Capitulo 10

355K 24.8K 1.1K
                                    

Pasan los días. Cada minuto que tengo lo empleo en intentar encontrar a Mario. He telefoneado un par de veces a Natalia desde entonces para que me cuente cosas sobre él. Estoy haciendo uso de todos mis conocimientos de psicología. Cuanto más sepa de su persona, más fácil me será descubrir su patrón de comportamiento y prever cuál será su siguiente paso. Toda ventaja es poca en un caso así. Parece que el cabrón está tan obsesionado que no le importa poner en peligro su propia vida para acabar con la de Natalia.

Estoy por tu zona. Tengo que descambiar algunas cosas. Te invito a un refresco.

Laura acaba de escribirme. Me siento confundido. ¿Por qué tener noticias de ella me pone tan nervioso?

En media hora estoy allí. Nada más responder la culpabilidad aparece de nuevo. Laura ha estado de manera constante en mis pensamientos estos días. No soy capaz de sacarla de mi cabeza. «Es por una buena causa», me digo, «necesito información».

Perfecto. Te espero. Tomo una gran bocanada de aire. En unos minutos volveré a verla.

Llego puntual y ahí está. Sentada en el mismo sitio en el que estuvimos charlando la última vez. Tiene su melena rubia recogida en un moño casual. Varios mechones le caen por la cara y se mueven con la brisa. Lleva puesto un pantalón ajustado vaquero y una camisa azul clara. Pero lo que más llama mi atención son sus labios pintados de rojo. Trago saliva tratando de calmarme. Me afecta. Con cada paso que doy hacia ella algo se mueve en mi estómago. Como si intuyera mi presencia, se gira, y cuando me ve sonríe. El cielo está nublado, pero su gesto ilumina toda la calle.

—¡Musculitos! —se pone en pie y viene hacia mí. Mi corazón se acelera preocupantemente. «¿Qué coño me pasa?».

—Hola, Laura —tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma. Rodea con sus brazos mi cuello y deja un beso en mi mejilla. Su aroma y su contacto hacen que mis piernas tiemblen. Me siento rápidamente para que no lo note y ella se acomoda en la silla que tengo enfrente.

—¿Cómo han ido estos días? —me mira fijamente a los ojos esperando una respuesta. Esto está empezando a convertirse en una auténtica tortura para mí.

—Bien, co... como siempre —respondo tartamudeando, y me encojo de hombros—. «Tranquilo, Álex», me digo.

—Natalia sospecha —dice sonriente.

—¿De qué? —arrugo la frente, confuso—. «¿Sospechará de ella igual que yo?».

—¡De que hemos quedado! —casi grita sacándome de mi error. Estoy tan obsesionado por encontrar a Mario que todo lo asocio al caso.

—¿Le has contado algo? —pregunto preocupado.

—Nada de nada —sonríe de nuevo. Necesito mantener esto en secreto para no levantar sospechas. He conseguido hacerle creer que es por no aguantar las burlas de César y su amiga, pero nada más lejos de la realidad. Solo busco información. Que la gente sepa que nos vemos dificultaría las cosas.

—¿Por qué crees que sospecha?

—Porque quizás metí un poco la pata —me tenso—. Natalia sabía que había tenido una cita, pero no sabía con quién —la palabra cita hace eco en mi cabeza. Para ella fue una cita, para mí solo trabajo—. Me dijo que habían tenido un percance con Mario en la carretera y quise saber si te lo habían contado. Estabas ese día conmigo, no les habías llevado tú, era lógico que no lo supieras. Entonces dedujo que, por alguna razón, sabía que no habías ido con ellos —aprieto mis dientes.

—Debes tener más cuidado —intento no parecer demasiado duro con esa frase—. Sería insoportable aguantarles si se enteran —resoplo para hacerlo más creíble—. No me gusta que la gente sepa de mi vida privada.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora