Separados.

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Separados.



Torció el gesto en resignación al ver como la bebé, aún sin nombre, estiraba sus pequeños y delgados brazitos hasta Mairin, quien,encantada, cogió a la pequeña.


-Yo...-El conde estaba dispuesto a reclamar, que después de tres días sin despegarse de la niña pequeña, iba a llorar si estaba con alguien más.


-Bo-chan,usted no se preocupe. Ella estará bien conmigo y ustedes deben ir a comprar sus cositas, ¿verdad?.- Empezó a hacerle muecas a la pequeña, y esta reía sin parar. Ciel frunció el ceño, quizá algo celoso de que la sirvienta tuviese tanto afecto por la criatura.


Se había pasado tres días con ella, dándole de comer, jugandola,bañándola, durmiendola... todo eso había sido como un gran mérito para el joven conde quien, para ser sinceros, ni tan siquiera era capaz de vestirse por si mismo. Pero, por supuesto, allí estaba Sebastian, ayudándolo en todo, y de alguna manera, este también le había cogido demasiado cariño a la pequeña.


¿Cómo alguien tan pequeño y adorable, puede ganarse tanto amor en menos de una semana? ¿Cómo puedes pensar que lo darías todo solo para verla sonreír? ¿Cómo, con solo una sonora carcajada, hizo que alguien como Sebastian, un demonio, sintiese un gran afecto por ella?.


Ciel aún sin estar para nada convencido de dejarla con la torpe sirvienta, caminaba indeciso hasta el carruaje, camino a Londres,donde comprarían todo lo que necesitaba la criaturita. Pero, cuando iba a subir el último escalón del carro, esta empezó a llorar a pleno pulmón, extendiendo sus brazos, esta vez en dirección a Ciel. El pequeño Conde, con una gran y satisfactoria sonrisa, corrió hasta llegar a ella, pero sorprendido se paró, al ver como Sebastianla había cogido en sus brazos y haciendo extrañas tonterías que jamás pensó ver en un demoniaco ser, consiguió que se callara y volviese a ser la niña sonriente de siempre.


"¿Será que quizá los demonios si pueden amar a alguien?"-Ciel seguía algo anonadado por tal escena, al igual que los otros tres, pero su corazón empezó a acelerarse y por un segundo, deseó que eso durara para siempre. Pero jamás diría algo como eso en vo zalta, sería su secreto. Además, era solo una fantasía irreal, Sebastian simplemente estaba siendo el mayordomo dela familia Phantomhive, no podía querer a nadie... ni tan siquiera a una adorable niña.



Cuando volvió en si, el Conde ya estaba subido en el carro y camino a Londres. Se giró una última vez y solo alcanzó a despedirse de la niña con un movimiento de mano.


"¿Porqué es tan difícil separarse de ella?"


-Es increíble cuanto cariño le ha cogido a esa pequeña, Bo-chan. Jamás pensé que usted podría hacer tan bien de... madre...- Ciel frunció el ceño ante las palabras de su mayordomo, pero ni tan siquiera replicó, porque era verdad. Estaba haciendo de madre... y en alguna parte de su mente, Sebastian era su padre, pero de nuevo, eso era solo un secreto suyo, otra irreal fantasía.


Todo el camino a Londres estuvo en silencio, pero no hacían falta palabras, y es que ambos querían darse la mayor prisa posible para volver cuanto antes al lado de la niña, quien de verdad necesita un nombre.


-¿No cree usted que la bebé necesita un nombre, Bo-chan?- Este pensativo,tropezó al bajar el último escalón, pero en un rápido movimiento, Sebastian ya estaba allí, para sostenerlo entre sus brazos.


"Está cerca... muy cerca"


Podía sentir la respiración de su mayordomo chocando contra su nariz, y por eso mismo, se negaba a abrir sus ojos.


"Alejate...Alejate. Es una orden"


Pero por más que lo pensaba, Sebastian seguía igual o más cerca, en una extraña posición, y su respiración se estaba haciendo más pesada.


Perola extraña burbuja explotó, devolviendo a ambos ala realidad, y Ciel casi saltó, literalmente, fuera de los brazos del mayor, quien,aunque nunca lo admitiría, se mordió el labio, algo molesto por la reacción de su amo.


"¿Ahora le molestaba su cercanía?"


-Debemos darnos prisa, Sebastian, quiero regresar cuanto antes.


Yambos sabían el significado que había tras esa simple frase.


"Que solo ha pasado una hora, pero ya la echo de menos"


Y jamás se habían sentido tan padres de alguien como en ese momento.


"Parecemos una familia..."- Pensaron ambos al mismo tiempo, justo antes de cruzar la puerta de una tienda de ropa de bebé, ambos pegados, uno al lado del otro, más justo que usualmente. 


Padres por sorpresa. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora