-Capítulo 2-

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Comenzó a sonar el despertador. A pesar de que ya llevaba despierta desde hace rato, tardé en apagarlo. Eran las 4:30. Me sentía sucia, además de que quería despejarme, por lo que fui a la ducha. Una ducha fría sería lo mejor. Sentía el frío aferrarse a mi piel, como si formara parte de ella. Sentía las gotas frías de agua recorrer todo mi cuerpo. Me abracé a mí misma. ¿Estaba preparada para emprender este viaje sola?

Me vestí con rapidez. Metí en mi mochila todo lo necesario para esta misión. Me aseguré de meter una túnica, así no tendría frío en el norte. Me detuve por unos segundos, pensando profundamente en algo... Me acerqué lentamente a la mesita de noche y abrí uno de sus cajones. Dentro cogí una pequeña caja de cristal. Entre mis delicadas manos se encontraba un collar precioso, con una fina cadena plateada de la que colgaba una pequeña piedra rosa. Me lo había regalado Sasuke al llegar de la lucha contra Zabuza y Haku. Había estado guardado en aquella caja de cristal desde que el Uchiha nos abandonó; fue una forma de olvidarse parcialmente de él. 

Me detuve delante del espejo, observando mi cabello rosado mojado, mirándome a mis ojos ya tristes. Rodeé mi cuello con el collar, dejándolo colgar. Me acompañaría durante esta misión. 

Antes de salir de casa, me despedí de mis padres, abrazándolos con fuerza. Intenté no llorar. Sólo conseguí un fuerte nudo en la garganta. Salí antes de derramar la primera lágrima. 

Caminé por las silenciosas calles. Ya salía el sol. Iluminaba las partes altas de algunas casas. En la salida de la aldea me esperaba Tsunade. Nada más llegar a su lado, ella me abrazó en silencio. Permanecimos unos segundos así, escuchando los primeros pájaros cantar. Se separó, mirándome fijamente a los ojos. 

-Buen viaje, Sakura. Cuídate, y no te dejes pisar.-murmuró, sonriendo de lado. 

Asentí con otra sonrisa. 

-¿Y el documento?

-Aquí mismo, Tsunade-sama.-dije, señalando la mochila que estaba en mi espalda. 

Después de hablar unos minutos con ella, emprendí mi viaje. Me había advertido que había muchos fugitivos sueltos. Debería tener cuidado. Me dijo que me diese prisa, que pronto se enterarían que iba a entregarle algo importante al Tsuchikage. El aire que salía de mi boca en forma de vaho ascendía, debido a las bajas temperaturas del amanecer. 

Corrí durante horas, hasta que el sol se encontraba en lo más alto del cielo. Todavía estaba saliendo del País del Fuego, cuando notaba que alguien me seguía. Intenté perderme por los árboles para que me perdiese de vista. Cuando pensé que ya no estaba, me lanzó un kunai con un papel explosivo. Lo esquivé con facilidad. Continuaba sin verlo. Sin embargo, lo escuchaba perfectamente. Me di la vuelta rápidamente al escucharlo correr hacia mí a mis espaldas. Estaba armado. Sin embargo, tenía la cinta de Konoha. ¿Por qué me atacaba? Ni siquiera su cara me sonaba. Esquivé su larga espada dando un salto hacia atrás. Por un momento, perdí el equilibrio pero no dudé ni un segundo en darle un fuerte puñetazo en la cara. 

 

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