Capítulo 9: Un rehén y un cadáver

Start from the beginning
                                    

—Espero que sepas pilotar bien el Zurloo Iganda, porque vas a llevar contigo a un rehén y un cadáver. —Vera se refirió a Ima y a sí misma.

—¿Qué quieres decir? —Enzo no logró entenderla.

—Pues que vas a llamar a ese dichoso equipo de seguridad para que traigan aquí a Ima, y vas a decirles que también vas a matarla. Dirás que, según has notado en mis confesiones antes de morir, ella sabe demasiado y puede seros un problema. Después, puedes inventarte que vas a ir por ahí a arrojar los cadáveres.

—Me parece una idea brillante, pero al igual que te burlas de mí creyendo que no voy a saber pilotar tu súper nave, yo también voy a burlarme de ti mientras te estés haciendo la muerta —replicó Enzo, molesto por lo mandona que era Somout.

Ella no pudo evitar que sus labios carnosos se curvaran en una amplia sonrisa, y para ocultarla, se vio obligada a darle la espalda. Luego, caminó fuera del ascensor hacia el hangar secreto de la Bona Wutsa. El Zurloo Iganda estaba en el centro del espacioso y vacío lugar, con los fuselajes brillantes y la trampilla abierta a modo de una robótica bienvenida. Enzo miró el panel de mando, y encendió los motores. Vera se tumbó en el suelo, y se colocó por encima unos restos de tela blanca de un paracaídas que había allí dentro.

El biotecnólogo se agachó para colocarse al mismo nivel que Vera, y ella le agarró por las solapas de la extravagante chaqueta que llevaba para atraerle hacia su cara.

—No he olvidado aún que trabajabas para Dacio. A pesar de haberme ayudado ahora, vas a tener que hacer muchas más cosas para ganarte mi entera confianza.

Enzo se quedó mudo, y Vera, sin mediar palabra, volvió a tumbarse y a cubrirse con la tela. El contorno de su cuerpo y su rostro modeló el paño níveo. Enzo la observó por un momento, y pensó que su figura parecía cincelada como el mármol, al igual que una estatua. Se mantuvo tan quieta que parecía un cadáver de la morgue, pero olía demasiado bien para estar «muerta». Tal vez, había ciertos aromas que después de la muerte permanecían intactos, como el del valor.

Él comprobó que Vera no había parpadeado ni una sola vez, y que bajo esa sábana, sus ojos seguían abiertos. No pensaba cerrarlos ni para aparentar su muerte. No era necesario juntar los párpados para morir, pero sí era oportuno emanar la valentía por cada poro de la piel. Ella creó un perfume que podía enmascarar el olor de todos los muertos por el insomnio. Así era Vera Trêase Somout.

La pantalla holográfica del intercomunicador de Enzo se reflejó sobre sus ojos, y habló con uno de los guardaespaldas de Dacio.

—Necesito que me traigan a Ima Boscor a este hangar. Ahora os enviaré mi posición. Comunicad al presidente que me apropiaré del Zurloo Iganda para abandonar la Bona Wutsa con efecto inmediato.

—Entendido, señor. Ahora mismo se lo notifico al presidente —contestó el hombre, y abandonó la llamada por un momento mientras buscaba a Dacio.

—Hola, Villalobos. —Dacio le saludó con una sonrisa triunfante—. Voy a enviarte a Ima Boscor y al vicepresidente Udafor. ¿Puedo preguntarte para qué vas a usar el Zurloo Iganda?

—Pensaba volver a Buenos Aires, señor presidente, y también aprovecharía el viaje para destruir sus cadáveres.

—De acuerdo. Me lo había imaginado —supuso Dacio—. Me alegra contar contigo en esta operación, estás atento a todo. Te enviaré a Ima y al vicepresidente ahora mismo a tu posición. Udafor ha muerto hace treinta minutos. Ima sigue viva, pero percibo que no le queda mucho para echarse una larga siesta.

Enzo tuvo que ocultar toda la repulsión que sentía hacia el nuevo presidente mediante la sonrisa más falsa que había llegado a esbozar.

—Esperaré —agregó.

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Where stories live. Discover now