Fritz Honka

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El 17 de Julio de 1975 en Hamburgo, Alemania, el cuerpo de bomberos de la ciudad acudió a una llamada que los alertaba de un incendio que tenía a una casona envuelta en llamas. Por lo visto, el siniestro se había originado en la parte baja, y rápidamente comenzó a consumir el inmueble. Por suerte, todos los inquilinos habían conseguido escapar de la construcción y, poco a poco, el incendio fue controlado. Mientras los bomberos revisaban las habitaciones para extinguir cualquier otro foco que pudiese revivir las llamas, subieron a uno de los pisos superiores y percibieron un penetrante olor a putrefacción. La sorpresa fue mayúscula cuando se toparon con un cuerpo femenino destrozado y parcialmente calcinado por el incendio. Tras una mirada rápida, resultó obvio que aquel cadáver llevaban varios meses descomponiéndose antes de que el fuego lo alcanzara, por lo que el hallazgo fue informado inmediatamente a la policía.

Si ya de por sí el incendio consternó a los residentes, quienes seguían en la calle sin entender qué estaba ocurriendo, cuando los agentes comenzaron a interrogarlos por el hallazgo que habían hecho los bomberos, quedaron estupefactos y horrorizados. Uno de los residentes se las había ingeniado para asesinar a una mujer bajo sus narices, descuartizarla y esconderla en el cobertizo de la casona. Varios inquilinos coincidían en que había un sujeto muy extraño que vivía en el último piso, y que lo habían visto un par de veces acompañado por mujeres de dudosa reputación. El Barrio Rojo de Hamburgo no quedaba lejos y, posiblemente, se tratara de una prostituta; pero eso no era todo. Algunas personas recordaron haber sentido un olor nauseabundo salir de la habitación del sujeto del último piso, y se lo hicieron saber. El hombre aseguró que se trataba de un problema de cañerías y, al día siguiente, roció su departamento con un perfume barato que solo consiguió molestar más a los demás vecinos. Días más tarde, el olor fue bajando su intensidad y nadie insistió en solucionar aquel problema que, por lo visto, respondía a una falla de tuberías del viejo edificio.

El sujeto en cuestión fue identificado como Fritz Honka, de 40 años. En aquel momento se encontraba trabajando, y según se sabía, volvería al día siguiente, después de cumplir con su jornada laboral nocturna. La policía se dispuso a esperarlo; pero nadie estaba seguro de que aquel hombre fuese culpable realmente. No había evidencia que lo vinculara, pues casi todo parecía haber sido arrasado por el incendio. El acceso a la buhardilla no era exclusivamente de él. Cualquier otra persona podría haber escondido allí el cadáver, incluso alguno de los sujetos que ya habían interrogado. Mientras esperaban al sospechoso, decidieron revisar su habitación, la cual solo había sufrido daños parciales tras el incendio. Lo que la policía encontró en el lugar, los dejó casi tan perturbados como cuando encontraron los restos humanos.

La modesta habitación de Fritz Honka, era un cuchitril asqueroso y desaseado, oscuro, como una madriguera. Sobre su cama, en el techo y las paredes, Honka había pegado cientos de recortes de mujeres y hombres desnudos, los cuales muy probablemente le servían para masturbarse. Entre botellas de cerveza vacías y montones de revistas pornográficas, también su podía apreciar una muñeca y una copia de la novela "Juliette", del Marqués de Sade, además de varios zapatos de mujer (los cuales se descubriría, posteriormente, pertenecían a sus víctimas). Una de las puertecillas del cobertizo, daba justo al interior de la habitación, lo que confirmó las sospechas de los vecinos sobre Honka
El caso despertó el horror en la ciudad alemana, y la condena resultó demasiado benévola para muchos. Fritz Honka fue condenado, el 20 de Diciembre de 1976, a pasar 15 años en una institución psiquiátrica.

Tras varios años de desvarío, en los cuales Honka decía a los enfermeros y doctores que no podía dejar de sentir olor a descomposición en la habitación a la cual había sido confinado, finalmente fue liberado en 1993, a la edad de 58 años, y cambió su nombre por el de Peter Jensen.

Con una salud bastante deteriorada, fue a dar a un asilo de ancianos, en donde las alucinaciones no lo abandonaron. Seguía percibiendo olores descompuestos, y se quejaba con las enfermeras y los auxiliares del aseo constantemente. A pesar de haber sido conocido, a mediado de los setenta, como "El Destripador de Sankt Pauli", nadie lo reconoció en el asilo donde pasó sus últimos años. Finalmente, Honka falleció de un ataque al corazón el 19 de Octubre 1998, en el Hospital de Hamburg-Langenhorn.




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