10. Visitas al psicólogo, mensaje inesperado y favores nocturnos.

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Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

Eso era lo único que había estado escuchando los últimos 15 minutos.

La oficina de la psicóloga de la escuela, la señorita Baker, estaba sometida en un silencio sepulcral que estaba empezando a volverme loca. Ella solo se encontraba sentada al otro lado de su escritorio, ojeando algunos papeles que supuse debían pertenecerme, mientras que a mí me tenía sentada en silencio justo en frente de ella desde que había llegado.

Aquello era toda un tortura, y aún más tomando en cuenta que ni siquiera sabía qué rayos hacía yo allí.

Ese jueves había empezado como cualquier otro día normal. Las clases estaban igual de aburridas que siempre, el almuerzo había sido tan patético como de costumbre y había estado a punto de dormirme en la clase de química, típico. Pero, justo cuando estaba apunto de tomar una pequeña siesta mientras la profesora Oxford explicaba algo acerca de disolventes, un alumno de primero entró en el salón e indicó que la psicóloga quería hablar conmigo.

Y henos aquí.

—Bien, Charlie —habló finalmente la señorita Baker, dejando sobre su escritorio los papeles y quitándose las gafas —. Dime, ¿cómo has estado?

Danielle Baker –mejor conocida como la señorita Baker– era la nueva psicóloga de la escuela aquel año, y resultaba evidente que ese era su primer trabajo real. No debía pasar ni de los 23 años y no tenía la pinta de psicóloga amargada como la cuarentona señora Wilson del año pasado. Al contrario, tenía una sonrisa extrañamente amable y contagiosa y una dulce mirada marrón claro que generalmente ocultaba tras sus gafas. Además, su cabello castaño estaba siempre perfectamente arreglado y su figura dejaba a la duda si su anterior trabajo no habría sido de modelo de lencería; en otras palabras, más de la mitad del alumnado masculino tenía sueños húmedos con ella. Pero aún así, su presencia resultaba reconfortante y armoniosa, y te hacía sentir una rara sensación de confianza.

Aquella no había sido la primera vez que yo había visitado su oficina, sin embargo. A principios del año escolar, ella se había tomado el tiempo de conversar con varios estudiantes, especialmente con aquellos con situaciones familiares... complicadas. Yo estaba entre ellos, claro está. También, hace un par de meses atrás recuerdo haber tenido una fuerte discusión con Phoebe, y de pura coincidencia la señorita Baker me encontró escondiéndome en el baño durante el almuerzo, y me convenció de acompañarla a almorzar en su oficina, donde  terminé desahogándome con ella. Además, cuando de casualidad me la encontraba por los pasillos siempre me preguntaba cómo estaba y también acerca de mi relación con Jake, sobre Colin y mis demás amigos.

Definitivamente aquella mujer era mi persona favorita en el plantel docente del instituto Alexander Hamilton.

—Pues, he estado mejor —admití, enderezándome en el asiento. Ella dibujó una adorable mueca en su rostro.

—¿Tiene eso algo que ver con tu ruptura con Jake, por casualidad? —preguntó, estudiando atentamente mi reacción.

Me encogí de hombros, sin intenciones de mentirle.

—En parte sí —asentí.

A pesar de que ya habían pasado unas semanas desde que habíamos terminado, yo seguía siendo el centro de atención de mis compañeros. Todos aún tenían la vista siempre en mí, como si estuvieran esperando a que me desmoronara y me largara a llorar en cualquier momento, o tal vez que terminara suicidándome. Quién sabe qué pasaba por la cabeza de esos pobres infelices.

La señorita Baker soltó un suspiro y sacudió la cabeza con desaprobación.

—Ya hemos hablado de esto, Charlie. Eres joven, hermosa, tienes toda una vida por delante. No vale la pena estancarse en un insignificante noviazgo de preparatoria —me regañó. Abrí la boca con intenciones de protestar, pero ella volvió a hablar, silenciándome —. Y ya lo sé, no tienes que decirlo, Jake fue más que un simple noviazgo de preparatoria. Pero si eso es cierto, entonces tarde o temprano llegará el día en que hagan las paces. No te prometo que sea pronto, pero si él en serio aprecia tu amistad tanto como tú la suya, te aseguro que sucederá.

Jugando con fuegoWhere stories live. Discover now