Capítulo 8: ¿Qué es lo que pasa?

9 0 0
                                    


La silla hacía ruido a falta de aceite en las tuercas.

Samanta me empujaba por la puerta de la habitación, sacándome a pasillo del Hospital General Central de la ciudad tomado por el G.S.R. En frente de la puerta había un mapa del lugar donde explicaba las nuevas secciones y como estaba organizado el lugar, firmado por la nueva dirección del recinto hospitalario. La división de cuidados intensivos estaba en el último piso, alejado de los demás que se repartía en: En el primero se encontraba la zona de recepción y recibidor de urgencias, el segundo poseía doscientas dieciocho habitaciones para mantener gente, en el tercer se ubicaba la zona de laboratorio y del nuevo circulo de científicos trabajando día y noche en analizar bien el virus, y en el ante último piso se ubicaba "El refrigerador". Contaba con una azotea preparada para recibir a la unidad aérea de transporte cual estaba en poco uso.

Nos movimos recto por el pasillo hacía el elevador para poder abordarlo, la pelirroja me depositó dentro de la caja metálica y luego pasó a mi lado y habló mientras presionaba el botón número uno.

-Las cosas estuvieron difíciles este año que estuviste ausente, pasaron muchas cosas pero nunca perdí la esperanza en que ibas a volver a abrir los ojos.

Me miró esperando una respuesta pero me limité a bajar la cabeza, el monta cargas para uso personal bajaba lentamente pero no tardaríamos en bajar a nuestro destino, la planta baja.

En la recepción del hospital había poco movimiento, detrás de un mostrador había una chica limándose las uñas, de unos veinticinco años de edad. Delante de ella una lámpara sueca iluminaba sobre ella un cono de luz tenue dejando ver un libro bastante ancho con letras rojas en grande. Detrás de ella había un bastidor mostrando una escena desgarradora, se podía apreciar gente escapando de sombras, detrás de ellos se apreciaban fogonazos y soldados siendo agarrados por las sombras sosteniéndolos del cuello algunos y a otros arrojándolos al suelo.

Paramos en la puerta, miré hacia el exterior y salimos.

El estacionamiento estaba totalmente vacío, al pasarlo muy lento pude apreciar que nos acercábamos a un pasillo, dos murales largos y anchos donde varios artistas había plasmado imágenes similares a la que había visto en la entrada del edificio donde salía. A lo lejos, casi llegando al final del callejón, se ve en la pared derecha fotos, velas, cartas y vasos de agua.

-¿Vasos de agua? –Pregunté

-Hay una antigua leyenda que dice que los caídos en combate van hacía la luz para leer las cartas de sus más queridos, tomar un poco de agua y continuar su viaje a descanso eterno.

Terminamos el recorrido y entramos a lo que sería la zona residencial, miré a samanta, pero ella solo seguía empujando la silla hasta lo que sería su departamento.

-Bienvenido a casa Sebastian, este va a ser nuestro departamento, no conseguí uno para ti solo porque estamos algo sobrepoblados, actualmente la zona residencial alberga a cinco mil doscientas cuarenta y ocho personas en unas cuarenta manzanas, totalmente seguro, se levantaron paredones y montaron puntos de control entre el exterior y nosotros.

Por lo que escucho mientras nos adentramos al lobby del dúplex, la "ciudad" está muy bien organizada, muy segura y excesivamente mantenida.

Samanta se adelantó a mí, abrió el ascensor y me subió, pasó y marcó el piso dos.

-Me alegra muchísimo verte de nuevo, ha estado movida la cosa mientras -¿Me extrañaste? –Interrumpí

Un silencio bastante incómodo y el monta cargas personal llegó a destino, ella abrió las dos puertas y me sacó de ahí llevándome hacía una puerta de madera que en el frente ponía el número, 18. Entramos y el lugar tenía una vibración diferente a los demás lugares, era muy cálido y reconfortante estar ahí. Un ventanal enorme dejaba la entrada de luz al pequeño complejo, aprovechando la luz natural para iluminar aunque ya estaba cayendo la noche.

El tipo de traje.Where stories live. Discover now