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Nosupe cómo o a qué hora llegamos a la terminal, me había metido de lleno en ellibro «El Psicoanalista», me levanté y vi como el señor a mi lado seguía durmiendo, no le presté atención y seguí mi camino hasta que me encontré en el suelo firme. Bajé repasando todo el lugar con la vista y mi grandioso padre no estaba por ningún lado. Inesperadamente alguien se me acercó, se trataba de un hombre con traje, no lo conocía, pero él a mi sí. El hombre hizo una inclinación de cabeza y me pidió que lo siguiera, desconfié al principio, pero me aseguro que era un enviado de mi padre.

Las calles de Seúl eran diferentes a como la recordaba, era monstruosamente urbano y sentí terror de llegar a perderme algún día. Unas verjas negras abrieron paso al auto en el que me había montado, había un gran jardín y una enorme casa se levantaba frente a mis ojos, estaba tan hermosa como en mis memorias pues de niño me encantaba pasearme por los pasillos aún si el abuelo me regañaba.

Una vez entre a casa, las elegantes construcciones y muebles me dieron la bienvenida. Pero lo que más me asombró fue ve bajar a mi padre apresuradamente las escaleras.

—Que bien que llegaste —me abrazó y no devolví el gesto puesto que me tomó por sorpresa—. Estuve a punto de ir por ti —frunció el ceño y...bueno supongo que esa fue su forma de recibirme en su casa.

—Si...—qué más podía decir.

—Ordené que prepararan tu habitación, mañana mismo podrás ir al instituto, lo tengo todo arreglado...estamos alejados de esa zona, pero no te preocupes, Yunho te llevara y traerá diario—comenzó a caminar hacia uno de los sillones para sentarse. Lo miré atónito porque estaba abrumándome con mucha información y siendo sincero, me molesto—. El desayuno se sirve a las seis con treinta y se retira a las seis con cincuenta, no te preocupes por el uniforme he comprado los suficientes; libros y libretas ya están en tus cajones, no necesitas tu ropa antigua te he comprado prendas nuevas y...actualizadas. —sentí como me miró de pies a cabeza—. La comida es a las tres en punto y la cena a las siete de la noche...

—¿Puedo subir a mi habitación? —lo interrumpí, no quería ser grosero...o más bien si, deseaba cerrarle la boca porque no paraba joderme con cosas sin importancia. Ni siquiera me había preguntado cómo había estado mi viaje; aunque tal vez no le hubiera dado una buena respuesta, pero por lo menos no me hubiera fastidiado a los diez segundos después de que pusiera un pie en su casa—. Y si no te molesta, quiero conservar mi antigua ropa y mis cosas poco actualizadas.

—Está bien, si así lo deseas.

Subí a la habitación que algunas veces ocupaba cuando pasaba las vacaciones con él, enseguida vi maletas al pie de la enorme cama, no tenía nada que hacer así que decidí desempacar. Me acomodé en el suelo, supuse que estaba limpio y abrí una de las tres maletas que había viajado conmigo, era la más grande y estaba llena con mi ropa; saqué toda y la coloqué en montones a mis costados separando camisas, pantalones y ropa interior; una vez estuvo vacía me dediqué a acomodarla en los armarios y cajones vacíos. Abrí la siguiente maleta en donde traía mis zapatos y algunas cosas que tal vez no debí de haber traído —pero recordé que yo no hice mis maletas—, así que la guardé en el armario hasta el fondo. Finalmente llegué a la más pequeña que contenía mis cosas personales y...particularmente en esa se encontraba una hoja doblada con mucho cuidado, no tenía remitente ni nada, ni siquiera tenía sobre, así que la desdoble y comencé a leerla de manera lenta.

«KyungSoo ojalá hayas tenido un buen viaje, recuerda que siempre puedes regresar y bueno si no es así y decides quedarte con tu padre, no olvides venir a visitarnos de vez en cuando. Te vamos a extrañar, sobre todo tu madre que estoy seguro sufrió mucho tu partida...al igual que yo, sé que nunca tuvimos una buena relación, pero te aprecio más de lo que crees.

El Lado Perfecto [KaiSoo/KaDi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora