11. ¿Pero qué diablos...?

569 39 11
                                    

—Nathaniel Kenth Blakeman, ¿serías tan amable de explicarme de que estás hablando? —pregunté calmada, a pesar de que internamente estaba sufriendo de un pequeño ataque.

Habían pasado un par de minutos desde que él había irrumpido en mi habitación en medio de la noche, y aún no tenía ni la más mínima idea de que mierda estaba sucediendo allí.

Nate puso los ojos en blanco al escuchar su nombre completo y se sentó en la silla giratoria de mi escritorio. Luego se quitó de la espalda una mochila negra que hasta ese momento no había visto –Pero claro, ¿cómo iba a hacerlo, si esta se camuflaba con su sudadera negra  y sus jeans negros?– y de ella sacó una laptop, la cual no reconocí.

—Sabes que odio que me llames por mi nombre completo, Hawthorne —me recordó. Y entonces me dio la espalda y encendió la computadora, ignorándome totalmente —. ¿Puedes ir por Colin? Lo necesito aquí...

—¡Nate! —chillé perdiendo la paciencia. Él hizo una mueca.

—Diablos, Charlie. ¿Quieres despertar a todo el vecindario? —se quejó, acariciando sus oídos.

—Responde a mi maldita pregunta —exigí enojada.

Solo pedía un poco de paz aquella noche, y eso no era lo que el destino me había traído.

En serio ¿Podría alguien allá arriba decirme qué había hecho para merecerme todo esto?

Nate soltó un suspiro cansino, como si mi simple presencia le estorbara, y dejó de hacer lo que sea que estuviera haciendo en esa laptop que estaba segura no era de él.

—De acuerdo, te lo diré. Pero debes prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿si? Ni a Phoebe y mucho menos a Zac.

Aquella petición me preocupó un poco, ¿qué podría estar haciendo para que no quisiera que ni nuestros amigos se enteraran? Aun así, lo miré asesinamente.

Como si yo no le hubiera guardado todos y cada uno de los secretos que me había contado cuando éramos pequeños.

—Lo prometo.

—Bien —dijo, acomodándose en la silla en una posición en la que quedaba mirándome de frente —. Como sabes perfectamente, mi padre es el jefe de la policía de California, y gracias a eso, tiene acceso a todos los casos que suceden por aquí. Y digamos que hace unos días tomé prestada su laptop sin que él lo supiera y accidentalmente leí un archivo sobre un caso que estoy seguro no debí haber leído —explicó. Aún así yo seguía confundida, por lo que continuó: —. Aquel caso llamó mi atención por lo que investigué más a fondo sobre él; ya sabes, desde niño siempre me gustó jugar de policía.

» El punto es que... me metí tanto en el caso que ahora siento la responsabilidad de ayudar a resolverlo. Tengo gran parte de la información, pero aún hay unas cosas que necesito averiguar, que se supone están en ese archivo confidencial que te decía, en la laptop de mi padre. Y es ahí donde necesito la ayuda de tu hermano el nerd de las computadoras. ¿Listo? ¿Ahora si puedes llamarlo?

Me quedé anonadada por lo que me pareció una eternidad, tratando de digerir todas sus palabras. ¿Pero qué mosca le había picado ahora?

—Eso explica para qué quieres a Colin. Pero, ¿para qué necesitas mi móvil y el auto de Cole? ¿Qué pasa con tu móvil y tu auto? —seguí interrogando.

—Mi auto está en el taller desde el martes, por si no lo habías notado. Y respecto a mi celular, el otro día Zac y yo intentamos probar si este era a prueba de agua y bueno... digamos que los resultados no fueron los que esperábamos —me contó, con una sonrisa digna de un niño atrapado en media travesura.

Du hast das Ende der veröffentlichten Teile erreicht.

⏰ Letzte Aktualisierung: Dec 15, 2016 ⏰

Füge diese Geschichte zu deiner Bibliothek hinzu, um über neue Kapitel informiert zu werden!

Jugando con fuegoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt