9. Paseos incómodos y visitas imprevistas.

1K 64 17
                                    

—Te ves muy hermosa esta noche, Hawthorne —susurró Nate en mi oído mientras acariciaba mi mejilla. El olor a alcohol de su aliento se mezcló con el mío y cerré los ojos al sentir su tacto sobre mi piel.

—Tu no te quedas atrás, ¿sabes? —le sonreí, rozando mis labios con los suyos. Él soltó un leve gemido debido a mi acción y con sus brazos apretó mi cuerpo aún más cerca del suyo.

—No tienes ni idea de cuánto deseo besarte —dijo, mirándome con deseo, como jamás me había mirado. Todo mi cuerpo se estremeció, y una incontrolable sensación de lujuria me invadió.

—Hazlo entonces, nada te lo impide —lo reté mordiendo mi labio, sabiendo que aquello lo provocaría más.

—Cuidado con lo que deseas —me advirtió. Metió su mano por debajo de mi blusa y acaricio mi piel delicadamente.

Involuntariamente presioné mis caderas contra las suyas, y coloqué mi rostro a solo centímetros del suyo.

—Sólo cállate y bésam...

No pude terminar, ya que los cálidos labios de Nate se apoderaron de los míos, en un beso adictivo cargado de pasión, haciéndome olvidar de dónde me encontraba y haciéndome desear que aquel momento jamás llegara a su fin.


La campana sonó, haciéndome sobresaltar en mi asiento y mirar en todas direcciones, rogando por que nadie se hubiese dado cuenta de que no había estado prestando atención a la clase de cálculo. Por fortuna, todos estaban ocupados en sus propios asuntos, y la mayoría de mis compañeros ya habían salido del salón.

Guardé mis cosas apresuradamente en mi bolso, sin prestar demasiada atención, y salí corriendo en dirección al baño de mujeres. Las clases ya habían terminado por aquel día, por lo que cuando entré en este, se encontraba vacío.

Caminé hacia el lavabo y miré mi reflejo en el espejo. Mis mejillas estaban sonrojadas y lucía bastante acalorada; todo aquello debido a ese maldito recuerdo que por culpa de Nate había estado rondando nuevamente en mi cabeza durante las últimas dos horas.

Tomé un par de respiraciones profundas, pero me fue imposible contenerme. Involuntariamente, unas solitarias lágrimas se deslizaron por mi rostro, haciéndome sentir aún más miserable de lo que ya de por sí me sentía. Estaba harta de llorar, ya no quería hacerlo. Aquel día me encontraba sensible, pero no por eso sería tan débil.

Era solo un estúpido recuerdo. Un estúpido momento que yo misma me había asegurado de enterrar en el pasado. Ya había sucedido, no podía hacer nada para cambiarlo. Debía superarlo.

Con la palma de mi mano me limpié las lágrimas de manera brusca. Saqué mi pequeño botiquín de emergencia de mi bolso e intenté arreglar mi desastroso maquillaje. Acomodé un poco mi cabello y revisé que mi atuendo luciera en orden. Por desgracia, mis ojos se veían un poco rojos e hinchados, pero no podía hacer nada para ocultarlo.

Salí del baño y agradecí internamente que ya no hubiese nadie rondando por los pasillos; la mayoría del alumnado ya se había ido a casa. Caminé en dirección de la salida del instituto, rogando no encontrarme con ningún rostro conocido que me preguntara si algo andaba mal.

Solo necesitaba llegar desapercibida hasta la parada del autobús y todo estaría perfectamente...

—¡Charlie, espera!

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora