Incógnitas.

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Incógnitas.

Allí está su prima, Lizzy, en un bonito vestido rosa con toques pasteles y blancos, en contraste con las paredes de la entrada. Su sonrisa iluminando la estancia, el brillo de sus ojos acentuándose con cada paso que Ciel da en su dirección. Y el de pelo oscuro le devuelve una sonrisa, distinta.

—Cieruuuu~— El usual abrazo llega, ahogándolo de esa manera tan peculiar que solo Izzy consigue. El pelo rubio de la muchacha se ondea por el aire, mientras que Ciel traga saliva dificultosamente preguntándose cómo hablará con ella -o mejor, qué le dirá-.

—Hola, Lizzy...— Su tono tan suave que sorprende a la rubia, pero ésta no dice nada, simplemente amplía su sonrisa.— ¿A qué se debe tu visita?— Y la chica empieza a hablar -inventando escusas- sobre porque está en la mansión, y Ciel sabe que solo quiere estar con él, y quizá es por eso tan difícil decirle ésto -no solo lo del bebé, si no que podrán tener un futuro como algo más que lo que son: primos-.— Tengo que decirte algo.—Suelta, como si fuese una tirita; pues cuanto antes te la quites, mejor será.

Pero antes de que pueda articular palabra alguna, se escucha un suave llanto, al principio, para después, fuertes sollozos inunden la estancia.

—¿Un bebé?— La chica se ríe, sin saber nada.

—Uh... sí... es que...— Pero Sebastian entra en la sala, con la pequeña bebé entre sus brazos. Ciel suspira, pero le tiende los brazos y la niña extiende sus diminutos y regordetes brazos en su dirección, aún llorando.

—Cieru, ¿qué?— La rubia está sumamente atónita. ¿De quién es el bebé? ¿Por qué está en la casa de su prometido? ¿Qué está pasando? Quiere preguntar tantas cosas, que se amontonan en su cabeza, formando un nudo, y finalmente, no pregunta nada. Se queda a cierta distancia, viendo como Ciel mece a la pequeña en sus brazos, con una sonrisa que jamás vio antes en su rostro.

(...)

Están en la sala del té, con dos tazas frente a ellos. Un silencio extraño y denso en el ambiente y Sebastian marchándose por la puerta.

—Cieru... ¿De quién es esa niña?— Y a pesar de que no quiere, el nudo en su garganta vuelve antes de ser llamado.

—No lo sé.—La respuesta la desconcierta, pues no es lo que imaginaba.

—¿No sabes? ¿De dónde salió, pues?— Ve como su primo anda por la habitación, dejando su taza de té en un lado de la mesa.

—Estaba en la puerta de la mansión y yo...— Mira hacia todas las direcciones, pretendiendo que esto no sea tan difícil, pero no funciona.

—¿Estás cuidando a esa niña?— Está enternecida, claro que sí. Pero tan sorprendida, que si no hubiese visto a esa pequeña criatura no creería tal situación.

—Sí... ¿no? Sebastian me está ayudando y...

—¡Puedo decirle a mi madre que se quede con ella y...!— Las palabras salen antes de que la chica pueda morderse la lengua.

—¡¡No!!— Grita Ciel, sorprendiéndose a sí mismo.— Quiero decir, estoy bien. Estamos bien. Pero necesito que guardes el secreto.— Pide, aún sabiendo que es casi imposible que en algún momento no se sepa que están cuidando de un bebé.

—¿Por qué? ¿No es nada malo, cierto?— Cuestiona Lizzy.

—Sí lo es. No tengo la mayoría de edad y la llevarían a un hogar de acogida.— Traga con fuerza las palabras que en verdad están bailando en su garganta: No quiero que me la quiten. La quiero.

Y Lizzy juraría que está soñando, o en un mundo alternativo. ¿Su primo Ciel con una bebé? ¿Ciel con esa sonrisa, tan única y brillante, por una pequeña cosita?

—Está bien. Será nuestro secreto, Cieru.— Y se vuelve a lanzar a sus brazos, pero ésta vez es distinto, porque Ciel también la está abrazando.

Pero hay algo que Ciel no ha dicho, y que no sabe cómo hacerlo: Es como nuestra hija. Mía y de Sebastian. Es como una familia.

No lo dice, por supuesto. Pues, ¿cómo verá la sociedad que un Phantomhive forme una familia con un mayordomo?

Pero dentro de él hay una pequeña voz, una susurrante que no para de repetir: Él no es un mayordomo. Él es un demonio, y podría ser el ser más poderoso de todo Londres si así lo deseara.

Pero aún escuchando de forma imperceptible esa voz, las palabras siguen atoradas en su garganta.

Mientras tanto, Sebastian, en la habitación de Ciel contempla a la pequeña bebé durmiendo, con un brillo que, durante años, había perdido.

Y se lo admite a sí mismo.

La quiere. Quiere a esa pequeña niña.

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⏰ Última actualización: May 02, 2016 ⏰

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Padres por sorpresa. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora