Miré a ambas chicas nerviosa, tratando de procesar lo que había pasado en los últimos cinco minutos.

— Sophie y yo nos besamos— balbuceé, pensando que lo mejor era que Camila se enterara de eso lo más pronto posible.

— No, mi amor, eso no.... Cuéntale lo otro.

— ¿De qué estás hablando, Sophie?— Espeté, irritada por el teatro que estaba armando.

— Ugh, parece que las medicinas te ponen medio estúpida. — Sophie dirigió su mirada hacia Camila, quien nos miraba a ambas impaciente—. Lauren y yo estamos juntas.

— ¿De qué estás hablando? — Preguntó Camila con sorpresa.

— Desde que te fuiste las cosas han cambiado, Camz— respondió Sophie—. ¿O pensabas que al llegar todo estaría tal y como lo dejaste, que todos te esperarían con los brazos abiertos?

— ¿Podrías dejarme a solas con mi novia? — Pidió Camila, o más bien exhortó.

— Cualquier cosa que tengas que decirle puedes hacerlo conmigo aquí, entre Lauren y yo no hay secretos— repuso Sophie.

Traté de hablar, de decir algo, de defenderme y hacerle saber a Camila que lo que Sophie decía era mentira pero no podía vocalizar ni un simple sonido. Parecía que yo solo era un espectador de aquella discusión, sin voz ni voto para opinar.

— Cuando te conocí no parecías tan insoportable— comentó Camila—. Ahora, ¿puedes salir un momento o tengo que sacarte yo?

Sophie ni se inmutó ni se movió. Mantuvo su mirada fija, con una postura desafiante. Casi pude ver como los dientes de Camila rechinaban. Si, estaba enojada.

Camila se acercó a Sophie y la tomó del brazo, arrastrándola hacia la puerta. Pero Sophie la detuvo antes de que pudiera sacarla y la empujó, mi novia tomó eso como una declaración de guerra y se arrojó encima de ella. No podía ver muy bien desde mi posición en la cama, pero con el paso de los segundos mi visión se hacía más y más borrosa hasta que todo quedó negro.

— Hey, Jauregui... Despierta, vamos.

Miré a mi alrededor atemorizada, y a mi lado se encontraba Dinah sonriendo, del otro lado de la habitación estaban las chicas y mis padres. Pero faltaba alguien.

— ¿Dónde está Camila? — Pregunté.

— ¿Camila? ¿De qué estás hablando? — Preguntó Dinah, con el ceño fruncido y mirándome confundida.

— Camila vino a verme, estaba aquí... Sophie también, pregúntenle a ella.

Todos me miraban como si estuviese loca, y tal vez lo estaba pero podría jurar que Camila había estado en mi habitación junto a Sophie.

— No he salido de tu habitación en todo el día, Lau. Y Camila no ha venido, lo siento— se disculpó Dinah.

Todo se había sentido tan real, que hubiese podido apostar mi vida a que yo no lo había imaginado. Pero la realidad es que Camila no había vuelto y la pesadilla apenas empezaba.

— Fue un sueño— trató de remendar Ally. Suspiré cansada, por todo lo que había pasado en las últimas semanas y como ya me estaba afectando.

Estuve en observación hasta que los doctores decidieron que yo estaba totalmente recuperada. Me recomendaron evitar el estrés e ingerir más nutrientes.

Al salir, le pedí a Dinah que me llevara a la comisaría. Desde que desperté había tomado una decisión y si los policías inútiles no iban a hacer nada, entonces necesitábamos buscar a otras personas que si fuesen competentes. No me importaba si teníamos que recurrir a la CIA o al FBI, pero yo no me iba a rendir hasta encontrar a Camila.

Y si ella no quería estar a mi lado, lo aceptaría, porque yo no era nadie para exigirle nada. Simplemente necesitaba escucharlo salir de sus labios, saber que ella estaría bien sin mí y que esto era lo que quería.

Entré a la oficina del sargento como si fuese dueña y señora de aquel lugar, y aunque sabía que estaba mal, mi ira era más grande y ya me había cansado de que todo lo que hicieran fuese mirarse las caras y decirnos 'nuestro equipo está haciendo todo lo que está en sus manos para encontrarla'. Maldito equipo que se podía meter sus manos en donde quisieran, yo necesitaba encontrar a Camila.

— ¿Tiene alguna cita? — Preguntó la secretaria del sargento entrando a la oficina.

— ¿Dónde está su jefe?

— En una reunión, señorita. ¿Tiene alguna cita? — Repitió.

La ignoré y salí de la oficina. Busqué la sala de reuniones, la que sabía dónde quedaba porque ahí nos citaban para darnos las "noticias" que tenían de Camila.

Escuchaba voces dentro del lugar y a Dinah llamándome, pero no me importaba nada ni nadie en ese momento. Abrí la puerta, encontrándome a varios hombres sentados alrededor de una mesa en lo que parecía ser una conversación importante.

— Necesito hablar con el sargento de este departamento— espeté, mirando a cada uno de los hombres con furia.

— Me gustaría atenderla, señorita, pero estoy ocupado— dijo un hombre bajo y canoso con arrogancia—. ¿Le importaría esperarme en mi oficina en lo que termino esta reunión?

— Ocupado mi culo. — El hombre me miró con sorpresa, al igual que todos los demás presentes—. Necesito hablar con usted en este momento.

— Acabo de decirle que estoy ocupado, señorita.

— ¡Me importa una mierda lo que esté haciendo!

Hasta yo me sorprendí por la manera en la que hablaba, como si las palabras no pasaran por mi cerebro antes de vocalizarlas. Pero no me sentía mal o culpable por hablarle así a aquel hombre, tal vez si él hiciera mejor su trabajo yo no estaría tan enojada.

— Voy a pedirle que se retire si no quiere que llame a un oficial— repuso, hablando con cautela y de manera lenta.

— No me voy a retirar de este lugar hasta que hable con usted.

Alguien abrió la puerta y de reojo pude ver a Dinah junto a un policía. El sargento le hizo señas al uniformado, quien se acercó a mí y trató de agarrar mi brazo.

— ¡No me toque! — Le advertí—. Ni se le ocurra hacerlo si no quiere que lo denuncie por acoso.

El policía se alejó con miedo de mí, y miró al sargento buscando orientación sobre su próximo movimiento. Dinah se colocó a mi lado y tomó mi mano para intentar calmarme, pero yo estaba por explotar y su toque solo me hacía arder más.

— Parece que la reunión ha llegado a su fin— comenté con amargura—. ¿Les molestaría retirarse mientras hablo con el sargento?

— Necesito que me acompañe, señorita— me pidió el policía.

— No voy a irme hasta que hable con el incompetente a cargo de este departamento. Y ni se le ocurra tocarme— dije, con voz firme.

— Queda arrestada por causar disturbios en una institución pública. — El policía se acercó a mi espalda y esposó mis manos—. Tiene derecho a un abogado, si no posee los recursos el estado le asignará uno de manera gratuita, puede realizar una llamada y tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra frente a un juez.

Miré a Dinah, quien estaba asustada y petrificada en su sitio, mientras yo evitaba que el uniformado me tocara. Sabía que en ese estado cualquier persona que estuviese cerca de mi podría ser potencialmente lastimado, sin importar que mis manos estuviesen esposadas.

Y dentro de mi irracionalidad pensé que tal vez esta no había sido una buena idea. 

gone; camrenWhere stories live. Discover now