Capitulo 4: Buscando el punto débil de todo.

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Esos brazos que me rodeaban eran mi responsabilidad de ahora en adelante.

Samanta seguía siendo una desconocida para mí, pero el sentimiento de soledad que transmitía era enorme y me ponía cada vez más mal pensar que algo le pasara, que a mí me sucediera algo y la dejara sola como el viento en una pradera.

Un estallo sonó de repente.

Plaff

Tras unos movimientos raros en mi espalda escuche esa dulce voz recién despertada del noveno sueño -La lluvia me trae recuerdos lindos, recuerdos de la vida real y no de esta pesadilla, de cuando todo parecía real y no de una película.- Sus palabras quizás me tocaron justo en el corazón, algo en el fondo me había movido el sentimiento de melancolía. Sentí cómo tomo aire y volvió a hablar -Seguro estás dormido, y ni me estés escuchando.- Deje que el silencio reinara como lo hizo en momentos del día, y respondí -No puedo dormir, ando muy preocupado para eso.-

Sentí un calor y la cara de ella que se hundía en mi espalda, mientras que hablaba con la voz algo cansada -En serio, gracias por sacarme de aprietos hoy, no estaría viva si no fuese por vos...- La duda de ese cariño tan repentino hacia mí llego a mi mente como sí nada, ¿Ese cariño era porque la había salvado?

La lluvia se intensificaba.

-No tienes que ofrecerme las gracias, sentí que debía hacerlo, ya te lo dije.- Mi mirada se centraba en la pared y mi percepción auditiva en el sonido que producía la intensa lluvia que golpeaba el techo sin piedad alguna.

-No estaría aquí si no fuese por ti...-

Todavía llevaba mi camisa más el pantalón del ambo -Solo trata de dormir, mañana nos espera un día largo-

-Entonces date vuelta y abrázame tú, así si podré dormir- y en ese instante ella se dio vuelta y dejo que me acomodara junto a su cabellera pelirroja... Su pelo olía bien luego de haber sudado como lo había hecho, su cintura se amoldaba a mis brazos y ella suspiraba con ganas de llorar, lo sentía, pero se contuvo. A la mañana siguiente la paz que se sentía en los dos en la cama, abrazados, transmitiéndonos calma entre los dos, pero no pasaría mucho tiempo para que fuese interrumpido.

Mis ojos se abrieron y ella era real, lo que parecía parte de un sueño de terror y algo meloso era verdad.

-Arriba Samanta, tenemos que salir de aquí- Decía mientras la movía... se veía tan bien durmiendo que me daba pena despertarla, pero debía hacerlo. -Arriba, vamos.-

-¿Y a dónde iremos?- la pregunta sonaba realista, que carajos estábamos por hacer, ni idea-Es mas peligroso estar ahí afuera que aquí-

-Tenemos que movernos, no hay opción, ¿No dijiste que en el centro estaban evacuando?-

-Sí, pero solo es algo que escuche en la tele, y después de ver al reportero suicidarse y ver como los militares mataban esas cosas y ver que la situación no está fácil para nadie, me baja las esperanzas.- Esa declaración de ella me dejo helado y pensante. En sí la situación no era propicia para nadie, pero tenía que ser más fuerte que nunca y salir adelante.

-Levántate, nos vamos- Dije con tono firme y serio.

Baje rápido a la cocina y tome la mochila por las correas, pero antes de ponérmela y apurar nuevamente a Samanta para que baje y nos largáramos agarre el fierro que tenía...

Mi duda era enfrentar a esas cosas ¿Cómo carajos iba a hacer? No sabía cuál era su punto débil ni nada, estaba en las manos del destino contra mis adversarios muertos .

-¿Seguro que quieres que salgamos?-

-Es lo más seguro, no falta nada para que empiecen a saquear casas, no quiero estar acá para cuando eso pase ¿Tú sí?-

-No-

-Entonces agarra algún abrigo mío de arriba, nos vamos.- Dije poniéndome el saco del traje.

La calle estaba completamente vacía.

Avanzamos dos cuadras muy vacías para la situación en la que estábamos y no faltaba mucho para que se desate una pelea por buscar los puntos ciegos de los cuerpos descompuestos y bañados en sangre. Uno de más o menos un metro setenta y ocho se me abalanza encima de mí mientras que mi acompañante lanzaba un alarido tal que acaparó el oido de otras cosas.

La cosa fue al tacleo cual rugbier enojado por perder un tanto y me deja tendido en el suelo, recupero fuerzas y me levanto rápidamente mientras que la cosa estaba tirada en el suelo. Rápidamente agarré el fierro que llevaba conmigo y le di un buen golpe en el pecho.

Nada.

La cosa de puso en pie y el semejante golpe que le había dado no había sido suficiente para derrumbarlo. Metí un golpe en su pecho nuevamente y seguía sin inmutarse, era muy resistente, pero toda fortaleza que parece ser impenetrable tiene su punto ciego... Decidí ir por la cien, el golpe fue tan duro que cayó pero no fue tan simple fulminar semejante bestia inhumana. Ya en el suelo metí varios fierrasos en su cabeza hasta que se podían escapar sus sesos.

-Al parecer a la cabeza hay que irles, pero no un solo golpe, no son tan débiles.-

Seguía mirando el cuerpo de mi enemigo podrido en el suelo esperando una respuesta de Samanta, pero al parecer, ella estaba más concentrada en otra cosa que en mis palabras, ella miraba detrás de mis hombros. Una horda de las cosas avanzaba a gran velocidad hacía nosotros y nuestros pies tomaron temperatura gracias a la velocidad a la que empezamos a correr.

Corrimos y lo primero que hicimos fue irrumpir en la primera puerta abierta que vimos... El fulminante de su escopeta estaba sin percutar y listo para ser disparado hacía nuestras cabezas.

El tipo de traje.Where stories live. Discover now