Agujas en el corazón

990 96 16
                                    

El sonido de la ropa siendo movida era tan suave que fue un milagro que Ichigo se despertara. A lo mejor no fue el sonido lo que le sacó de sus sueños, sino la repentina perdida de calor corporal a su lado.

—¿Hm? —se talló los ojos y levantó la cabeza poco a poco mientras enfocaba la vista en su habitación. El pequeño movimiento al pie de la cama llamó su atención y se incorporó un poco más para tener una vista mejor— Ey... ¿qué estás haciendo?

Rukia, vestida solo con un par de jeans sin abotonar, se congeló en su camino de recoger sus prendas del suelo y se volteó hacia el más alto, toda la sangre desapareciendo de su rostro.

—K-Kurosaki... —susurró, dándose prisa en erguirse derecha, su blusa presionada protectoramente sobre su pecho— Solo estaba-...

—¿Kurosaki? —repitió el pelinaranja, arrugando el ceño levemente mientras se sentaba por completo al borde de la cama— ¿Qué pasó con Ichigo?

La habitación quedó en silencio, la última pregunta, tan suave como había sido preguntada, quedando suspendida en el aire como un pesado ladrillo. Los labios de Rukia estaban presionados con fuerza entre sí, su cabello despeinado cayendo un poco sobre sus ojos, y su cara se veía pálida, transparente incluso mientras intentaba mantenerle la mirada a Ichigo. Falló, demasiado rápido, y desvió la mirada, sacudiendo su cabeza y sus hombros cayendo con el peso de la culpa que sin duda sentía. Ichigo la miró atónito y boquiabierto.

—No es en serio... —susurró, observando a la chica con incredulidad— ¡Tienes que estar de broma!

—Esto no es- —Rukia intentó hablar, pero su penoso intento fue cortado por una risa vacía que resonó en la habitación, golpeando justo en el corazón de la Kuchiki.

—Ibas a irte así sin más, ¿no es cierto? —inquirió Ichigo, deslizándose fuera de la cama y agarrando sus boxers para ponérselos.

—Intenté decírtelo muchas veces... —dijo Rukia dando un paso atrás— Tú y yo: no va a funcionar.

—¿Qué es lo que te hace pensar eso? —reiteró Ichigo, sus manos cerrándose en puños a sus costados.

—Tengo que irme —la joven dijo con un sonido ahogad, girándose sobre sus tobillos para dar media vuelta y marchar hacia la puerta para salir de la habitación. El pelinaranja gruñó, pero siguió a Rukia de todos modos, solo para encontrarla en el salón tratando de ponerse la ropa tan rápido como le fuera posible.

—¡Creí que lo de anoche significó algo para ti! —insistió, parándose entre la ojivioleta y la puerta de salida, una mirada de dolorosa determinación plasmada en su cara mientras veía a su-...su-... ¡a la mierda! intentando salir de su apartamento como si el lugar fuera la escena de un terrible crímen.

Sí... Tanta prisa, pensó Ichigo, su mandíbula de lo fuerte que estaba apretando sus dientes entre sí— ¡No hagas como que no me escuchaste!

—¡Deja de hacerlo todo tan difícil! —exclamó Rukia desesperada, terminando de abotonar su blusa y parándose frente a él. El pelinaranja era lo único que se interponía en su ruta de escape— Solo deja que me marche.

—No hasta que me respondas.

—Maldita sea Ichigo, lo de anoche estuvo mal... fue un error que no debí dejar que pasara. Te pido por favor que olvides todo eso... —no pudo continuar hablando, la expresión de dolor que se formó en el rostro de Ichigo tras sus palabras fue demasiado para soportarlo. Se vio obligada a dejar de mirar hacia él. Se sentía tan culpable, le dolía tanto, pero era lo mejor para ambos. Esa relación entre ellos era imposible.

Lo que tenga que ser, seráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora