar al menos veinticuatro horas sin noticias para dar por desaparecida a una persona y comenzar su búsqueda.

—¿Estás loco? —levanto las manos, impotente—. ¡Para entonces podrían haberla matado!

—También puede haberse marchado por iniciativa propia —se encoje de hombros—. Es una persona libre y puede hacer con su vida lo que quiera.

—¿En serio eres policía? —lo empujo para intentar entrar en la casa de nuevo.

—Cálmese o tendré que arrestarla.

—¿Que me calme? ¿Ganaste tu título de policía en una tómbola? —tuerce mi brazo para esposarme.

—¡Déjala! —dice el comisario, y rápidamente me suelta. Todas las emisoras comienzan a sonar a la vez.

—¡Están atracando un banco en el centro! —grita alguien y todos se marchan, dejándonos solos. El agente que nos trajo también se va con ellos.

—Espera aquí, Laura. Voy a echar un último vistazo —dice el comisario—. Nosotros esperaremos un rato más por si viene tu amiga. Es posible que se haya entretenido por el camino. Sigue intentando contactarla —él tampoco está tranquilo. Mientras entra en la casa, yo hago lo que me ha pedido.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora